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Votar a tu casi hermano, la inminente manipulación que destruirá (aún más) lo poco que queda ya de ese viejo mito de las “elecciones libres”


Las campañas electorales siempre se han basado mucho más en la manipulación del electorado que en la exposición razonada de los programas electorales. Con la aparición de las redes sociales, esta manipulación alcanzó un nuevo nivel con la personalización de los eslóganes. Y ahora con la próxima llegada del famoso metaverso esta adulteración alcanzará niveles de sofisticación personalizada hasta ahora inimaginables.

Desde que la democracia es democracia, allá por la lejana Grecia clásica o la República romana los políticos desarrollaron toda la amplia gama de estrategias que han llegado hasta la actualidad: apretones de manos, halagos, regalos, banquetes, sobornos, promesas, mentiras, burlas y descalificaciones hacia el adversario. Y este conjunto de estrategias cambiaron poco hasta la llegada de la tecnología, tal y como lo atestigua el delicioso libro “Breviario de campaña electoral” supuestamente escrito por el menos conocido Quinto Tulio Cicerón, político y militar romano que aconsejaba a su famoso hermano, el filósofo Marco Tulio Cicerón sobre el tipo de argucias que debía usar para poder ganarse el fervor de los votantes durante su campaña electoral del 64 AEC para el consulado romano.

Después, la radio y la televisión facilitaron bastante el panorama electoral, puesto que los candidatos podían tener acceso a millones de personas sin necesidad de tener que ir de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad repitiendo los mismos argumentos, facilitando su difusión a nivel nacional. Sin embargo, estos medios de masas tenían un problema: el tener que dirigirse a un público heterogéneo tanto geográfica como socialmente dificultaba la estrategia electoral, puesto que lo que podía agradar a un sector del electorado podía disgustar a otra parte y entonces los equilibrios en la retórica electoral se hicieron más necesarios que nunca, ya que en la era pretecnológica un político podía prometer una cosa en Villaarriba y la contraria en Villaabajo si ambos lugares se encontraban lo suficientemente lejos el uno del otro para que nadie estuviera presente en los dos actos.

Y si hasta ese momento la democracia estaba siempre en la cuerda floja, todo cambió para peor con la reciente aparición de las redes sociales y la ya tristemente famosa segmentación del electorado. Así en la actualidad se puede conseguir condicionar el voto de decenas de millones de ciudadanos a la vez mediante las nuevas tecnologías de la comunicación, el uso del «big data» y la absoluta opacidad de las grandes corporaciones inventoras de las redes sociales. Todo un ejercicio de manipulación masiva, capaz de evadir todas las leyes en las que se basan los sistemas electorales de los países occidentales, delitos que no sólo están quedando impunes sino que están destruyendo hasta sus cimientos al mismísimo proceso democrático, tal y como ocurrió en el ya tristemente caso del Brexit que comenta la reportera de investigación inglesa Carole Cadwalladr en el siguiente video, impactante charla en la que describe su minucioso trabajo destapando los criminales tejemanejes del paradigmático escándalo Facebook/Cambridge Analytica, análisis por el cual fue premiada con un Premio Pulitzer.

Y llegados a este punto parecería que las democracias occidentales han tocado fondo, porque sería casi imposible caer más bajo. Pues no se equivoquen, porque el futuro (que ya tenemos a la vuelta de la esquina) puede destruir aún más (si cabe) esta pantomima en la que han quedado las mal llamadas “elecciones libres”.

Pero primero y como LCyD es una web de divulgación científica rescatemos como base un ya un poco viejo artículo publicado en la revista “Public Opinion Quarterly” que se podría traducir al castellano con el anodino título de Influencia electoral de la similitud facial entre votantes y candidatos”. Los autores basaron su estudio en la extensa literatura previa en las Ciencias Sociales en la que se demuestra que las personas a menudo se sienten más atraídas por otras percibidas como similares y se preguntaron ¿influiría el parecido entre votantes y candidatos en el sentido del voto? Para ellos los investigadores realizaron un experimento durante las elecciones de 2006 para gobernador de Florida. Eligieron una muestra representativa nacional de votantes a los que se había pedido previamente una fotografía reciente. Estos individuos vieron imágenes de dos candidatos reales al puesto pero desconocidos para la gran mayoría de los electores por tener muy escasas probabilidades en la contienda, los señores Charlie Crist y Jim Davis. A la mitad de los entrevistados se les mostró al fotografía real sin manipular de los candidatos y a la otra mitad se les presentó una fotografía modificada que fusionaba los rasgos del candidato (65%) con un 35% de los rasgos del propio encuestado tal y como se muestra en la siguiente figura.

A los participantes se les pidió que evaluaran si los siguientes rasgos eran aplicables a los candidatos: deshonesto, moral, conocedor, se preocupa por las personas, fuera de contacto, cálido, inteligente, amigable, con principios y líder fuerte. Además se les preguntó qué probabilidades tenían de votar por cada candidato en las próximas elecciones. Los resultados obtenidos demostraron una fuerte preferencia por los candidatos facialmente similares, a pesar de que los participantes no tuvieron conocimiento consciente de la manipulación de la similitud.

