Hablan las Mujeres

Lo que éramos, lo que somos y lo que llegaremos a ser

ADRIANA MONTOYA

Durante el mes de mayo en el que se ha estado compartiendo el tema de la mujer, se han tratado cuestiones de suma importancia para nosotras y la familia que conformamos.

La identidad que tenemos en Dios, la posición en la sociedad y las responsabilidades y privilegios que son inherentes a nuestra condición, son algunos temas que propiciaron mi reflexión sobre si estoy consciente de todo ello y lo llevo a cabo con certeza y convicción de pensamiento.

Y es que indudablemente existe un parteaguas en nuestra vida, quién pudiera negar que su vida es una antes de conocer a Cristo y otra después de ello, en la reflexión de Adoniram Gaxiola, titulada “Mujeres, antes y después de Cristo”, se toman en cuenta ciertos factores sociales que nos enseñaron a “ser” de determinada forma, todo lo que nos rodea va moldeando nuestro pensamiento y es así como vamos creciendo y pensando más en lo que otros dicen que debemos ser, que en lo que realmente somos.

Siempre me ha sorprendido conocer a mujeres de todas las edades y clases sociales, que no logran apreciar todas las cualidades que tienen, me inquieta ver cómo son hábiles para desarrollar multi-tareas, tomar todo el tiempo decisiones, ser profesionistas, cuidar a más de uno, sea de su familia cercana o no, aprender algo nuevo  y en el camino, haber escogido el color perfecto para lucir ese día, con un detalle de distinción que las hace únicas.

La lista de actividades de una mujer, podría ser interminable, pero lo que quiero resaltar es que en el momento de ser menospreciadas por un mundo machista, por una sociedad que las minimiza y reduce sus posibilidades y aspiraciones para ser y hacer, terminan creyendo que no son capaces de lograr lo que se proponen y que necesitan del apoyo y reconocimiento de alguien más.

La vida antes de Cristo, no ofrece posibilidades de emanciparnos de tales situaciones, se sigue viviendo en esclavitud de pensamientos, emociones y conductas que nos impiden reconocer las capacidades con las que hemos sido creadas.

Pero quienes hemos sido beneficiadas con el mensaje de salvación, nacemos a una nueva vida,  a una nueva creación en Cristo Jesús, dejando atrás el pasado que nos condenaba, entiendo que el proceso no es inmediato y que se requiere fe y decisiones importantes.

Juan 8:31-32 dice: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en Él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, cuando aceptamos como norma de vida, la Palabra de Dios, estamos en el camino correcto para empezar una nueva vida en Cristo Jesús, con la condicionante de permanecer en su palabra y ser sus discípulos, es decir dedicar el tiempo necesario para perseverar en el conocimiento de Dios a través del discipulado.

¿Será que la ignorancia espiritual es la que no nos permite disfrutar de los beneficios de que nuestra identidad ya ha sido restaurada? Por lo menos es la explicación que yo encuentro al ver a mujeres con tantas cualidades y capacidades, sentirse menospreciadas por que el marido les dejó de hablar, les hizo sentir incapaces, o bien, la sociedad, comenzando por nosotras mismas, ha minimizado  los esfuerzos y los logros que realizamos todos los días desde diferentes ámbitos.

En la meditación a la que hago referencia al inicio, se cita: Podemos tratar de comprender la condición de tales mujeres. Quizá algunas de entre nosotros se puedan identificar con ellas. Marginadas, menospreciadas, abusadas, incomprendidas… y llenas de esperanza. Dado que las mujeres son imagen y semejanza de Dios, ni el machismo, ni la incomprensión y maltrato de los hombres, ni la marginación familiar y social, pueden borrar del todo los atributos del carácter con que han sido creadas. Ello explica que muchas mujeres que viven en desventaja, siguen soñando, deseando, preparándose para estar listas en el momento en que su vida pueda dar un giro y ser lo que ellas esperan y desean.

Ese tiempo llega cuando Cristo se hace presente en nuestras vidas, él viene y lo transforma todo, nos da la oportunidad de comenzar de nuevo, bajo  otra condición, desde otra perspectiva, aquella que nos muestra como hechura de Dios, a su imagen y semejanza.

Ahora bien, la forma en que estos cambios se hacen presentes y visibles, es a través del testimonio de vida de mujeres como tú y como yo, que han logrado vivir en libertad o que se encuentran en ese proceso para dejar el pasado atrás y transformar y renovar su pensamiento. Cada mujer puede saber que hay otras posibilidades de vida y de relaciones, es ahí donde debemos y podemos ser luz entre nosotras, dando testimonio del cambio que Jesucristo ha hecho en nuestras vidas.

Es importante contestar la pregunta que se hace al terminar la meditación citada: ¿cuáles son las principales diferencias en mi etapa después de Cristo, en las esferas de mi manera de pensar, del manejo de mis emociones, de mi relación con los más cercanos, de mi capacidad para producir y compartir? Pues es importante concienciar los frutos que resultan de nuestra comunión con Cristo y del testimonio que damos a las mujeres con las que convivimos diariamente y porque ello también determina las mujeres que llegaremos a ser, si totalmente libres o sólo disfrutando de algunos y no todos los beneficios de haber sido libertadas.

 

Mujeres, amas de casa

ISELA OLMOS

 Cuando Adri me pidió que expusiera el tema  «Mujeres como amas de casa» ya que yo estaba en esa situación, no pude fingir mi desagrado: ¿Yo? ¡Ese tema no es para mí! Yo soy una profesionista cuyas circunstancias me llevaron a ser «sólo» ama de casa por el momento.  Inmediatamente me imaginé a mí misma con una pañoleta, delantal y una escoba en la mano.

