MENSAJE DE LA LLUVIA
Noticias, destinadas para mí,
tamborileadas de lluvia en lluvia,
de empizarrado a tejado,
introducidas como una enfermedad,
mercancía de contrabando, entregada
a quien no la desea tener.
Detrás de la pared resuena la ventana de hojalata,
letras crepitantes que se juntan,
y la lluvia habla
en el idioma que yo creía
que nadie conocería fuera de mí –
Consternado me llegan
los mensajes de la pobreza
y los mensajes del reproche.
Me molesta que estén dirigidos a mí,
Puesto que me siento sin culpa.
Lo digo en voz alta
que no temo a la lluvia y sus acusaciones,
ni tampoco a aquel me las envío.
Cuando llegue mi hora
yo saldré y le daré mi respuesta.
INVENTARIO
Este es mi gorro,
este es mi abrigo,
aquí tengo mis avíos de afeitar
en el bolso de hilo.
Caja de conserva:
mi plato, mi vaso;
en la hojalata
he rasguñado mi nombre.
Rasguñado aquí con esta
preciosa uña
que escondo
ante ojos codiciosos.
En el saco de pan hay
un par de calcetines de lana
y otras cosas que
me callo,
así vale como almohada
para mi cabeza de noche.
El cartón está aquí,
entre mi cuerpo y la tierra.
La mina del lápiz
es lo que más quiero:
de día me escribe versos
que imaginé de noche.
Esta es mi agenda,
esta la lona de mi tienda de campaña,
esta es mi toalla,
este es mi cordón.
GEISENHAUSEN
La hierba en la cornisa de la torre
tiembla ante la campanada.
Las alas de las choyas me dividen
el cielo y el día.
Así se vuelven campanas y pájaros
mi espacio y mi tiempo.
La pareja de bueyes en el fondo
lleva a la eternidad madera.
La aguja de la torre se acelera
bajo el peso de las choyas.
Los pájaros sobre los tejados
no temen juicio alguno.
DE NOCHE
Oír de noche lo que nunca ha sido oído:
el centésimo nombre de Alá,
el jamás anotado sonido de timbal
cuando murió Mozart,
percibidos diálogos en el claustro materno.
TUS DÍAS
Tus días andan descarriados.
Tus noches están llenas de estrellas desérticas.
Siempre vienen centenares de pensamientos,
siempre se van centenares de pensamientos.
¿Te acuerdas aún?
Antaño eras
sólo una barca en un río verde,
antaño tenías los pies de un árbol
y estabas anclado en el puerto de la tierra.
Debes volverte allí,
sorber la vieja lluvia y hacer que nazcan hojas.
Tus pasos se precipitan demasiado,
tus palabras, tu cara te hace vulgar.
Debes volverte mudo, leve.
Ser un mosquito, una ráfaga de viento, un lirio.
EL HOMBRE DE LA CHAQUETA AZUL
El hombre de la chaqueta azul
que regresa a su casa con la azada al hombro
lo veo detrás del seto del jardín.
Así regresaban por las tardes en Canaán,
así regresaban de los arrozales en Birmania,
de los campos de patatas de Mecklenburgo,
regresaban de los viñedos de Borgoña y de los /jardines californianos.
Cuando la lámpara se enciende tras ventanas /empañadas,
les envidio su felicidad que no debo compartir,
la tarde patriarcal
con olor a fogón, a ropa de niños, a modestia.
El hombre de la chaqueta azul regresa a su casa.
La azada que lleva al hombro
parece, al caer la noche, un fusil.
Traducciones de HANS LEOPOLD DAVI
EL ORIGINAL DE LOS POEMAS SE ENCUENTRA EN “AUSGEW AHLTE GEDICHTE”, SUHRKAMP-VERLAG, FRANCFORT, 1960.
Humboldt. Berlín. Nro 40. 1969. Pág. 11.
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