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Leer a Jordi Costa (Barcelona, 1966) es interiorizar cine en palabras, verlo con otros ojos a través de sus lúcidas radiografías, reveladoras de lo que late tras las imágenes filmadas y de los resortes que las crean. Uno de los mejores y más veteranos analistas de cine del panorama español actual.

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Jordi Costa, colaborador habitual en el Curso de Cinematografía de la Cátedra de Cine de Valladolid, en el intermedio del seminario que impartió este año sobre «Animación y contracultura»

A su larga trayectoria como crítico en publicaciones como El País y Fotogramas, se unen otras muchas facetas: autor de numerosos libros propios (como “Hay algo ahí afuera: una historia del cine de ciencia ficción”, “El sexo que habla”, “Una risa nueva: posthumor, parodias y otras mutaciones de la comedia”, “Películas clave del cine de animación”) o colectivos (como “Profondo Argento”, “Franquismo pop”, “Monstruos modernos”, “Animatopia”); comisario de exposiciones; guionista de cómic; director de los largometrajes “Piccolo grande amore” y “La lava en los labios”; colaborador en radio y en televisión, destacando actualmente su trabajo en el programa “Historia de nuestro cine” de La 2 de TVE; profesor en diversos ámbitos, como en la Universidad Camilo José Cela y en la Escuela de escritores de Madrid. Por resumir para quien no lo conozca: especialista en cine, literatura, cómic y cultura popular.

Esta no es la publicación de una entrevista al uso, pues no lo fue como tal, sino que transcribe en síntesis el resultado de una amena comida, en el intermedio de su seminario sobre “Animación y contracultura” impartido durante el pasado Curso de Cinematografía de la UVA, conversando sobre aquello que Costa domina tan bien y transmite con pulso firme y certero.

Primeros recuerdos cinéfilos y sus inicios en la crítica

No me acuerdo de mi primera película porque creo que mis padres me llevaban al cine de forma habitual, así que no conservo la sensación de una ocasión especialmente importante que me marcara. Además, frecuentaba mucho las proyecciones de domingo, en programa doble, del colegio de curas salesianos en el que estudié en Barcelona.

Sí que recuerdo el primer largometraje que vi solo, de adolescente, porque ninguno de mis amigos quería verlo: “Un hombre lobo americano en Londres”.

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Estrenada en octubre de 1981 en España, se considera actualmente una película de culto. Motivó una secuela poco afortunada a finales de los años 90 con un reparto totalmente distinto: «Un hombre lobo americano en París»

De pequeño elaboraba mis cuadernillos, escribiendo los argumentos de las películas y pegando al lado sus correspondientes anuncios del periódico.

En cuanto a publicar, empecé escribiendo crítica de cómic, que me encantaba. Me inicié muy joven, a los quince años, en la revista El Víbora. Fue en 1981, el año que se celebró el primer salón del cómic de Barcelona, que me impactó mucho. Ese salón sí que lo recuerdo como experiencia de iniciación: asistir a una feria de muestras y encontrarte con dibujantes que admiras. Además, ese año invitaron a Neal Adams, Will Eisner, Richard Corben… dibujantes norteamericanos míticos, lo que me impresionó tanto que escribí una especie de reportaje, pero para mí; sin embargo, por una serie de casualidades, ese texto fue a parar a las manos de un maquetista de la revista “Creepy” y le hizo gracia. Entonces me armé de valor y me fui con este artículo por las redacciones ofreciéndome a escribir sobre cómic. En El Víbora me dieron trabajo, una pequeña columna, colaborando poco a poco cada vez más.

Reportaje televisivo de 1981 sobre aquel primer salón barcelonés del cómic, con entrevistas a diversos redactores de El Víbora y a varios de los dibujantes citados por Jordi Costa. Todo un histórico flashback: enlace aquí.

Tras mis inicios en El Víbora seguí escribiendo en otras revistas. En una en la que colaboraba cuando entré en la universidad coincidí con Montesol, que ahora es pintor pero empezó como dibujante en el cómic underground. Me invitó a un programa de radio que conducía para hablar no recuerdo de qué, y allí conocí al crítico literario Juanjo Fernández, que llevaba la revista literaria Quimera, que aún existe. Yo estudiaba filología hispánica, así que me preguntó si quería colaborar en su revista con críticas de libros. Entre el equipo de Quimera se encontraba José María Latorre, que también ejercía de crítico en “Dirigido por”; donde me propuso escribir al notar que me gustaba el cine. Esa fue la primera revista especializada en cine donde trabajé.

