Amor y fidelidad a la Reina y Madre de Jalisco

Amor y fidelidad a la Reina y Madre de Jalisco

Primer Centenario de la Coronación Pontificia de Nuestra Señora de Zapopan

18 de enero de 2021

Por: Héctor Josué Quintero López

NOVENARIO SOLEMNE

Del 9 al 17 de enero tuvo lugar el programa que habría de realizarse en la Basílica de Zapopan con motivo del Centenario: un novenario solemne en el que cada día un prelado celebró la Eucaristía a los pies de la taumaturga de Zapopan, en este orden:

  • 9 de enero, el señor Obispo Don Juan Manuel Muñoz Curiel, OFM, Auxiliar de la Arquidiócesis de Guadalajara.
  • 10 de enero, el señor Obispo electo Don Eduardo Muñoz Ochoa.
  • 11 de enero, el señor Obispo electo Don Manuel González Villaseñor.
  • 12 de enero, el Ministro Provincial Fray Ángel Gabino Gutiérrez Martínez, OFM.
  • 13 de enero, Fray Evencio Herrera, OFM, Vicario Provincial.
  • 14 de enero, el señor Obispo emérito Don Juan Humberto Gutiérrez Valencia.
  • 15 de enero, Don Engelberto Polino Sánchez, Obispo Auxiliar de Guadalajara.
  • 16 de enero, Don Héctor López Alvarado, Obispo Auxiliar de Guadalajara y
  • 17 de enero, el Ministro Provincial Fray Ángel Gabino Gutiérrez Martínez, OFM.

Cabe señalar que diariamente se realizó a las 6:30 de la mañana el rezo del Oficio de lectura y Laudes, a las cinco de la tarde rezo del santo rosario con presencia de los miembros de la Guardia de Honor de Nuestra Señora de Zapopan, a las 18:30 el rezo de Vísperas solemnes y la solemne celebración Eucarística a las 20:00 horas.

LA VÍSPERA DEL CENTENARIO

Ante el desconcierto existente por las medidas sanitarias emitidas el 15 de enero, las comisiones encargadas del ornato externo de la basílica no dejaron de trabajar; la primera de ellas fue un grupo de jóvenes entusiastas, dispuestos a realizar un regio tapete para el paso de su Reina. Se pintaron con anilinas amarillo, rosa y azul varios bultos de aserrín, y para sumarse a esta ofrenda llegó también desde Oaxaca el reconocido tapetero Cristian Andreiv Pérez para realizar, como se acostumbra en la región de Zaachila, una decoración efímera con arenas de colores. Vino dispuesto a plasmar y ofrendar su trabajo, pero sobre todo, a conocer la imagen de la Virgen milagrosa de la que su abuelo le contó tantas historias. En las alturas de la basílica se colocaban banderas y pendones alusivos a los colores marianos y del estado de Jalisco.

Para engalanar el anda en que la soberana saldría al atrio, se mandaron a hacer cientos de rosas y flores de cera escamada, traídas de Tlajomulco de Zúñiga, elaboradas en el taller del Güero Parra por Mónica Parra, quien cuenta que su familia por generaciones se ha dedicado a esta labor. En el taller de orfebrería de la familia Tenorio se terminaba de fabricar la corona conmemorativa que fue mandada labrar con donativos de algunos sacerdotes de la Diócesis y una dote de plata que la misma familia ofrendó, joya que fue siguiendo en parte el diseño de la que hace cien años mandara hacer fray Luis del Refugio, OFM, junto a una adaptación conmemorativa diseñada por un joven restaurador tlaquepaquense.

Esa tarde en Zapopan las ocupaciones parecían no terminar, pues en varias casas uniéndose a las iniciativas populares emitidas a través de las redes sociales, se instalaban altares en honor a la Protectora del lugar, y los vecinos colgaban lazos de papel picado o de plástico (por si las cabañuelas) decorando de azul y amarillo varias calles a la redonda. Ante las vicisitudes el ambiente era festivo: “Todo con amor a nuestra Reina”, se oía decir.

EL DÍA DE LA FIESTA

En punto de las 12 de la noche las campanas del palacio de la Reina de Jalisco anunciaban el arranque de la jornada festiva. En el santuario se alistaban los últimos preparativos, nada debía estar fuera de su lugar. Minutos antes de las cinco de la mañana comenzó una esquila, en seguida otra, y una a una las campanas se fueron uniendo para despertar, al son de la música tradicional del mariachi, a la Emperatriz Poderosa.

Cada canción que entonaba el mariachi San Francisco-Guadalajara se alternaba con unas bellas palabras del Ministro Provincial, bajo el lema “Coronación: ofrenda de amor, 1921-2021, 100 años de la Coronación Pontificia de Nuestra Señora de Zapopan”. Al término de la alabanza “Buenos días, Paloma blanca” comenzó la celebración eucarística aplicada por los bienhechores vivos y difuntos, presidida por fray Francisco Duarte, OFM.

Al transcurrir la mañana y el aviso que las celebraciones vespertinas serían a puerta cerrada, los devotos acudieron a felicitar y honrar a su Reina; no faltó quien entre las súplicas, velas y ramos de flores, le ofrendara un arco floral para decorar la puerta de su casa, un arco realizado a la manera tradicional de los que se levantan triunfales en Guadalajara, con una gran corona de flores amarillas y rojas, y la frase “Reina y Madre de Jalisco: 1921- 2021”.

