Dunkerque, suspenso con camuflaje militar

Texto de Humberto Sánchez Amaya (@HumbertoSanchez) publicado previamente en El Nacional

Christopher Nolan hizo una película inspirada en la guerra en la que no se le ve el rostro al enemigo, que se sugiere y se siente mientras intimida y acecha. El cineasta británico logra en Dunkerque una obra que se aleja de lo que se suele acostumbrar en este tipo de historias, para concentrarse en los sentimientos de unos soldados que intentan escapar de las trágicas consecuencias de la derrota.

El largometraje, que se estrena hoy en Venezuela, se basa en la Operación Dinamo que se trazó como objetivo el rescate en las costas de la ciudad francesa de Dunkerque de más de 200.000 soldados franceses y británicos durante la Segunda Guerra Mundial.

Los militares están rodeados de alemanes. Apenas tienen un espacio de la costa en el que esperan ser rescatados por buques. Pero la tarea no es sencilla. Constantemente son atacados bien sea desde el aire o desde las profundidades del mar, mientras otro grupo impide el avance enemigo por las calles de la ciudad. El perímetro es cada vez menos seguro y las posibilidades de salir con vida de ahí se reducen con las reiteradas embestidas de la Luftwaffe.

Nolan, quien también es guionista del filme, desarrolla las vicisitudes de la trama desde tres puntos de vista: tierra, aire y agua. Cada línea temporal tiene un protagonista. Tommy (Fionn Whitehead) es un soldado en la playa que busca un espacio en los barcos, Mr. Dawson (Mark Rylance) es un civil que intenta llegar desde Gran Bretaña a la costa para rescatar a los militares que quepan en su modesta embarcación de paseo, mientras que Farrier (Tom Hardy) es un piloto británico que con escaso combustible prevé apoyar en la evacuación.

Ellos son los responsables de mantener la atención –y la tensión– en este filme que tiene más de suspenso que de bélico. Las armas no son más que una excusa para adentrarse no en el miedo de estos hombres, sino en la convicción por el propósito de lograr con buen fin una tarea titánica y a todas luces adversa.

La muchedumbre en su desespero no hace sino sumir al espectador en la soledad de cada uno de los que ahí aguardan, a la intemperie y totalmente expuestos a las fauces de la maquinaria bélica alemana. La fotografía de Hoyte van Hoytema, experto en captar ese desasosiego en medio del aparente abandono –como se ve en su trabajo en Interstellar y Her suma lo necesario para cumplir con ese propósito en la historia, que se vuelve mucho más vibrante cuando se revela el plan de que un grupo de civiles con sus barcos pesqueros y de paseo colaboren en el rescate.

Es entonces cuando la película, con música de Hans Zimmer, adquiere un mayor valor al convertirse en una odisea de David contra Goliat, cuando disminuye la importancia del aparataje militar en pos de la experticia de quienes sin uniforme sienten el compromiso no solo con su país, sino el ímpetu de enfrentar lo que consideran la barbarie que se acerca a sus hogares.

Y sí, hay que darle la razón a Nolan, Dunkerque es un largometraje para ver en una sala de cine.

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