―¡Qué barbaridad de luna!; alumbra que parece el sol —decía uno en la plaza. Y la luna lo oyó con pena, pues sabía que tenía razón y que quien alumbraba era en realidad el sol.
La luna odia que se hable de su luz. Los poetas dicen: «La luz de la luna», y eso no existe, existe «La luz que se refleja en la luna». Pobres, los poetas, nunca se enteran de nada, y hasta la luna los odia; todo lo que aman, los odia. Pobres poetas, no saben amar ni ser amados.
Amar a la luna y recrearse en su luz es como admirar las sonrisas que provoca el placer que su amante le procura a tu mujer.
Felipe Santa-Cruz
Relato extraído del libro Rutinas
Pobrecitos los poetas, que nunca se enteran de nada. Pobres, pobres, pobres. Los poetas. ; )
Un abrazo, Felipe.
No tienen remedio, ni lo requieren. Un abrazo, Pedro.