Espacios en blanco

Espacios en blanco, de Miguel Francisco (Astiberri)

En los últimos años cientos de miles de personas han emigrado desde España hacia el centro y el norte de Europa en busca de una oportunidad laboral. En muchos casos han vivido situaciones complicadas debido a la lejanía de la familia, al desconocimiento del idioma, a la escasez de oportunidades laborales acordes con sus cualificaciones… Por suerte, también hay muchas historias con un balance positivo. El autor de Espacios en blanco, Miguel Francisco, queda englobado en el grupo de quienes tuvieron éxito en el extranjero. Tras dedicarse al mundo del cómic y el diseño durante muchos años, emigró a Finlandia, donde atesora una consolidada carrera en la industria de los videojuegos. Tras mucho tiempo sin hacerlo, se decidió a trabajar de nuevo en un cómic y el resultado ha sido brillante.

La historia personal del autor en Finlandia es interesante, ya que Miguel Francisco nos hace testigos de su accidentada llegada al país nórdico y de su peculiar entrada en su mercado de trabajo. A pesar de ello, lo mejor de Espacios en blanco es la profunda reflexión sobre la memoria y su construcción generacional. Su hijo ha nacido en Finlandia y le hace preguntas sobre su infancia en España y sobre la vida de su abuelo. Esto lleva al dibujante de Badalona a rememorar los interrogatorios a los que él mismo sometía a su padre sobre el pasado de su propio abuelo. El título del cómic no podría ser más adecuado, ya que el objetivo del dibujante es rellenar los espacios en blanco en su memoria familiar para así, transmitírsela a su vástago.

El guión es muy sólido y consigue crear una trama fluida que nos lleva a diferentes etapas de la historia de España siguiendo los pasos del abuelo y el padre del autor. El misterio que suponen los seis años que pasó su abuelo en Argentina en los años 20, la esperanza – y la frustración – que supuso la República para el campesinado andaluz, el estallido de la guerra y la salvaje represión de la posguerra tienen cabida en la memoria familiar de Miguel Francisco. Pese a los constantes saltos temporales, la linea argumental está bien construida y los huecos poco a poco se van rellenando.

Las tres generaciones de niños – abuelo, padre e hijo – permiten a Miguel Francisco establecer un paralelismo claro: el deseo de conocer el pasado de sus respectivos progenitores. Al mismo tiempo , el autor utiliza a los niños para mostrar la evolución de España en el siglo XX. La forma en que se aproximan a la memoria las tres generaciones también merece un apunte: los silencios del padre del autor sobre su dura infancia en los años 40, el deseo de conocer el pasado de su abuelo del propio Miguel en la España de los años 70, y la visión más lúdica y más alejada del hijo del autor se complementan para crear un mosaico muy elaborado. El pasado, el presente y el futuro quedan ligados a través de la memoria.

A nivel gráfico el trabajo del dibujante badalonés es excepcional. Con un estilo muy personal y un gran uso del color, consigue recrear atmósferas muy diversas: desde la oscuridad del invierno de Helsinki a los tórridos veranos del campo andaluz. El contraste entre los vivos colores del presente y los tonos sepias de las viñetas situadas en el pasado es muy efectivo y consigue facilitarnos la lectura. Los personajes, muy estilizados y con marcado estilo cartoon, transmiten emociones y nos permiten identificarnos con ellos, especialmente en el caso de los niños. Las composiciones de página están muy trabajadas y en ocasiones son muy originales. Siempre al servicio de la acción, Miguel Francisco utiliza con maestría los recursos propios del cómic para dotar del ritmo adecuado a la trama. Por último, son dignas de mención las escenas oníricas que incluye el relato, en las que el dibujante se desata y demuestra de lo que es capaz.

En definitiva, Espacios en blanco es una obra muy recomendable. Como otras obras reseñadas anteriormente en este blog, la historia que narra es una historia personal, que en realidad es una historia generacional. En este caso, el protagonista no es Miguel, ni siquiera lo son sus familiares; la protagonista es la transmisión de la memoria de una generación a las siguientes. Tras tantos años de silencio, muchas veces impuesto, es necesario hacer públicas estas pequeñas historias que nos interpelan a todos y a todas y la necesidad de preservarlas para que las nuevas generaciones no las olviden.

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