A diferencia de hoy, aquella era una época en la que era mucho más fácil entrar a trabajar en los medios. Sabías que había una progresión. Actualmente es complicadísimo. El problema ahora es que como entorno profesional el periodismo cultural cada vez está más debilitado. Frente a ello, cada vez hay más talento y está más formado.

Sus primeros críticos de referencia

Leía con fascinación a José Luis Guarner, que fue la persona que me llevó a pensar que me gustaría dedicarme a lo mismo que él. Creo que en aquella época escribía crítica de cine el Periódico de Cataluña y también en Mundo Diario, que era el que compraban habitualmente mis padres. En este último, se encargaba de la crítica de televisión Manuel Vázquez Montalbán, cuyas columnas también me volvían loco.

A esa edad no leía las novelas de Pepe Carvalho pero me encantaban aquellos textos de Vázquez Montalbán donde, en referencia a lo último que habías visto en televisión, descubrías su mirada irónica y una capacidad especial de análisis.

Sobre el papel de la crítica cinematográfica y el tópico del crítico «hostil«

El propio cine ha reflejado ese arquetipo del crítico que todo el tiempo está juzgando en negativo, arrogante, como si hablara desde un púlpito. En este sentido hay dos escenas que me gustan mucho. Una pertenece a la película “La joven del agua”, de Shyamalan. Se trata de aquella en la que el crítico de cine queda atrapado en el pasillo con el monstruo enfrente y en voz alta, tomando autoconciencia de la situación, se siente el personaje secundario desagradable y sabe que a quien lo encarna, en la lógica de las películas de terror, le toca morir.

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El crítico de cine de «La joven del agua», personaje atrapado y condenado en su propio tópico

Por otro lado, es muy ilustrativa la figura de otro crítico, en este caso gastronómico, que aparece en “Ratatouille”: un señor sin alegría cuyo despacho de trabajo tiene forma de ataúd. Al final de la historia se encontrará con una obra de arte (el plato de ratatouille que cocina Remy) y se da cuenta de que todos los modelos y mecanismos con los que se maneja no le sirven para valorarla, por lo que debe encontrar un nuevo lenguaje.

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El crítico de «Ratatouille» parece emparentado con Nosferatu

Para mí la crítica es precisamente eso: el intentar no resguardarte en una serie de fórmulas. Tiene  que ver con una lectura o interpretación de la película. Por supuesto que existen las que te encantan, pero también otras muchas que no. Lo que la gente no familiarizada con la crítica a veces espera es que quien la ejerce se entusiasme o se enfade mucho, por eso funcionan tan bien las figuras de los críticos que sobreactúan cuando algo les produce rechazo o les gusta mucho. En mi caso escribo semanalmente para el periódico sobre unas cuatro películas y normalmente he visto más, por lo que ya de entrada tengo que desestimar varias. En todo caso, a pesar de su número es muy raro, ojalá, que todas las semanas una de ellas te vuelva loco de amor o de odio. Lo normal es que cada película contenga elementos positivos y negativos. Entonces, en un plano ideal ¿qué sentido tiene la crítica de cine? Para contestar a esto hay que tener en cuenta que como crítica especializada llegó a su mayoría de edad en un momento en el que el cine ya había acreditado su potencial como expresión artística, y en ese contexto su función se concreta en detectar lo que hay de creativo, de arte, en cada obra. Por eso el crítico debe tener mucha memoria. Si solo ve cine contemporáneo está condenado a un discurso pobre. Es importante ser consciente de que el oficio de crítico nunca se aprende del todo, pues todos tenemos lagunas y somos responsables de intentar rellenarlas. También conviene tener presente que nuestros gustos cambian con el tiempo, con lo que no es improbable que revisando cine ya visto lo percibamos de forma diferente a como lo recordamos.

No creo que nadie haya nacido con la capacidad de apreciar a Robert Bresson o a Andrei Tarkovsky. Te tienes que educar, ir formando, para poder detectar ese algo artístico contenido en cada película. Aunque también hay algunas que no lo poseen. En ese caso la clave para valorarlas creo que reside en darte cuenta de la relación entre intenciones y resultados. Una película puede aspirar únicamente a ser una comedia ligera para adolescentes e incluir aspectos llamativos, sorprendentes u originales a tener en cuenta, aunque desde luego no vaya a transformar la historia del cine. No procede medir con el mismo baremo el cine de Tarkovsky y la filmografía de los hermanos Farrelly, por ejemplo. Lo que cabe esperar de un crítico es que nos haga entender si esa película contiene algo realmente valioso o no.