En un segundo experimento nuestros investigadores repitieron el proceso una semana antes de las elecciones presidenciales de 2004 con otra muestra nacional representativa de votantes, pero esta vez con los candidatos archiconocidos de la contienda: George Bush y John Kerry.

En este caso los encuestados tampoco notaron el parecido consigo mismos, aun cuando la fotografía modificada presentaba un 40% de los rasgos del votante. Por supuesto que los republicanos o demócratas convencidos no se vieron afectados por la manipulación de la similitud facial, pero sin embargo los demócratas o republicanos menos militantes así como los votantes indecisos o los llamados “independientes” en EEUU prefirieron al candidato con el que se había transformado su propio rostro sobre el candidato transformado para parecerse a otro votante desconocido.

Y ya sabemos que en realidad las elecciones las decanta ese porcentaje más o menos alto de votantes que tienen dudas, no pertenecen a ningún partido o simpatizan de forma más o menos etérea con un determinado grupo político o candidato pero que pueden modificar su voto si algo no les cuadra o les llama más la atención otra papeleta.

Estos resultados de los investigadores de Stanford son altamente consecuentes con nuestra propia historia natural como especie, ya que los humanos durante varios millones de años (muchos antes incluso de ser sapiens) han vivido en pequeñas bandas de cazadores-recolectores en donde cuando dos caras se parecían mucho, ello indicaba claramente un fuerte lazo sanguíneo (hermanos, primos, etc.) ya que la probabilidad de que un extraño venido de más allá de las montañas o del otro lado del río, esas tierras remotas desconocidas para nuestra tribu se pareciera más a uno mismo que cualquier otro miembro de nuestro grupo era estadísticamente insignificante. Y por ello, nuestro cerebro de buen primate social tiene esculpido en piedra casi como las tablas mosaicas que si alguien se nos parece mucho es casi seguro que sea de la familia (compartiendo bastantes de esos genes que en realidad nos gobiernan y de los que muchos biólogos evolutivos dicen que nosotros somos únicamente sus carcasas zombies sólo útiles en la replicación génica) y por tanto evolutivamente hablando debemos confiar en él, ayudarlo en lo posible o saber que nos va a socorrer en nuestros momentos más dramáticos.

Y después de este largo introito volvamos al meollo del asunto que nos ocupa. Algunos de ustedes, los menos duchos en las nuevas tecnologías del big data, se plantearán que es imposible que los candidatos en las próximas elecciones presidenciales estadounidenses por poner un ejemplo vayan a ir repartiendo por las redes sociales sus fotografías “personalizadas” con el rostro de sus millones de posibles votantes. Pues entonces se equivocarán de medio a medio, porque no será necesario, puesto que gran parte de nosotros (esos que ya son adictos a subir compulsivamente sus fotos, las de sus parejas, hijos, familiares, amigos y conocidos) se darán de patadas para ser los primeros en poblar ese nuevo metaverso, el universo post-realidad, el entorno multiusuario perpetuo y persistente que fusionará la realidad física con la realidad virtual que nos han prometido Mark Zuckerberg, el gurú de Facebook y el resto de emprendedores de las tecnologías del futuro.

¿Y qué será lo primero que monetizarán hasta la saciedad estos magnates de los bits cibernéticos? Exacto, las reuniones masivas virtuales, llámense conciertos de tu grupo favorito, partidos de fútbol o de cualquier otro evento deportivo, etc. en donde los participantes (que no espectadores) tendrán “nuevas e inimaginables sensaciones” sin necesidad de hacer la cola en la puerta del estadio o permanecer desprotegidos frente a las inclemencias del tiempo. Y por supuesto luego, casi inmediatamente vendrán las campañas electorales virtuales con sus mítines políticos, en donde miles o millones de votantes/consumidores/producto (porque seremos todo eso y más a la vez) “interaccionarán” en tiempo real con el candidato, ese líder de masas que curiosa (pero no azarosamente) parecerá casi ese hermano con el que todo el vecindario nos confunde para todos y cada uno de los participantes. Por supuesto que usted no sabrá que está interaccionando con su medio hermano candidato y que a la vez, todos los demás asistentes al mitin virtual estarán haciendo lo mismo en tiempo real con sus también medio clones aspirantes al poder.

Y ¿por qué quedarse solo en los simples parecidos físicos? el gran hermano cibernético tiene también almacenadas sus voces y las de las personas que usted quiere, sus tics, su forma de gesticular, de moverse, de relacionarse con otros primates sociales por esas miles de horas de video que ustedes suben compulsivamente a las redes sociales mostrando su felicidad real o fingida. Y todo esto servirá a las nuevas Facebook-Cambridge Analytica Super+++ para hacerse de oro manipulando hasta la extenuación las siguientes elecciones en cualquier lugar del mundo, siempre y cuando que haya por supuesto un grupo de presión dispuesto a pagar lo necesario, que ellos son simples empresarios innovadores sin responsabilidad legal ni penal alguna y solo se rigen por la cuenta de resultados ¡viva el libre mercado!.