¿Quién no ha escuchado la típica pregunta «trabaja o se dedica al hogar»?  Como si el hogar no implicara trabajo, esta discriminada labor mal remunerada, sin prestaciones de ley y sin horario fijo, suele asociarse a personas que no lograron o no quisieron trascender más allá de la puerta de su casa.

Cuando empecé a desarrollar el tema, me di cuenta que nosotras…específicamente «yo» menosprecié la labor doméstica, no sólo algunos hombres y parte de la sociedad lo hacen, algunas de nosotras, mujeres, nos hemos esmerado en hacer parecer deshonrosas las actividades domésticas.

¿Qué tiene que ver Dios en esto? para responder, me refugié en la propuesta «Dios y las mujeres» que Adoniram compartió hace 4 domingos:

«Génesis 1.26-31. Lo primero que encontramos en la Biblia es que la mujer es imagen y semejanza de Dios. Es decir, la mujer es ser humano, digna en razón de su identidad. Es merecedora de ser ella misma. Y en cuanto es ella misma es excelente, digna de estima, de aprecio.

Cabe destacar que el pasaje de Génesis, expresa que la mujer y el hombre son creados en igualdad de condiciones. Ni en competencia, ni en subordinación jerárquica. Ambos son imagen y semejanza de Dios en razón de su identidad».

En ningún lado leí «excepto amas de casa», al contrario, si somos creados en igualdad, nuestra labor es tan digna como un trabajo que se realiza fuera de casa, ambos son complementarios y no nos quita identidad, al contrario, más adelante veremos lo importante de nuestra labor.

Haciendo memoria, para ahora ser ama de casa, tuve que aprender a cocinar (algo parecido a la química cuyos elementos al mezclarse pueden causar reacciones diversas), investigar sobre primeros auxilios, plomería y electricidad básica (para cambiar fusibles, identificar que interruptores, cambiar focos, etc.)  Administración para llevar en orden y a tiempo los pagos, conocimientos de nutrición, etc. incluso ahora sé que el chayote sin espinas es una variedad de especie, no es que los pelen para exhibirlos en el supermercado.

El ama de casa ante su esposo e hijos es ayuda idónea, psicóloga, consejera, enfermera, maestra, inventora, detective, especialista en logística… en fin, somos polifacéticas y multifuncionales 24hrs/365 días.

Me siento orgullosa porque a muchas amigas que sólo se dedican a trabajar, las he tenido que apoyar en estos temas, me llaman para preguntarme desde cómo hacer arroz, hasta dónde y cómo pagar los servicios.

El artículo 288 del código civil del DF, protege a la mujer en caso de divorcio cuando se dedicó al hogar durante el matrimonio, la razón de ser de esa disposición es la protección de la mujer… que durante el matrimonio se dedicó a las labores domésticas, y que por tanto, ha perdido la habilidad para trabajar en otras tareas, también, porque sin su apoyo en casa, el esposo (e hijos) no hubieran podido realizarse profesionalmente. Con este artículo relativamente nuevo, ya se da importancia a la labor en casa de la mujer.

Lo anterior me recuerda Génesis. 2:18, “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”.

También encontré que el sabio Salomón menciona la importancia de la mujer en su casa en Proverbios 14:1 «La mujer sabia edifica su casa, pero la necia con sus manos la derriba». Aquí no sólo se refiere a la casa como el espacio habitable, también se refiere al hogar, ese ambiente que se respira y se siente al estar bajo el mismo techo y que influye en los habitantes de la casa, es decir, «ama de casa» no sólo realiza labores tangibles.  ¿Cómo se puede menospreciar esta gran responsabilidad?

 Pero, como explicaba Adoniram en 2 Timoteo 1.7 Igualmente, quienes somos esposos e hijos y compañeros en el camino de la vida, también debemos y podemos hacer lo que es propio para que, tanto ellas como nosotros, vivamos la realidad de la nueva creación. Es decir, los integrantes de la familia «somos coparticipes» en el hogar.

Ahora, cuando mi marido llegue de trabajar y me pregunte ¿Qué hiciste en todo el día? Ya no responderé irónicamente: «Nada, sólo ver como la despensa se seleccionaba por calidad y precio y llegaba sola a la alacena y refrigerador, como con un movimiento de nariz, las herramientas de limpieza hacían su trabajo».  Le responderé: Al igual que tú, y como ayuda idónea, estuve trabajando en construir un ambiente cordial que te apoya en tu crecimiento y hace que deseemos estar en casa.

 Ser Mujer

MICHELLE ORDOÑEZ

La condición de mujer es una condición histórica, es decir que no es natural, que la mujer no es de determinada forma por su naturaleza, sino por diferentes condiciones sociales, familiares e individuales. El ser mujer en la actualidad responde a unas circunstancias históricas específicas, todas ellas relacionadas con lo político, lo económico y lo social. Por ejemplo, las mujeres nacemos en determinada clase, tradición, cultura, costumbres. Desde pequeñas aprendemos cómo relacionarnos con hombres y mujeres de diferentes edades, aprendemos qué es y qué debe hacer una mujer, cómo debemos hablar, conocer y saber, cómo debemos participar en la política en la religión y en la sociedad y aunque las condiciones particulares pueden variar desde muy pequeñas aprendemos lo que es y lo que implica ser mujer. Toda nuestra identidad gira alrededor de esa condición histórica.

Digo que ser mujer es una condición histórica porque es una construcción artificial del ser humano, nuestra idea de mujer es construida, no es natural, tan es así que cada vez más las mujeres dejamos de ser eso que hace 50 años se suponía que debía ser una mujer. Sin embargo esto no se debe confundir con la falsa creencia de las mujeres somos más libres, autónomas o independientes, nuestro ser mujer

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