Incluso los egoĆstas,
incluyendo a los hipĆ³critas,
todos fenecemos.
No obstante,
cuando vivimos,
nada queremos por igual.
Queremos mƔs;
queremos menos.
Somos dadivosos;
luego desdeƱosos.
Pero cada quien es una Teresa de Calcuta,
con o sin cuernos;
desnudos o con el hƔbito sucio.
Y desde nuestros templetes
damos mƔs de lo que recibimos,
porque,
en un mundo desigual,
nadie mantiene una misma riqueza,
asĆ que unos pierden mĆ”s que otros;
asĆ otros dan mĆ”s de lo que reciben.
Y cada quien se echa la papa caliente,
para ver quiƩn fue el menos dadivoso
en esta vida llena de vicisitudes.
Pero nadie, nadita nadie,
se pone a pensar en lo que dispone
y lo que puede dar,
y
de todos modos
serĆ” el mismo valor de cualquier mortal.