Pensar ‘desde’ la Literatura

 

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    Soy un discrepante. Por grado o por necesidad suelo meterme en controversias. No llego al extremo de Unamuno (”contra todo y contra todos”), pero me he acomodado a vivir en el disenso. Hace poco, en un congreso sobre Estudios Generales, me dijeron: “La literatura es sólo estética”. Yo, claro, discrepé: la literatura es comunicación, expresión, apelación, negocio, estética, claro, y reflexión, entre otras cosas más.

Para esta última función no hay más que leer a Mijail Bajtín, pensador ruso que dedicó su vida al estudio de la Literatura. Quienes pertenezcan a mi gremio no pueden desconocerlo. No lo desconocen. Es inexcusable. Bajtín aportó una serie de conceptos cruciales en la ciencia literaria: dialogismo, polifonía, carnavalización, etc. La vida de Bajtín, pese al prestigio actual, fue tan sombría como la de Kafka o Pessoa. Perseguido, censurado, condenado, se dice que llegó a enterrar parte de sus escritos. Poco tiempo en las universidades, no llegó a doctorarse y tuvo que publicar parte de su obra bajo heterónimos de otros pensadores aceptados.

Lo que más me interesa de Bajtín—amén de su consabida brillantez, originalidad e influencia—es el hecho de que no piensa sólo sobre la Literatura, sino que piensa desde la Literatura. Es decir, que conoce la literatura hasta tal profundidad y extensión que la trasciende y comprende, a partir ella, a través de ella, un espectro mucho más amplio de realidades éticas, comunicativas o culturales.

A Bajtín lo leen estudiosos de la Literatura, filósofos, antropólogos, lingüistas. Y ello es posible no sólo porque su formación fuera vasta y heterogénea (¡autodidacta!), sino también porque supo descubrir en la Literatura lo que ésta tiene de humanidad (de miembro de las Humanidades); el hecho de que la Literatura habla sobre el hombre todo.

El estudio de Dostoyevski y Baudelaire, sobre todo, le sirvieron para reflexionar sobre asuntos que trascendían con mucho a ambos. Para Bajtín, el autor de Crimen y castigo llevó a su consumación la novela polifónica, aquella en la que las voces de personajes, narrador y autor se cruzan en un diálogo irreductible y equitativo: ninguno prevalece sobre otros, ninguno se subordina a otro. La polifonía de Dostoyevsky es una concreción de una concepción más amplia, el dialogismo, que él explica así:

Es que las relaciones dialógicas representan un fenómeno mucho más extenso que las relaciones entre las réplicas de un diálogo estructuralmente expresado, son un fenómeno casi universal que penetra todo el discurso humano y todos los nexos y manifestaciones de la vida humana en general, todo aquello que posee sentido y significado (Problemas de la poética de Dostoyevski, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 67).

En mi simple paráfrasis, que el ser humano vive en un irreductible diálogo con sus otros, y que la vida humana y social se desarrolla según esta dinámica que no es dialéctica, porque una tesis nunca se fundirá con su antítesis (pese a Hegel), sino que ambas convivirán en una tensión feraz. El blanco nunca se perderá en el negro, ni el individuo en la multitud, ni mi discrepancia en el gregarismo.