En todo este tema resulta muy didáctico un documental de 2009 sobre la historia de la crítica estadounidense titulado “For the love of movies: The story of american film criticism”, que recoge, entre otros testimonios, el del prestigioso crítico e historiador Roger Ebert Owen, fallecido pocos años después. En el film cuentan algo curioso: cómo a partir de los años 80, de repente, el criterio de la calidad artística de las películas se relegó a un segundo plano y surgió un modelo de crítica que hablaba solo en términos de consumo. Lo que argumentaron entonces algunos profesionales es que la crítica no tiene que ver con que una película sea más o menos comercial, sino que debes replantearte otras cuestiones conectadas con la integridad artística, con la relación entre el fondo y la forma, con la capacidad de crear algo diferente incluso utilizando elementos ya muy usados de un género.

Concluyendo, el lenguaje de la crítica no puede ser el del consumo, pero tampoco tiene que ser necesariamente el lenguaje de la academia. Lo ideal es que se mueva con cierta flexibilidad entre un ámbito y otro.

La crítica de cine no profesional, sobre la que ya había declarado que cuenta con gente muy valiosa, y la nueva revista Orphanik

Sí, ya he dicho en otras ocasiones que puede leerse mucho talento en este campo a través de Internet. En mi caso, además, cada vez he ido disfrutando más leyendo a mis alumnos. En la Escuela de escritores cada año publican un libro, el cual, como está dedicada básicamente a escritura creativa recoge, fundamentalmente, historias de ficción. Mis alumnos podían colaborar en él pero quedaba un poco raro en el conjunto insertar textos de crítica de cine, por lo que propuse a la escuela una publicación independiente, por poco coste, y este año ha visto la luz el número uno de Orphanik, que tendrá una continuidad anual.

Precisamente este mes se ha iniciado el octavo Curso de crítica cinematográfica que imparte en la citada escuela (ver su programa aquí), que dada su demanda cuenta con dos grupos, completas todas las plazas convocadas, como ya es habitual.

Sus alumnos conformarán el equipo redactor del número dos de Orphanik. Su número inaugural ya va por la segunda edición. Sin duda, una estimable nueva publicación especializada que enriquece el panorama actual. Así lo han considerado también los responsables de la Librería El Grifilm, de Urueña, como promotores de la exposición “Papel, tinta y acción. Las revistas de cine españolas (1910-2016)”, que la han incluido en la muestra que hasta el próximo 27 de noviembre puede verse en la Casa Revilla de Valladolid, enmarcada en la 61ª Seminci.

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Portada de Orphanik

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Sumario del número uno de Orphanik, un arranque de lujo para esta nueva publicación de análisis cinematográfico. 208 páginas repartidas entre críticas, ensayos y con Paco León e Inés París como invitados

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Esta exposición sobre la historia del periodismo cinematográfico en España se exhibió inicialmente el año pasado en Madrid en la sede de la Academia de Cine. Se actualiza ahora, abarcando 2016, incluyendo nuevas revistas como Orphanik

Programas televisivos de cine que le dejaron huella

Fueron clave en mi formación aquellos ciclos temáticos televisivos de la 2, sobre cine negro, neorrealismo italiano, la etapa británica de Hitchcock…las proyecciones de los sábados por la tarde en TVE1 y también el programa “Mis terrores favoritos”, del que no me perdía ninguna emisión.

Festivales de entrañable recuerdo

Sitges fue mi festival de iniciación. También me gustaba mucho el FICX (Festival Internacional de Cine de Gijón) cuando lo dirigía José Luis Cienfuegos. Al Festival de Cine Europeo de Sevilla precisamente desde que está al frente Cienfuegos he ido poco, solo un año. Con el que tengo ahora una relación afectiva muy potente es con Abycine (Festival Internacional de Cine de Albacete), especializado en cine independiente español y nacido bajo la inspiración de los años dorados del FICX; colaboro con su equipo, ayudándoles a programar la sección oficial, así que estoy a la caza y captura de películas. Abycine cuenta entre sus motivos de orgullo el haber proyectado por primera vez Diamond Flash”, de Carlos Vermut, o haber galardonado a “Las amigas de Ágata” (Premio Abycine Indie 2014), estrenada comercialmente este verano.

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Cartel oficial de la edición de Abycine de este año

Experiencias laborales curiosas fuera de España

Entre mis experiencias más recientes en una cultura muy distinta citaría el curso que impartí en Yida, Arabia Saudí, sobre periodismo digital y crítica de cine (Parte de esa experiencia puede leerse en sus crónicas para la plataforma Neupic).

