En África se preserva el respeto por las costumbres incluso en los estados africanos que optaron por la república como forma de gobierno. Sus jefes y reyes tradicionales siguen ejerciendo gran influencia social, aunando tradición pero también modernidad manteniendo así su legado cultural. Un ejemplo lo encontramos en la República de Uganda, situado en el África oriental y limitado por el lago Victoria, Kenia, Sudán, Congo y Ruanda.
Independiente del protectorado británico desde 1962, la monarquía se abolió cuatro años después restaurándose simbólicamente hace poco más de veinte años. Su actual monarca es Muwenda Mutebi y, aunque es un país políticamente inestable, sus avances sociales son envidiados por muchos otros países del continente destacando en la educación y en la lucha contra el HIV/SIDA a través de campañas que promueven el uso de los preservativos y la propia abstinencia sexual. Actualmente la mayor parte de la población es cristiana (85%) mientras que los musulmanes son una minoría (12%), pero hace dos siglos la situación era muy distinta teniendo el país una historia que merece la pena conocer.
Uganda toma su nombre del Reino de Buganda tras convertirse en protectorado británico en el año 1894. Sus orígenes se remontan (que se sepa) a principios del siglo XVI, conociéndose entonces como el imperio de Bunyoro-Kitara, que se dividía en reinos independientes. Nos centraremos en uno de ellos.
Como pasa tantas y tantas veces por desgracia, las luchas entre países vecinos estaban a la orden del día. Sus reyes abocaban a la población a encarnizadas guerras alternando con períodos de paz. Pero será en el siglo XIX, muy lejos de allí, en el viejo continente europeo, que se producirá un hecho que acabará también por afectarles al ocasionar que el hombre blanco decidiera irrumpir en sus poblados.
¿Y qué llevó a los europeos a adentrarse en esas selvas y tierras tan peligrosas como desconocidas? Ni más ni menos que la revolución industrial y la necesidad de expandirse en busca de esas materias primas que necesitaban para mantener las incipientes industrias. Sí, también se buscaba propagar la Fe de Cristo para contrarrestar la musulmana pero los verdaderos intereses de los gobiernos eran otros. Es ese primer e impactante encuentro entre el hombre blanco y el cruel y sangriento Rey de Buganda, Mutesa I, lo que os explicaré a continuación.
John H. Speke y James A. Grant eran dos exploradores, subvencionados por la Real Sociedad Geográfica de Gran Bretaña, en busca de las soñadas fuentes del Nilo Blanco en el interior de África, el mayor desafío de las exploraciones del momento, un desafío que dos mil años antes, el geógrafo griego Claudio Ptolomeo, ya apuntaba dónde buscar: en las nieves de los Montes de la Luna. Incluso el emperador Nerón envió en el año 66 d. C. una expedición con dos centuriones para dar con ellas.
Desde que Speke y Grant partieron en 1857 en su búsqueda, recorrieron miles de kilómetros y sufrieron múltiples penalidades. Tres años después llegarían a un próspero territorio, Buganda, donde encontramos (ahora sí) a nuestro singular soberano Mutesa I que reinaba como señor de todo y todos desde hacía cuatro años, con el ejército más poderoso de África central. Mientras Grant se recuperaba como podía de una grave infección en la pierna sin poder seguir el ritmo de su compañero (…y es que el viaje fue muy duro), sería Speke quien se aventuraría en su encuentro con Mutesa. El 20 de febrero de 1862 se presentó en el poblado y delante del rey. Jamás habían visto a un hombre blanco y la curiosidad de los nativos les hacía acercarse tocándoles el pelo, las manos… hasta ese extraño objeto que tenían en los pies, los zapatos, aunque el temor les hacía alejarse rápidamente porque habían llegado rumores de que esos hombre blancos «comían carne humana tres veces al día». El soberano los retuvo casi cinco meses (así evitaba que marcharan a los dominios de su enemigo el rey de Bunyoro) y durante ese tiempo Speke pudo conocer de primera mano como se imponía el terror y la sinrazón en ese reino. ¡Cómo debió de quedarse el explorador cuando se sacrificaron en un ritual a más de 400 personas para celebrar su llegada! Para demostrar como funcionaban sus rifles ordenó a un paje que disparase contra un hombre, que murió al instante. En otra ocasión, ordenó cortar las orejas a uno de sus servidores por no transmitir bien un mensaje de Speke y durante todo el tiempo que permaneció en la aldea pudo presenciar numerosas mutilaciones y ejecuciones entre ellas la de muchas de las 400 esposas del rey, frecuentemente por mínimas ofensas como podían ser el dirigirse a él directamente para ofrecer una fruta en lugar de hacerlo a través de una tercera persona.
Speke llegaría en solitario el 28 de julio de 1862 a las cataratas Ripon, donde el lago Victoria alumbra el río Kivira, identificado como el primer tramo del Nilo (Nilo Victoria).
Después de 28 años de cruel reinado moriría Mutesa I. Antes permitió el envío de misioneros cristianos que convertirían a parte de su gente al cristianismo aunque él nunca se llegó a convertir por una razón práctica: no quería abandonar la poligamia. Le sucedería en el trono su hijo Mwanga II, que vería con malos ojos la moral cristiana al reprocharle que vendía a su pueblo como esclavos y al practicar la homosexualidad. Fue entonces que no le tembló el puso (de tal palo tal astilla) al dar la orden de asesinar a los primeros ugandeses convertidos al cristianismo, los conocidos como Mártires Cristianos de Uganda. Esto iniciaría las disputas entre protestantes, católicos y musulmanes que no finalizarían hasta la victoria anglicana en 1891 y el posterior exilio de Mwanga.
Como decía al principio, Uganda es hoy un país mayoritariamente cristiano y uno de los países africanos donde más se ha avanzado en la lucha contra el SIDA y en educación. Lejos de ser una sociedad perfecta se ha avanzado mucho y si tenéis la oportunidad de visitar el país no dejéis de ver las tumbas de los reyes de Buganda en la colina de Kasubi de la capital Kampala, declaradas Patrimonio de la Humanidad desde el año 2001.
Una lectura
Diario del descubrimiento de las fuentes del Nilo, de John Hanning Speke. Ed. Espasa, Madrid, 2003.
Para saber más
La búsqueda de las Fuentes del Nilo, artículo del historiador Josep Maria Casals en NGH Nº 133.
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