EL DESENLACE

Ayer volvió a ser un día memorable. Recibí el primer ejemplar de la segunda parte de la Bilogía de Lía. «Lía, ahora y siempre». Sí, ya está conmigo, en papel, en mis manos y con él se cierra mi primera historia.

Se suele decir que un escribir un libro es como un parto, pues este entonces es el cuarto para mí y lo he recibido incluso más nerviosa que el anterior.

Me habéis regalado tanto los oídos con la primera parte de mi historia, que ahora los nervios se han multiplicado por mil. Estoy ansiosa por saber que os parece el desenlace de la historia de amor de Lía y Axel.  Por eso, hasta que la semana próxima pueda a empezar a mandarlo a todos los rincones, quiero compartir con vosotros el prólogo. Espero que os guste.

«»OJO»»- No leáis a partir de aquí si no habéis leído la primera parte.

» SPOILER»

PRÓLOGO:

Mi estúpida teoría de que mi vida se rige por ciclos de dieciocho años se ha ido a la mierda de un plumazo, Axel apenas me ha durado quince  meses y encima a intervalos, si contamos que durante cinco meses no nos vimos ¿Y ahora qué? Sin teoría válida y sin expectativas de que surja una nueva, solo me queda analizarme a mí misma.

No me puedo creer que en los últimos meses mi vida haya dado tantas vueltas. Si cualquiera me hubiera dicho hace tiempo que iba a terminar con las dos relaciones más importantes que he tenido en mi vida, en un periodo de tiempo tan corto, le hubiera dicho que se equivocaba de persona, que era imposible que eso me fuera a suceder a mí.

La Lía que yo conocía,  que de verdad pensé que después de 37 años me conocía, nunca hubiera saltado sin red, hubiera intentado mantener la calma y la coraza después de haber terminado su relación con Carlo y no se hubiera complicado la existencia empezando una relación con nadie, mucho menos con alguien diez años menor que ella. Pero esa Lía, que creí conocer, se dejó llevar, para sorpresa de todos, y se transformó en la Lía de ahora. Cambié todas mis bases el día que Axel apareció en mi vida. Intenté mantener la distancia, al menos al principio, pero poco a poco, nuestras barreras se difuminaron y se fueron volviendo invisibles. No sé qué clase de química existió entre nosotros que nos arrastró a fusionarnos, pero me sentía tan bien entre sus brazos, que esa sensación me hizo despegar los pies del suelo, es difícil de explicar.

Resumiendo, se puede decir que me atrapó.

Ahora sé que pagaré las consecuencias de mi salto al vacío. Estoy sola, sola otra vez: pero esta vez es mucho más difícil que la anterior, porque  esta vez, mis hijos tampoco están conmigo.

Mis días consisten en levantarme por la mañana, mirarme en el espejo después de ducharme y convencerme a mí misma de que tengo que seguir mirando hacia adelante. Voy  a trabajar e intento sonreír, aunque no siempre lo consigo. La fuerza para continuar con mi vida llega a cuenta gotas, como un grifo que no cierra bien y gotea cada cierto tiempo, con ese maldito sonido que se te mete en el tímpano cuando la gota choca contra el lavabo.

Cuando llega la  noche y me acuesto, pienso en Axel, pienso en que lleva casi dos meses sin hablarme, pienso en cada letra de la nota que me dejó, “no hemos sido nada” y pienso que fui yo la que le arrastró a marcharse. Creí que, cuando se le pasara el enfado, me llamaría o me mandaría algún mensaje, aunque solo fuera  para saber cómo estoy; pero nada, cero. Probablemente me odie y nunca más tengamos contacto, lo único que hice fue contarle una sarta de mentiras, comportarme como una desequilibrada y  encima dejé que se fuera de mi vida sin ser sincera con él, vamos, una maravilla de actuación. Ahora solo me quedan los remordimientos. Mi conciencia me dice que hice lo correcto, él estaba despegando y no podía retenerle a mi lado; pero mi corazón, eso es otro tema, porque mi corazón piensa otra cosa bien distinta.

Sé que jamás podré estar con nadie como he estado con él, aunque suene ridículo es así como lo siento. Sus caricias vienen a mi mente para atormentarme cuando me meto en la cama, cada noche. Echo en falta tantas cosas de él; cenar no ha vuelto a ser lo mismo desde que él no me prepara la cena; al loft no soy capaz de entrar, porque me falta el oxígeno si pongo un pie en ese espacio. Todos los momentos de placer que he sentido pegada a su cuerpo, en cualquier rincón del mismo, se cruzan por mi mente, una y otra vez, como si de un sueño se tratara, aunque sé que un día fueron reales. Echo en falta sus besos, sus caricias, su forma de cuidarme, su sonrisa, hasta su puntual arrogancia…

Ahora en mi vida solo queda hueco para las lamentaciones.

¿Qué he hecho?

¿Cómo voy a poder vivir sin él?

lia, ahora y siempre

7 comentarios en “EL DESENLACE”

Deja un comentario