Así pasaron los minutos de una bella mañana soleada hasta que llegó la hora del Ángelus. La campana mayor de la basílica marcó las doce campanadas y enseguida repicaron todas las campanas; se unieron las de la parroquia de San Pedro de Zapopan, el Sagrado Corazón, y así hasta extenderse el sonido por todas partes de Guadalajara celebrando a su Soberana. Fueron 15 minutos del resonar de los bronces sagrados, aquéllos que congregan a los fieles a los santos oficios, para anunciarles como hace cien años, que Jalisco tiene una Reina, cabe mencionar que el repique no sólo superó la zona metropolitana de Guadalajara, si no, algunas parroquias fuera de la Arquidiócesis de Guadalajara.

En ese mismo momento se estaba celebrando una solemne Eucaristía presidida por el Cardenal y Arzobispo emérito de Guadalajara don Juan Sandoval Íñiguez, quien imploró en su homilía el amparo de la Santísima Virgen, pidiéndole que aplaste la cabeza de la serpiente que tantos males ha traído a la humanidad y recordando que el propósito de tener una Reina es para que dejemos que nos gobierne, que gobierne nuestras vidas y nuestros corazones.

LA SOLEMNE PROCESIÓN

Minutos antes de las cinco de la tarde, las campanas anunciaban el culto a Nuestra Señora con el rezo del Santo Rosario. El atrio, a puerta cerrada y sin gente, lucía terminados los tapetes efímeros por donde pasaría la procesión, algunos fieles tomaban lugar tras las rejas y personal del Ayuntamiento de Zapopan cuidaba que se siguieran los protocolos necesarios. Minutos antes de dar inicio, una breve formación de la banda de guerra de la Guardia de Honor daba el saludo marcial a la Generala.

El altar mayor del santuario lucía en todo su esplendor, flores, luces, todo de primera; un bello acompañamiento musical acentuó este acto mariano. Desde el coro, la potente voz del tenor Juan Carlos Medina, al órgano Omar Padilla, acompañados de un quinteto de instrumentos metálicos recrearon letra y música de misterios y plegarias tan antiguas como “Aún no había collados”, “Oh, Madre Amorosa” y “Tan dulces son tus ojos”, de Francisco de Paula Lemus; “Luz de mi corazón”, de A. García, y “Madre, te hacemos un ramo”, de C. Aréchiga. El momento fue sublime, las súplicas y alabanzas eran la mejor ofrenda a la Virgen de Zapopan en su calidad de Reina del Cielo. Se expuso de manera solemne el Santísimo Sacramento en custodia nueva, y luego de un acto de adoración se impartió la bendición y comenzó la procesión triunfal y festiva.

Al bajar la Virgen sobre el trono en que sería trasladada, las andas lucían cuajadas de flores y velas encendidas, en señal de las súplicas y oraciones que ante ella que se elevan al cielo por medio de su intercesión. A la luz de las velas, se revelaba la antigua imagen mística, portentosa, y daba a su aspecto un rostro encendido y vivo, que más parecía que se manifestaba ante nosotros la misma Madre de Dios, Reina en los cielos.

Con toda solemnidad, la Reina de Jalisco fue llevada en andas por los franciscanos, sus fieles custodios, mientras se interpretaba la Entrata festiva de Flor Peeters. Al salir de la basílica la recibió una lluvia de pétalos de rosa, las campanas se echaron a rebato, y la banda de guerra hizo lo suyo dando a su Generala el trato de su investidura. “Todo nuestro amor y fidelidad a la Reina y Madre de Jalisco”, se oyó; estallaron los aplausos y la emoción en los corazones era evidente, estábamos ante el paso de nuestra Reina, de la Madre que vela por Jalisco desde que muchos siglos antes de que naciera como estado se echó en su surco la semilla del Evangelio.

Cerrado el peregrinaje y una vez sobre el altar, que se convirtió en su pedestal, se entonó la versión musicalizada de la antífona Salve, Regina, de A. Caro; luego, el Ministro Provincial dedicó, previa a la bendición, una muy sentida súplica a la Santísima Virgen. Vino luego un acto de veneración por parte del clero allí reunido, durante el cual se pudo escuchar el Himno Pontificio y la Plegaria (de los tres amores). Para engalanar la ocasión, se entonó el Himno a la Santísima Virgen de Zapopan, aquél que se cantó hace cien años, en esta ocasión bajo el arreglo de Omar Padilla, terminado lo cual la imagen regresó a su manifestador.

LA CORONACIÓN CONMEMORATIVA

En punto de las 20:00 horas, el Cardenal José Francisco Robles Ortega presidió la misa de acción de gracias por el centésimo aniversario de la coronación pontificia, que en su homilía ponderó en estos términos: “pongamos sobre sus sienes una corona de confianza, de esperanza filial, una corona de compromiso evangelizador”.

Durante la procesión del ofertorio se presentó la nueva corona, la cual se le impuso antes de impartir la bendición y despedir a la asamblea. Para ello, la imagen se bajó y condujo al ingreso de la basílica sin corona alguna. Los fieles que desde la Plaza San Juan Pablo II se unieron a la ceremonia la ovacionaron con entusiasmo. Su arribo procesional fue solemne. Ya en la mesa del altar, el señor Arzobispo bendijo la nueva corona y se la colocó, ratificándola como Reina de Jalisco.

A una señal, las campanas se echaron a vuelo, atronadoras, los obispos y el arzobispo hicieron reverencia con mitra y báculo ante la Divina Pastora. Cuando cesó el repique se entonó el Salve Regina, los Obispos impartieron la bendición con la santa imagen y en ese momento se entonó el Te Deum, cima de la ceremonia. Ya con la Zapopana sobre su rica peana de plata, la que le donó exactamente hace un siglo el Siervo de Dios don Francisco Orozco y Jiménez, en el atrio la noche se tiñó de colores, un espectáculo de fuegos pirotécnicos de lo más espléndido: coronitas, cohetes, bombas que en número de cien dejaron ver enormes crisantemos de los vistosos colores, la última de cuyas luces fue el punto final de este aniversario.

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