LA NEUROLOGIA Y EL ALMA DE OLIVER SACKS


NEUROLOGÍA Y EL ALMA
Oliver Sacks
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Puede parecer que siempre ha existido una división entre la ciencia y la vida, entre la aparente
pobreza de la formulación científica y la riqueza manifiesta de la experiencia de los fenómenos
naturales. Es éste el abismo al que Goethe se refiere en Fausto cuando habla de lo grisáceo de la
teoría científica, contrastada con los colores verde y dorado de la vida: Grau, teurer freund, is alle Theorie, und grün des Lebens goldner Baum.
Este abismo, muy pequeño en física, es donde nosotros tenemos las teorías fundamentales de innumerables procesos físicos que son avasalladores en el estudio de la biología; sobre todo de los procesos mentales y de la vida interior, a diferencia de la existencia física, distinguidos por una extrema complejidad, impredecible y novedosa, por principios internos de autonomía, identidad y «voluntad» (Spinoza y Leibniz hablan de esto comoconatus) y por una continua transformación de desarrollo evolutivo.
La magnitud de esta discrepancia, así como el casi irresistible deseo de vernos a nosotros mismos en la cima de la naturaleza, más allá de nuestro cuerpo, ha generado doctrinas de dualismo desde Platón hasta otras mucho más claras, quizá en Descartes, en su separaciónnde dos “esencias” (res extensa y res cogitans) y en su concepción casi mística de un punto de encuentro, un “órgano de unión” entre las dos (para él, la pineal).
Aun en el trabajo de C. S. Sherrington, el fundador de la fisiología moderna, encontramos un explicito punto de vista cartesiano: Sherri ngton veía a sus perros descerebrados como “marionetas cartesianas” privadas de mente: él sentía que la fisiología, por lo menos la clase de fisiología de los reflejos que estudiaba, necesitaba estar libre de toda “interferencia” de voluntad o mente: y se preguntaba si esto, en algún sentido, no trascendía a la fisiología, y podía no formar
un principio separado de la naturaleza humana. Teniendo en cuenta su trabajo anterior, escribió: Que nuestro yo debería consistir en dos elementos fundamentales ofrece, supongo, no mayor improbabilidad que la que debería descansar en sólo uno.

Wilder Penfield, el neurocirujano que en su juventud estudió con Sherrington, encontró el interésde su vida en la exploración de ataques experimentales; ataques durante los cuales los pacientes se encontraban convulsionados segundos o minutos, con una repetición de eventos alucinantes, escenas de sus vidas pasadas, quizá música, episodios en parte sueños, fantasmagóricos o poéticos, pero con un intenso y avasallante sentido de la realidad. (Penfield menciona gente que presenta recuerdos de “la acción de ladrones en una tira cómica», o de ver gente «entrar a una habitación con nieve en su ropa» y de «ver descargar vagones de circo» cuando ellos eran niños).

