Me gusta el concepto de novel gráfica. Es algo más que un cómic siendo un cómic. Y para que los prejuiciosos se libren de caer en el concepto de mero hojeador de dibujos.
Llegué a Amores minúsculos gracias al estupendo blog Vivo en la era pop que lo recomendaba con viva insistencia. Y es cierto: Amores minúsculos es una pequeña maravilla. Pequeña por lo breve. Y sí, es un cómic. Y sí: es una relato gráfico.
Teniendo en cuenta que el único relato gráfico que he leído ha sido Maus, acercarme a Amores minúsculos no ha dejado de ser agradable y sorprendente. Bajo su aspecto sencillo esconde verdades como puños y una historia hilvanada y con poso; real como la vida misma, pequeña como todos esos amores pasajeros que se van pero que se quedan adheridos a la piel del recuerdo, al aroma de lo nunca olvidado y que, en realidad, suman una vida vivida.
Alfonso Casas consigue que el relato llegue muy adentro. Tres historias, tres personajes que fluyen y confluyen, que se llevan sorpresas y que son como nosotros, héroes de la mismidad, que caen y se levantan sin pretenderlo o apenas sin darse cuenta; lleno de silencios y de sentimientos como campanadas, y de encuentros y desencuentros que tiene el peso de la realidad.
En Amores minúsculos lo habitual es lo importante y nos enseña que, mientras buscamos esa relación, esa historia que nos marca la vida, es el presente y la aparente pequeñez de las horas que pasan lo que en realidad nos forma y nos hace ser lo que somos.
Fresco, tierno, implacable y candoroso, como la vida, Amores minúsculos fluye con la facilidad de lo bello y de lo extrañamente sencillo, siendo como es una labor de amor y de dedicación, y un soplo de aire fresco que se lee muy rápido, se saborea lentamente y nos deja con ganas de más, mucho más.