Pero eso sí, repitan conmigo ese ya desgraciadamente viejo mantra de que “yo voto con total libertad al candidato/partido que más me gusta”.

P.D:

Y de regalo un interesante video sobre cómo toma decisiones nuestro cerebro y cómo aquellos que conocen este importante aspecto de la naturaleza humana nos manipulan sin piedad y sin que ni siquiera nos demos cuenta y así acabemos eligiendo “libremente” aquello que más les conviene a los que únicamente quieren nuestro dinero o lo que es peor, nuestro voto.

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  1. Odiseo
    4 septiembre, 2022 a las 0:39

    ¿Alguno ya se ha dado cuenta de que ese «metaverso» de Mark Zuckerberg no es más que Matrix? La única diferencia es que en Matrix las personas eran obligadas a vivir una vida virtual por las máquinas para sacarles energía del cuerpo. En el metaverso serán las personas las que querrán vivir voluntariamente en la simulación, en este caso para que les saquen los cuartos de sus cuentas bancarias, y sin darse cuenta de que también estarán siendo manipuladas como en la ficticia Matrix. Mucho miedo me da todo este asunto del metaverso.

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  2. Eduardo Baldu
    4 septiembre, 2022 a las 12:18

    El problema la que nos enfrentamos es muy antiguo. Las actuales redes sociales lo que han hecho es agravarlo (agravarlo enormemente). Pero la causa última es el escaso nivel cultural y racional de la gente.
    Políticamente hablando, la incultura política es enorme, demencial. Es lo que motiva que planteamientos que deberían ser rechazados por la inmensa mayoría, tengan un considerable apoyo. Un ejemplo es la llamada “cultura del esfuerzo”, por la que el único culpable de que no sea un “triunfador” en la vida, eres tú mismo. Nadie se plantea que la sociedad es imposible que esté formada solo por “triunfadores”, que para que exista un “triunfador” deben existir necesariamente muchos “fracasados” (Por supuesto, los conceptos de “triunfador” y “fracasado” son muy subjetivos, y tal como los entiende este modelo social, son de pena). Un poco de análisis y raciocinio nos llevarían a la conclusión que esta sociedad (ni nosotros individualmente) necesitamos a los triunfadores. Lo que necesitamos es que cada uno aporte aquello que mejor es capaz de hacer, aunque sea algo que no destaque, es decir la colaboración por encima de los egos personales. Si tal sucediera todas esas manipulaciones se caerían por su propio peso.
    Como decía, esas prácticas son muy antiguas. Un ejemplo relativamente reciente lo podemos encontrar en los nazis, que convencieron a buena parte de la sociedad alemana que judíos, socialistas, comunistas y otras minorías, eran los responsables de los males que acuciaban a Alemania. Recordemos que una parte importante del apoyo al partido nazi procedía de los sectores más marginados de la sociedad alemana, cuando, en buena lógica (Que la práctica diaria de las organizaciones de extrema derecha demuestra día sí y día también), los intereses defendidos por tal organización son coincidentes con los sectores más favorecidos de la sociedad.
    Solo la incultura y la irracionalidad dan soporte a tal comportamiento, y desgraciadamente la situación general, no solo no ha mejorado, sino que ha empeorado, generando un terreno abonado para que las redes sociales se conviertan en un medio más perverso aún al servicio de las clases dominantes, que no más inteligentes (El modelo al que aspiran, manteniendo la acaparamiento de la riqueza y la sumisión incondicional del resto de la sociedad, a larga –un a la larga con plazos más bien cortos- nos lleva a la autodestrucción, incluidos ellos), pero la ambición y la avaricia son malas consejeras.

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  3. Eduardo Baldu
    4 septiembre, 2022 a las 12:32

    En cuanto al concepto de democracia, en mi opinión, es un modelo que realmente no ha existido nunca. Todo lo más aproximaciones con notables defectos. Una verdadera democracia debería ser integradora, y no promotora del individualismo, ya que este prioriza las ambiciones personales sobre las necesidades y prioridades del conjunto social. Cuanto más se prioriza lo individual, y se subordina lo colectivo, más inestable es la sociedad, y la única forma de mantener la estructura social es el autoritarismo, por lo que el concepto de democracia es cada vez más pobre hasta terminar desapareciendo.
    Las democracias occidentales siempre han priorizado los intereses parciales de los sectores mejor posicionados en la sociedad, y las manipulaciones en los procesos electorales siempre han estado a la orden del día. Desde la utilización de la imagen del candidato (Recordemos la elección de Adolfo Suarez, que encandiló a muchas mujeres de mediana edad, o al Felipe González, que hizo otro tanto), cuando lo que los votantes deberían valorar son las propuestas de gobierno de los partidos, que deberían ser expuestas de forma razonada, documentada y justificada. No importan las personas que van a llevarlas a cabo, importa lo que van a hacer. Pero eso son pocos los electores que lo valoran.

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