Historia de la vida del Buscón (1626), de Francisco de Quevedo: «De las crueldades de la ama y travesuras que hizo: Me dijo un responso y fue desesperado» (Libro primero, cap. VI, 7)


Cuadróle al corregidor la traza, con la codicia de la prisión. En esto llegamos cerca, y el corregidor, advertido, mandó que debajo de unas yerbas pusiesen todos las espadas escondidas en un campo que está enfrente casi de la casa; pusiéronlas y caminaron. Yo, que había avisado al otro que ellos dejarlas y él tomarlas y pescarse a casa fuese todo uno, hízolo así; y al entrar todos quedéme atrás el postrero, y en entrando ellos mezclados con otra gente que entraba, di cantonada30 y emboquéme por una callejuela que va a dar a la Vitoria31, que no me alcanzara un galgo.
Ellos que entraron y no vieron nada, porque no había sino estudiantes y pícaros (que es todo uno), comenzaron a buscarme, y no hallándome, sospecharon lo que fue, y yendo a buscar sus espadas, no hallaron media. ¿Quién contara las diligencias que hizo con el retor el corregidor? Aquella noche anduvieron todos los patios reconociendo las caras y mirando las armas. Llegaron a casa, y yo, porque no me conociesen, estaba echado en la cama con un tocador32 y con una vela en la mano y un Cristo en la otra y un compañero clérigo ayudándome a morir, y los demás rezando las letanías. Llegó el retor y la justicia, y viendo el espectáculo, se salieron, no persuadiéndose que allí pudiera haber habido lugar para cosa. No miraron nada, antes el retor me dijo un responso; preguntó si estaba ya sin habla, y dijéronle que sí; y con tanto, se fueron desesperados de hallar rastro, jurando el retor de remitirle33 si le topasen, y el corregidor de ahorcarle fuese quien fuese. Levantéme de la cama, y hasta hoy no se ha acabado de solemnizar la burla en Alcalá.
Y por no ser largo, dejo de contar cómo hacía monte la plaza del pueblo, pues de cajones de tundidores y plateros y mesas de fruteras (que nunca se me olvidará la afrenta de cuando fui rey de gallos)34 sustentaba la chimenea de casa todo el año. Callo las pinsiones35 que tenía sobre los habares, viñas y huertos, en todo aquello de alrededor. Con estas y otras cosas, comencé a cobrar fama de travieso y agudo entre todos. Favorecíanme los caballeros y apenas me dejaban servir a don Diego, a quien siempre tuve el respeto que era razón por el mucho amor que me tenía.

30dar cantonada: dar esquinazo, desaparecer al girar una esquina o cantón. 31calle Vitoria: calle Victoria, situada en el centro de Madrid y perpendicular a la calle Mayor. 32tocador: paño que se usaba para cubrirse la cabeza o como gorro de dormir. 33remitir: entregar, en este caso al juez. 34rey de gallos: referencia al episodio de Carnestolendas narrado en el capítulo II. 35pinsiones: rentas.


Fotografía: Escher Károly – Anterior (cap. VI, 6): «Ya ponían los alguaciles mano a las varitas» – Siguiente (cap. VII, 1): «Hícele cuartos y dile por sepultura los caminos» – Historia de la vida del Buscón · Diccionario y sumario del Buscón.