¿Qué profesionales estamos formando?

Dr. Adán Waldemar Echeverría—García

Se presentaron a mi oficina dos estudiantes de séptimo semestre en Licenciatura en Seguridad e Higiene, y comentaron que habían entregado CVs para ver si los aceptaban para hacer sus prácticas profesionales. Les comenté que no habíamos lanzado ninguna convocatoria, pero que, si querían aprender a usar los equipos que tenemos, serían bienvenidos. En agosto habíamos recibido en estancia de verano a un estudiante del Tecnológico, y podríamos recibirlos a ellos también.

Se mostraron entusiasmados. Les dije que tendría que ser hasta el siguiente lunes. Insistieron en que debía ser de inmediato, porque en su escuela ya casi no les quedaba tiempo para meter papeles. Por lo cual les indiqué que comenzaran al día siguiente, pero requería hacerlo oficial, mediante cartas de su escuela. Dijeron que no habría problema. Esa misma tarde una de las alumnas regresó a preguntar si habría algún pago por sus prácticas. Le dije que no, si buscaba que le pagaran, debería solicitar una oportunidad en otro lado.

Por el contrario, al siguiente día me solicitó que recibiera a dos alumnos más. De esta forma serían 4 alumnos de su universidad haciendo prácticas con nosotros. Los estudiantes de prácticas quedarían bajo supervisión de los técnicos de laboratorio que colaboran conmigo. Yo me reunía por las tardes con éstos para saber cómo avanzaban los estudiantes. Y así fue como supe que uno de ellos ya no se presentaba. Luego los otros tres dijeron a mis técnicos que ninguno de ellos quería trabajar con aquel.

Llegó el momento de escoger proyectos: Teníamos dos. Uno sobre análisis de elementos potencialmente tóxicos en suelos. El otro consistiría en homologar los sistemas de gestión de calidad. Platiqué con los tres alumnos, el cuarto seguía sin aparecer. Le dije a la primera alumna que llegó, y quien trajo a los otros dos, que podría elegir proyecto. Que lo pensara y que al otro día tomara una decisión. Al día siguiente dijo que aceptaba trabajar en el artículo. Los otros dos estudiantes trabajarían en el SGA y tendrían que hacer una presentación a la siguiente semana. Todo parecía ir bien.

Todos los días bajaba, los veía y les preguntaba: ¿Cómo va todo? La respuesta de los tres era. Excelente.

El lunes siguiente volví a mi oficina y me esperaba el que llevaba una semana sin presentarse. Le dije que ya no tenía proyecto para él. Se tuvo que retirar. Decidí ver los avances en el Artículo. Entonces la chica me dijo que no había hecho nada. Decidió pasarse a trabajar con sus amigos en el SGA.

— ¿Por qué no me dijiste antes? — le pregunté— acabo de retirar a tu compañero, pues no tenía nada para él. De saber que tú no ibas a hacerlo, se lo hubiera dado a él.

Le comenté que las cosas no se hacían de esa forma. Ella insistió en que, si no tenía de otra, haría el artículo. Le dije que no. Que no quería obligar a nadie a escribir ciencia.

Llegó el día de la exposición, entre los tres presentaron un trabajo en extremo incompleto, por no decir mediocre. Copiaron de la red definiciones, por lo que un Sistema de Gestión de la Calidad era para ellos un software. Faltas de ortografía desde la portada. Un trabajo mal hecho hasta para un chico de bachillerato.

Por supuesto que critiqué el trabajo, pues evidenciaba una total falta de calidad. A pregunta expresa señalaron que no habían revisado las carpetas de los SGC que les había entregado. Quedaron de corregirlo, y presentarlo de nuevo la siguiente semana.

Dos días después vinieron a pedirme les firmara sus actividades de las semanas pasadas. Lo hice. Me pidieron la respuesta de sus cartas, se las entregué.

Hoy recibo una llamada de un director de otra empresa, amigo mío, para pedirme que tuviera cuidado porque tres alumnos lo habían buscado, y le habían pedido hacer sus prácticas profesionales con él; que ya no volverían con nosotros, porque acá les exigían demasiado y: no les pagaban. Los hacían trabajar de verdad para conseguir sus prácticas profesionales.

(¿Qué profesionales estamos formando? SUELE PASAR)