Camille Paglia: Sexual Personae (V)


Camille Paglia: Sexual Personae. Arte y decadencia desde Nefertiti a Emily Dickinson. Pilar Vázquez Álvarez (tr.) Madrid: Valdemar, 2006.

Apuntes del quinto capítulo de Sexual Personae: «La forma renacentista».

El Renacimiento supuso, tras la larga represión medieval, una nueva explosión de las personas del sexo. Curiosamente, observa Paglia, la peste negra que había puesto fin al período clásico en Grecia, será la culpable del surgimiento de una nueva era libertaria.

Mi opinión es que la brutalidad y el espanto de la Peste rompió el tabú cristiano con respecto a la exhibición del cuerpo. La desnudez pagana volvió a aparecer en su angustiada forma helenística de tortura, masacre y desintegración. Al reducir las personas a simples cuerpos, la Peste instaló la identidad en una dimensión puramente física o profana. (p. 222)

El retorno del motivo del efebo es sintomático de una nueva victoria de lo apolíneo. Así, en Perseo con la cabeza de Medusa de Cellini.

Cellini: Perseo con la cabeza de Medusa, Florencia, 1554.

Perseo fue la respuesta de Cellini al David de Miguel Ángel realizado cuarenta años antes para la misma plaza en Florencia. Ambos son herederos del David de Donatello que combina un físico infantil y un lenguaje corporal femenino.

Donatello, David, 1440, Museo de Bergallo, Florencia.

Frente a la invitación sexual propia de los golfillos de la calle que pinta Caravaggio la espada del David de Donatello nos mantiene a distancia. Es un icono verdaderamente apolíneo.

El nacimiento de Venus de Botticelli también es un ejemplo de arte apolíneo. El amor aparece purificado, libre de misterio y peligro.

Botticelli: El nacimiento de Venus, 1484, Uffizi, Florencia

Por último, el arte de Leonardo y Miguel Ángel es también un ejemplo de resistencia a la Gran Madre Naturaleza. Ambos fueron homosexuales lo cual sirve para explicar algunas características de sus obras.

Paglia considera que en la lucha contra el principio dionisiaco, femenino, Leonardo tuvo menos éxito que Miguel Ángel. El misterioso rostro de la Mona Lisa o la duplicación de figuras en Santa Ana con la Virgen y el Niño son símbolos de la amenaza perpetua de lo femenino, de su absoluta autonomía y dominio, de la servidumbre de lo masculino.

Leonardo: Santa Ana con la Virgen y el Niño, 1510, Louvre.

Miguel Ángel tiene más éxito en su lucha contra la Naturaleza. Su exaltación de la figura masculina alcanza su clímax en el David y, sobre todo, en su Moisés.

Miguel Ángel: Moisés, 1515, tumba del papa Julio II

A tal punto llega el desprecio de Miguel Ángel por lo femenino que deforma la representación de las mujeres. Así, la Sibila de Cumas (Recuérdese que la Sibila de Cumas es la protagonista del epígrafe de The Waste Land de T. S. Eliot: «Quiero morir«)

Miguel Ángel: Sibila de Cumas, El juicio final (1535-1541), Capilla Sixtina.

De todos modos, al final de su vida la materia triunfa sobre lo apolíneo tal y como se refleja en el pesimismo de este autorretrato: San Bartolomé sosteniendo el pellejo deforme en que se ha convertido el artista.

Miguel Ángel: San Bartolomé sosteniendo a Miguel Ángel en El juicio final (1535-1541), Capilla Sixtina.

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