En Europa recuerdo especialmente cuando fui, enviado por Fotogramas, al rodaje de “Alien vs Predator” en Praga. Resultaba tremendo estar en una ciudad tan fascinante, con tanto por visitar, y permanecer encerrado en un hangar viendo cómo se rueda una película que no te suscita ningún interés. ¿Qué me pareció al verla terminada? Menos mala de lo que creía.

Otro rodaje internacional al que asistí y cuyo largometraje luego estuvo muy bien fue “Casino Royale”, con Daniel Craig, en las Bahamas. Al inicio, James Bond tiene que detener a un terrorista que practica parkour. En parte de la escena, que aunque representa Madagascar se rodó en Bahamas, la persecución transcurre por la selva; realmente esta carrera discurrió entre un montón de macetas colocadas por el equipo para simular la espesura y frondosidad de la jungla.

Historietas para niños

La función didáctica tanto de la prensa como de la televisión u otros medios de comunicación creo que se ha ido perdiendo cada vez más. También me da rabia que en este país, habiendo existido mucha riqueza de la cultura del cómic, de la historieta (la escuela Bruguera, por ejemplo), se haya ido difuminando. Cuando yo era niño iba a un kiosco y había mil cosas diferentes para leer. Ahora, si quiero comprar una revista para mis hijos, la mayoría de las que se ofrecen están vinculadas a marcas (Clan, Boing…) y dentro, más que historias originales, se contienen meras recreaciones de sus series. En este tipo de prensa hay también cierta tendencia a que todo sea lo más básico y popular posible. Recuerdo que la primera vez que tuve conocimiento de que existía “La metamorfosis” de Kafka fue en una revista que leía de niño, “Strong”, que publicaba historietas españolas y, sobre todo, francobelgas (aparecían Los Pitufos, Lucky Luke…), y que incluía una sección final dedicada a un libro, con su resumen y una ilustración. Descubrir allí la historia de un tío que se despierta convertido en escarabajo me pareció deslumbrante. Ahora planteas en una revista infantil actual abrir una sección de este tipo y posiblemente te sugieran que mejor escribas de videojuegos, lo que está muy bien, pero sin olvidar la formación literaria.

Vivir del cómic en España

Aunque sabemos que existe la animación para adultos, la mayoría del público sigue asociando la animación a lo infantil. Por eso un dibujante de cómic en España no puede vivir solo de ello. No hay suficientes lectores ni mercado. En cambio, en un país vecino como Francia los más destacados son como estrellas de rock, de modo que no solo viven de ese trabajo sino que lo hacen muy bien, son célebres y populares. Aquí da la impresión de que solo se leían tebeos en los 80, en que se produjo un boom del cómic. No valoramos lo suficiente la tradición de nuestros autores locales. En Francia habría estatuas de Ibáñez, de Vázquez o de Coll, y aquí el único superviviente, que es Francisco Ibáñez, que cumplió ochenta años el pasado marzo, incluso habiendo generado numerosos best-seller, tiene que continuar pegado a su mesa produciendo para ganarse la vida.

Jóvenes autores relevantes existen muchos, si bien la mayoría trabajan para el extranjero; por ejemplo, muchos dibujan para Marvel y también para editoriales francesas. Los creadores de la popular serie “Blacksad”, Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido, trabajan directamente para el mercado francés; se publica primero allí y luego se traduce aquí al español. Paco Roca (Arrugas, Los surcos del azar) se sitúa en la minoría de los relativamente jóvenes que han conseguido hacerse en España un nombre.

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Tebeos españoles llevados al cine

Algo que me molesta es que cuando se adapta un tebeo en España hay como un intento de marcar las distancias. Por ejemplo, Zipi y Zape en película no se parece en nada a la historieta, guardando más semejanzas con otras historias como la de los Goonies o las de Harry Potter. También sucedió con Anacleto, aunque se trate de un buen largometraje. Mortadelo y Filemón son de los pocos personajes de tebeo que se han llevado fielmente al cine. Se nota en ello que Javier Fesser disfrutaba leyendo sus historias.

 ¿Por qué el tema de contracultura y animación para el seminario?

