La librería se llenó de novedades. Aquí una muestra.
No vamos a mentirles: el pronóstico dice que este fin de semana no habrá tormenta y promete un espléndido sol partiendo en cielo en dos. Así y todo, las novedades que llegaron son tan seductoras que capaces de retener a más de uno en el sillón, leyendo. O de forzarlo a cargar un libro si sale de paseo. Desde la versión de clásicos maravillosos como el Ulises de Joyce (ese libro que apareció como «un nuevo planeta en el universo», según Jacques Mercanton) hasta la última apuesta de Blatt & Ríos, la editora cuya novedad anterior viene primereando el ranking hace semanas, con Avión. Las hagiografías que escribió Leminski en Vida, un nuevo tomo de Amelie Nothomb y El caos, de Wilcock, «uno de los referentes más importantes y vivos de la narrativa argentina», completan el tablero. Y hay más, claro. ¡Los esperamos!
Ulises, James Joyce
(El cuenco de plata, 832 págs. Traducción: Marcelo Zabaloy con la colaboración de Edgardo Russo)
«El método de composición de siempre me pareció más de poeta que de prosista. Sus palabras estaban ya en su mente antes de encontrar la forma definitiva en el papel. Constante e infatigable, perseguía la solución de algún problema de correspondencia homérica, o de expresión técnica, o algún rasgo del carácter de Bloom o cualquier otro personaje del Ulises. O necesitaba algún hecho fisiológico que le diera la clave de alguna parte de su épica del cuerpo humano. Estaba permanentemente mirando o escuchando, en busca de un hecho o de una palabra, y creía muchísimo en su suerte. Lo que necesitaba vendría a él. Lo que recogía le sería útil en el momento y el lugar adecuados. Y como en cierto sentido el tema del Ulises es la vida en su totalidad, la variedad de materiales que necesitaba para construirlo era infinita. No estaba escribiendo el Ulises en Dublín en 1904, pero lo que veía o escuchaba en Zúrich en 1919 le servía igualmente, ya que la forma de la vida permanecen constantes, sólo cambian la ropa y las costumbres.» Frank Budgen
Vida, Paulo Leminski
(Puente aéreo, 504 págs.)
En Vida se compilan las biografías de Cruz e Sousa, Bashô, Jesús y Trotski escritas por Paulo Leminski (Curitiba, 1944-1989). Su vida nos dice que fue poeta, novelista, traductor, compositor, publicista, biógrafo, agitador cultural, crítico y ensayista, además, claro, de cinturón negro en judo. Su Catatau es uno de los puntos más altos de la poesía experimental latinoamericana. Sus poemas breves han sido escritos en infinidad de paredes brasileñas. Su rostro, eternizado en remeras. Su apellido, un nombre, una marca, un gesto. Y estas cuatro biografías son cuatro poderosas vidas de santos, de sujetos iluminados por la santidad. Estas cuatro biografías son cuatro hagiografías.«Si el concepto de santidad, significando autoentrega idealista a una causa mayor, aún tiene algún sentido», nos dirá Leminski dentro de poco,«bien podríamos aplicarlo a estos ‘santos de la Revolución’, héroes dedicados a la más difícil de las tareas, la transformación radical del orden sociopolítico económico de una sociedad».
La nostalgia feliz, Amelie Nothomb
(Anagrama)
«Todo lo que amamos se convierte en una ficción. De las mías, la primera fue Japón.» Con esta estimulante frase Amélie Nothomb abre La nostalgia feliz. Anuncia una nueva entrega de sus ficciones autobiográficas. En la novela la belga retoma el hilo de Ni de Eva ni de Adán, la narración de un idilio de juventud de su sosias literaria con Rinri. Dieciséis años más tarde, Nothomb acepta la invitación de una televisión francesa de regresar a su país natal. Allí no sólo se reencontrará con Rinri, sino también con su niñera, Nishio-san. El Japón de Nothomb son sus orígenes y un Shangri-La literario. Un país al que pertenece pero que le es extranjero: o sea, un oxímoron, como también parece serlo el título de la novela. El lugar en el que nació, y en el que se crió durante sus primeros cinco años, pero en el que, como hija del embajador belga, crecería inmersa y traspasada por una peculiar mixtura cultural. Y esto dota a su vital y melancólica prosa de una descacharrante lucidez. «Lo que has vivido», escribe Nothomb en el delicioso arranque de su nueva novela, «te deja una melodía en el interior del pecho: ésa es la melodía que, a través del relato, nos esforzamos en escuchar.»
El caos, Rodolfo Wilcock
(La Bestia Equilátera)
«Desde el tenue aviso con que Wilcock le advierte en dedicatoria privada a Silvina Ocampo (“este libro en tan raro castellano”) hasta el adverso milagro de su recepción en 1974, cuando se publica la primera vez, El caos es uno de los referentes más importantes y vivos de la narrativa argentina, como El juguete rabioso, La invención de Morel y Ficciones. A eso contribuye su condición de libro de cuentos inestable. Todo en El caos permanece en estado de transformación: los personajes, las tramas, las escenas, las situaciones y, sobre todo, la lengua. Esa vibración previa, esa inminencia, insinúa el escritor que Wilcock será, y abarca ya la obra futura: El estereoscopio de los solitarios, El ingeniero, La sinagoga de los iconoclastas. Tanto si se trata de un magnicidio, de una fiesta depravada, de unos animales voraces y fantásticos que acechan en el parque Lezama o de un recuerdo de juventud, Wilcock sostiene con su estilo una diversidad de mundos y criaturas que perduran sin ambages en la memoria de los lectores. Esta tercera edición aumentada, al cuidado de Ernesto Montequin, reproduce la segunda publicada en 1999 y añade dos narraciones nuevas.»
Avión, Eduardo Muslip
(Blatt & Ríos)
«El relato en tiempo presente de un viaje en avión entre Los Ángeles y Buenos Aires es la excusa que encuentra el narrador para contemplar escenarios, reflexionar, recordar eventos del pasado y moverse con pericia en una trama sutil, casi transparente: se cuenta un viaje en avión y al mismo tiempo mucho más que eso. Con una mirada atenta a los detalles, al brillo de los personajes que entran y salen de la novela, y con una prosa rica y sensible que describe situaciones en las que no faltan la tensión narrativa y el humor, este bello libro, a veces sentimental, a veces erótico, se dedica a resucitar las horas muertas en las que el hombre contemporáneo se detiene en el cielo, y hace de esas horas un mundo, mundo que los lectores ya identificamos con el de Eduardo Muslip.»
para un fin de semana largo