Las esculturas vitales de Gustav Vigeland


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Gustav Vigeland (1869 – 1943) es sin duda el escultor noruego más conocido. Influenciado por Auguste Rodin y por las obras del Renacimiento, sus esculturas destacan sobretodo por la temática humanista que las caracteriza, la vida, la muerte, la relación entre hombres y mujeres…

Sobretodo se le conoce por ser el diseñador de la medalla del premio Nobel de la Paz (el único que se entrega en Noruega, el resto se deciden y entregan en Suecia) y por la llamada “Instalación Vigeland (Vigelandsanlegget)”, una obra de arte permanente situada en uno de los parques más conocidos de Oslo, el Frogner Park, y totalmente pública. La historia detrás de ésta empieza en 1921 cuando la ciudad de Oslo decidió demoler la casa donde vivía Vigeland para construir una biblioteca. Después de una larga disputa, el escultor llegó a un acuerdo con el ayuntamiento en el que se comprometía a donar a la ciudad todas sus obras futuras a cambio de un edificio donde pudiera vivir y trabajar sin pagar ningún tipo de alquiler.

Así durante los siguientes veinte años, Vigeland se centró en el proyecto de una exposición permanente al aire libre que culminó con una instalación de 212 esculturas de bronce y granito presididas por un monolito formado por 121 figuras.

Una obra tan magnánima se merece ser analizada en detalle y no escatimar en tiempo si se quiere visitar. A menudo se dice que seas quien seas y estés en el momento vital que sea, encontraras una escultura de Vigeland con la que te identificarás. El nacimiento, la infancia, la adolescencia, la juventud, la madurez y la vejez…múltiples escenas que caracterizan estas etapas de la vida.

Una vez entrados en el parque y recorrido un camino rodeado de árboles, se llega a la avenida principal desde donde se pueden observar las primeras obras, en este caso representaciones de escenas de la infancia hechas en bronce. A medida que el visitante va avanzando en línea recta, múltiples esculturas a ambos lados, elevadas por una baranda de granito van apareciendo. Las posturas y expresiones faciales son de un realismo extraordinario, transmitiendo estados de ánimo y de alguna manera interpelando al espectador a reflejarse en ellas. Para despedir esta primera parte de la obra, el final de la avenida está culminado por una fuente con escenas del final de la vida, donde encontramos una metáfora de como el hombre y la naturaleza son una misma cosa en diferentes estados, tal que cuando el hombre llega al final de su vida, su cuerpo vuelve al estado previo, mezclándose con la tierra y transformándose en nutrientes que en el futuro devendrán nuevos organismos vivos. Acabada esta parte, unas escaleras invitan al visitante a proceder en este viaje vital y llegar a la explanada del monolito.

La superficie circular sobre la que esta instalada esta parte final de la obra de Vigeland contiene esculturas íntegramente de granito. Una escalinata circular, representando una concepción circular del tiempo, nos invita a seguir nuevamente las escenas y etapas de la vida, empezando por la infancia (Imagen 9) y acabando con la vejez. Vigeland consigue plasmar las inquietudes, deseos y emociones de cada etapa de una forma exquisita, desde la serenidad de la juventud después de la adolescencia (Imagen 4, 5), al enamoramiento (Imagen 6) y el paso del circulo personal múltiple (amistades, familia) a la dualidad (pareja).

Finalmente, a medida que los años pasan, el cuerpo y la concepción de la realidad van cambiando, el vigor y la energía van desapareciendo y empezamos a ver esculturas más curvadas, esculturas que nos muestran la última etapa de la vida. Una de las más destacadas es la que muestra una madre envejecida que ya solo cuento con el hijo como apoyo, pero este ya tiene la mirada perdida pensando en su propio futuro (Imagen 7).

La estructura central de esta parte es un monolito que nos muestra la cruda realidad de la vida. Con los niños y los jóvenes en la cima y la gente mayor en la parte inferior, Vigeland nos viene a decir que todos nos agarramos a la vida con fuerza (parte superior) pero a medida que vamos envejeciendo, vamos cayendo y dejando espacio a las nuevas generaciones, en otras palabras, nos encaminamos hacia el final de la vida sin poder evitarlo. Memento Mori.

Rosa M. Torrademé

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