Porque actualmente estoy trabajando sobre este tema, en preparación de un libro titulado “Cómo acabar con la contracultura”, que abordará cómo, de repente, la contracultura se introduce en elementos de la cultura popular que llegan a un público masivo. Hablará también de las razones que motivaron que atravesase una vida tan azarosa que le llevó a desaparecer. Entre otros temas, se ocupará de la animación. Cómo la contracultura se infiltra en la programación infantil me parecía un fenómeno curioso para desarrollarlo en el seminario de la Cátedra de Cine de Valladolid.

Jodorowsky, Roland Topor y el Movimiento Pánico, contraculturales

De la filmografía de Alejandro Jodorowsky, su segundo y tercer largometraje son mis favoritos: “El topo” y “La montaña sagrada”. Esta última dirigida en el contexto del Movimiento o Grupo Pánico, fundado por él junto con sus amigos Roland Topor y Fernando Arrabal. Las manifestaciones de este movimiento sí que permiten encuadrarlo dentro del ámbito de la contracultura, pues precisamente surgió en oposición al surrealismo, en el que los tres quisieron integrarse al principio, pero chocaron con André Breton, que ejercía casi como su sumo sacerdote, por lo que decidieron crear algo propio con lo que jugar juntos. Parte de esta historia aparece en su libro autobiográfico “La danza de la realidad”, que luego el propio Jodorowsky adaptó al cine.

Roland Topor tiene bastantes conexiones con el cine de animación porque realizó los diseños y el guion de “El planeta salvaje”, de René Laloux, con el que ya había colaborado en dos de sus cortos previos: “Los caracoles” y “Los tiempos muertos”. Participó, junto con su director Henri Xhonneux, en el guion de una película muy curiosa: “Marquis”, protagonizada por actores con cabeza de muñecos que aborda los años de presidio del Marqués de Sade, que se pasa toda la película hablando con su pene, con cara y personalidad propia.Jodorowsky_Topor_Marquis_The holy mountain

¿Animación española para adultos que podamos considerar contracultural?

Muy recomendable es la edición en DVD “Del trazo al pixel”, donde se rescata “Historias de amor y masacre”, un largometraje de episodios realizados por los dibujantes de El Papus y dirigido por Ja (Jordi Amorós). Ahí creo que estaría el equivalente español.

Lo que sucede es que la industria de la animación española ha sido siempre tan frágil que no ha permitido que continuaran fenómenos de ese tipo. Aunque esta película sí que pudo verse en el cine, pero a través de circuitos minoritarios y sin alcanzar un gran éxito.historias-de-amor-y-masacre

La frágil industria de la animación en España

El problema de la animación española es que cuenta con un mercado nacional muy pequeño para sostener una inversión tan grande. Ejemplos: la empresa granadina de animación que ayudó a fundar Antonio Banderas, Kandor Graphics, responsable de “El lince perdido” y “Justin y la espada del valor”,  se hundió y ha tenido que desmantelarse; con el largometraje “Chico&Rita”, Javier Mariscal se arruinó; Ilion Animation Studios, que realizó “Planet 51”, la mayor producción cinematográfica española animada hasta la fecha, tuvo que convertirse en empresa de servicios hasta su siguiente proyecto años después para Javier Fesser, “Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo”, y este año ha vendido la mayoría de su capital a una multinacional china.

España para sostener una industria de animación precisaría crear productos muy exportables, lo más familiares y blancos posibles, e incluso así resulta muy difícil moverse en un mercado dominado por gigantes como Pixar.

Recordando sagas de animación memorables

Toy Story” me gusta mucho. La tercera me pareció increíble. “Mascotas(de la que ya se anuncia segunda parte) reproduce su misma estructura y consigue tener gracia porque la caracterización y diseño de sus personajes está muy lograda, incluyendo chistes muy divertidos. Aunque no alcance el listón de la saga de “Toy Story”, la pareja de “Buscando a Nemo” y “Buscando a Dory” funciona también muy bien. Entre las sagas que me interesan poco se situarían “Shrek” y “Ice Age”.

Usando estructuras convencionales

Hay películas donde se evidencian mucho los manuales de guion, mientras que en otras se aplican sus reglas con habilidad suficiente para que no se note. Esto último sucede, por ejemplo, en “Buscando a Dory”, mientras que el caso contrario, siguiendo con Pixar, lo encontraríamos en “Monstruos University”, que cuenta con una estructura muy previsible que repite claramente los esquemas argumentales del cine de jóvenes universitarios, sin aportar nada.

Anime, su gran valoración en su país natal a diferencia del que se le reconoce en Occidente

En Japón se parte de otra relación del individuo medio con la cultura visual. Allí todo el mundo lee manga, existiendo mangas específicos para cada sector de edad, gusto y afición. Por eso cuando en Occidente se ha dicho que el manga es solo sexo y violencia se está aludiendo a una realidad muy parcial.

