Novena a N.P. Santo Domingo, Primer día.

Santo Domingo al pie de la Cruz

Jesucristo ha querido salvarnos por medio del sufrimiento, pero no nos salva el sufrimiento, nos salva el amor. El sufrimiento se convierte así en la fuerza redentora y salvífica del amor.

Cristo ha dado al sufrimiento un nuevo sentido, el de ser fuerza para la liberación del mal y en consecuencia para la victoria del bien. De modo que no nos salva el sufrimiento sino el deseo del que sufre por salvar al otro. Cristo acepta este sufrimiento por salvar al otro de manera plena y decidida porque nos ama. Pero esto puede darse en otras personas que siendo inocentes pasan por la prueba del dolor. La cruz es pues, salvadora y loes porque en ella, el amor vence al odio y por tanto al dolor. Cristo ha vencido y desde entonces todo sufrimiento humano unido al de Cristo tiene el poder de completar lo que falta hasta que su amor llegue a todos.

Santo Domingo lo entendió y lo vivió perfectamente. Así lo vemos en ese cuadro pintado por Fray Angélico en donde está abrazado a los pies del crucificado, compartiendo el sufrimiento de Cristo y por tanto su amor por nosotros.

Toda la vida de santo Domingo fue un compartir el sufrimiento de Cristo y un experimentar su gran amor por nosotros y por todos. Noches enteras pasadas en oración le llevaron a vivir de una manera especial esos sentimientos de Cristo y así vemos en él un perfecto seguidor del Señor, que nos dio el mandamiento nuevo del amor y no el del sufrimiento, porque el Señor no nos manda sufrir sino amar y si sufrimos ha de ser por amor, como él, que amo y por eso sufrió y así nos dio una prueba absoluta de su mucho y gran amor por todos nosotros.

Santo Domingo abrazado a los pies del crucificado aprende, también, donde está la raíz del pecado. Esta no es otra que el rechazo de ese amor manifestado en Cristo. El no llenarnos de él sino más bien ir tras otros amores que nos confunden y nos ciegan y nos impiden apreciar la verdad y el bien cegándonos, en definitiva. Por eso, Santo Domingo en esas largas noches de oración se le oía gritar insistentemente: ¿Señor qué será de los pecadores? Si ellos te rechazan, si no te acogen en tu amor buscarán otros amores caducos, se irán tras los ídolos. Irán tras la moda, la ideología, el éxito. Estarán a merced de lo que imponga el príncipe de este mundo, no te conocerán y no podrán saber que tú los amas desde siempre y por siempre.

Necesitamos que alguien nos ayude para convertirnos, para volver de nuestro apartamiento o alejamiento del Señor a encontrarnos con él, solo así podemos desenraizar, quitar la raíz del pecado que nos aleja de nosotros, de los demás y de Dios. Todo esto es lo que nos deja en el sufrimiento, pero un sufrimiento sin amor sin fruto.

La conversión consistirá en volver al amor con el que Cristo nos ha amado: «amaos como yo os he amado». La conversión no es amar de cualquier manera sino amar como él, hasta el final, hasta la muerte y hacer así de la cruz un signo, una señal de que ese amor es auténtico.

Con Jesus desaparece el antiguo esquema según el cual el sufrimiento es castigo y por tanto rechazo de Dios: Sufres luego eres culpable. Este esquema se rompe en mil pedazos ante el misterio del sufrimiento del inocente, del Santo, del Varón de dolores. Desde él, todo el que sufre puede sentirse unido a él y llamado a entrar por esta puerta estrecha en el horizonte de la conversión, que nos lleva a dar fruto y a salvarnos. Nada de extraño tiene que, para San Juan, la cruz sea el momento de la glorificación.

Jesus, por otro lado, como nos dice San Mateo, recorría las aldeas proclamando la Buena Nueva y sanando toda enfermedad y dolencia. Es decir, que Jesus no es ajeno al sufrimiento del otro, sino que su sufrimiento es un sufrir con el otro y por tanto, un sufrimiento compasivo. Un compadecerse de los demás. Hasta tal punto el sufrimiento del otro es llamada, que él mismo se ha identificado totalmente con el que sufre y así, toda obra de amor por el otro necesitado se lo hacemos a él mismo, es decir que su sufrimiento es el sufrimiento del otro y el sufrimiento del otro es su sufrimiento. No puede haber mayor identificación. La caridad cristiana pasa por un hacer nuestro el sufrimiento del otro, pues en ese sufrimiento está presente el de Cristo y socorriendo al que sufre le socorremos a él. Santo Domingo agarrado a los pies de la cruz, nos muestra por donde debemos caminar, por el camino del siervo que sufre, pero no por hacer el mal, sino por amar. Este es el camino que recorrió Jesus, el que recorrió Santo Domingo y el que estamos llamados a recorrer todos nosotros, sus hijos e hijas.  

4 comentarios en “Novena a N.P. Santo Domingo, Primer día.

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  3. Pasa que el sufrimiento siempre se vio como castigo. Pero mi madre me enseñaba:» cuanto más grande sea el sufrimiento , aquí en la tierra, más grande el premio será en el cielo». Esa es mi fe, y trato siempre de ofrecer a Jesús mi dolor, El no rechaza un alma contrito ni dolorida.

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  4. Así es hermano, pero lo que nos salva no es el sufrimiento sino el amor del que sufre. Jesucristo sufre por nostros porque nos ama y hasta dispuesto a dar la vida por los que ama.
    Un abrazo en Cristo.

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