Estas repeticiones alucinantes, que pueden ocurrir en algunos pacientes con epilepsia en el lóbulo temporal, Penfield encontró que pueden ser también provocadas por estimulación de la corteza del lóbulo temporal durante una operación. Desde el punto de vista de Penfield durante toda la vida, «la vida sensorial» en el inconsciente de un paciente, todas las sensaciones, experiencias y sentimientos que haya tenido son preservadas nítida y totalmente, y grabadas en el cerebro.
Penfield utiliza la palabra “grabar” una y otra vez, y ve a la memoria como la grabadora del cerebro, como algo semejante, a una grabadora mecánica, o a la “memoria” de una computadora.
Penfield piensa que los ataques experimentales, sirven solamente para estimular al azar un segmento de esta memoria. Este es un punto de vista pasivo (o mecánico) de la memoria y del cerebro, y estas fuerzas pasivas lo llevan a considerar el dualismo. En su último libro The Mistery of the Mind (que dedica a Sherrington), concluye que si bien la memoria y la imaginación, la sensación y la experiencia, son realmente “grabadas” en el cerebro, las facultades activas−voluntad, juicio
−no están en el cerebro, no son representadas fisiológicamente de la misma manera, sino que son funciones “trascendentes” irreductiblemente ligadas a la fisiología.
Para Penfield existe un flujo de memoria y de conciencia, «el flujo biológico», y algo suprabiológico. “La mente (no el cerebro)», que observa y dirije a ésta. Entonces, la idea de una frontera se desarrolla de la siguiente manera:
El paciente… programa su cerebro… La decisión viene de su mente, La acción neuronal comienza en los mecanismos más elevados del cerebro. Aquí es el encuentro de la mente y el cerebro. La frontera psicofísica está ahí. Tal frontera tiene que ser enfrentada porque Penfield ve a toda la acción del cerebro como «automática», «acto reflejo» o «computacional»,
pero además obvia, claramente el hombre en sí mismo no es un autómata. Por lo que Penfield resume en sus observaciones:
Después de años de esforzarme por explicar las bases de la mente sólo en la acción cerebral, he llegado a la conclu
sión de que es más sencillo… si uno adopta la hipótesis de que nuestro ser consiste de dos elementos
fundamentales. La «mente» en el sentido que le da Penfield, es realmente una cosa fantasmagórica. Carece de
memoria, o de la necesidad de memoria
−»ella puede abrir los archivos (del cerebro) del recuerdo en un instante”. Ella no necesita de los aparatos, de el
predominio físico del cerebro. Pero Penfield nos dice que como inmaterial, la mente no requiere de “energía”: la energía es normalmente provista a través de su unión al cerebro viviente. Y además (aquí las especulaciones de Penfield se vuelven más fantásticas), la mente puede tener una manera de sobrevivir a la muerte corpórea.
El piensa que la mente puede lograr esto, establ eciendo una relación, un flujo de energía, con las mentes de los seres vivientes, con la mente de Dios o con alguna otra fuente de energía mental en algún lado del cosmos. “Cuando la natural
eza de la energía que activa la mente sea descubierta (como creo será).» Penfield concluye, «llegará el tiempo cuando los científicos estarán en la posibilidad de llegar a un acercamiento válido al estudio de la naturaleza del espíritu diferente de aquél del hombre».
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La lucha entre el pensamiento dual y las varias formas de monismo ha prevalecido desde
los tiempos de Descartes, y está lejos de ser resuelta en el momento actual. La mayoría de los
biólogos creen en la evolución (uno puede no tomar en cuenta la posterioridad trivial de los “creacionistas”, pero los neurólogos y fisiólogos son algunas veces menos racionales en su pensamiento, y pueden excluir a la mente de sus
consideraciones científicas, de otra manera mantienen y reclaman un estatus especial y privilegiado. Así Lord Adrian (quien compartió el premio Nobel de fisiología con Sherrington) escribió en 1966, “Tan pronto como nos dejemos a
nosotros mismos contemplar nuestro lugar en el panorama, puede parecer que estamos dando un paso fuera de las fronteras de la ciencia natural.” (Penfield cita este sentimiento con aprobación en el comienzo de su libro
The Mysters of the Mind, añadiendo, «Estoy de acuerdo con él.») El gran pupilo de Sherrington, J. C. Eccles, también ganador del Premio Nobel de fisiología, ha sido un enfático dualista desde él principio de su carrera, y en verdad sostiene importantes opiniones similares a las de Descartes excepto aquella de Eccles que postula que es la sinapsis (no la
glándula pineal) la que actúa entre el cerebro y la mente.
Fue en relación a Sherrington, Adrian, Penfield y Eccles (y una lista de otros cuyos nombres no son tan conocidos) que el filósofo Carol Feldman, me preguntó una vez: “¿Por qué todos los fisiólogos se vuelven místicos?» Estoy de acuerdo en que ésta es una pregunta fascinante, pero también con que hay muchas excepciones (yo incluido). Hughlings Jackson, un
amigo y seguidor de Darwin, y muchas veces llamado el padre de la neurología, creía en ello y pasó su vida tratando de explorarlo, “la fisiología de la mente.” A pesar de las excepciones duales… seguir en…http://www.posgrado.unam.mx/publicaciones/ant_omnia/24/06.pdf

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