El anime es también un modelo de animación que surge, sobre todo, tras la segunda guerra mundial como animación limitada al contar entonces Japón con pocos recursos económicos, lo que, sin embargo, no le impide, a partir de ahí, crear un lenguaje muy rico y sofisticado. Visto desde fuera puedes pensar que todos los diseños se parecen, algo que no es cierto, pues las estéticas son muy diferentes. La forma de animación de Satoshi Kon, no tiene nada que ver con la de Isao Takahata o a la de Mamoru Hosoda, que se ha convertido en la gran esperanza, estrenado este año en España su último largometraje: “El niño y la bestia

El estudio Ghibli y su futuro tras la retirada de sus fundadores Miyazaki y Takahata

Anunciaron el parón de nuevas producciones durante un tiempo. Confío en que realmente sea temporal. Aunque se hayan retirado Hayao Miyazaki e Isao Takahata creo que Hiromasa Yonebayashi, el director de “El recuerdo de Marnie” y “Arrietty y el mundo de los diminutos”, es un gran heredero.

¿Mis favoritas dentro de este estudio? Serían muchas. Si tuviera que elegir únicamente una sería “Ponyo en el acantilado”, que creo que habla a los niños prescindiendo totalmente del adulto, de modo que te sientes como un intruso en su historia; resultando un film muy poético con una sencillez de diseño excelente. También me gusta mucho “Mi vecino Totoro”. Y como una de las películas más tristes del mundo: “La tumba de las luciérnagas”, con un argumento muy duro. De Takahata destacaría “El cuento de la princesa Kaguya”, que tiene más que ver con la ilustración japonesa que con la estética del anime.

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Dos de la numerosas joyas animadas del Estudio Ghibli

El independiente Bill Plympton

Bill Plympton me gusta mucho. Representa la figura del artesano puro, ya que es el único que puede presumir de haber dibujado absolutamente todos los fotogramas de su obra y luego financiarse vendiéndola de festival en festival. Un independiente total. Entre mis largometrajes favoritos: “The tune” (su ópera prima) y “Me casé con un extraño”.

Su última película, “Revengeance”, figura en la programación del Festival de Cine de Sitges que en estos días celebra su 49ª edición.

Recuerdos especiales como mitómano

Precisamente a Plympton le compré en un Festival de Sitges acetatos de su película “Me casé con un extraño” que, como he comentado, es material de su trabajo que vende para financiarse. Pero no me considero muy mitómano. Cuando era pequeño sí que lo era. Por ejemplo, en aquel salón del cómic barcelonés de 1981 sí que ejercí de caza-autógrafos total con mis cuadernillos, que aún conservo con dibujos como pequeños tesoros, máxime ahora que ya muchos de ellos han muerto. Tengo de Hugo Prat, Will Eisner, Neal Adams, Richard Corben…la flor y nata de los historietistas invitados en aquel primer salón. Lo veo ahora y pienso: esto es valiosísimo. Ahora no lo hago, no porque me parezca una tontería sino porque me da pudor.

Terminamos hablando, por esas piruetas conversacionales, de cineastas cuya filmografía fue maltratada o minusvalorada en su día… Iván Zulueta, Fernando-Fernán Gómez y Carles Mira.

 Iván Zulueta

Arrebato” es un gran ejemplo de cine de la contracultura, enmarcado en la movida madrileña. El crítico e historiador británico, experto en cine español, Paul Julian Smith, escribió un artículo sobre el cine español de la transición donde contaba cómo en los años de la movida surgen dos modelos posibles: Pedro Almodóvar e Iván Zulueta, consolidándose el primero y desapareciendo el segundo, que no pudo por ello tener descendencia. Plantea que imaginemos cómo sería actualmente nuestro cine si el que se hubiera impuesto hubiera sido el modelo de Zulueta. Almodóvar se enfadó con ese artículo, si bien Paul Julian Smith nunca dijo que no le gustase su estilo de cine. Hay que decir también que en la truncada trayectoria de Iván Zulueta influyeron circunstancias personales, como sus adicciones.

Resulta, asimismo, muy interesante su primera película, anterior en diez años a “Arrebato”: “Un, dos, tres, al escondite inglés” (1969), parodia del festival de Eurovisión. La dirección tuvo que firmarla José Luis Borau, que ejercía como productor, ya que Zulueta no tenía oficialmente el título de director de la Escuela Oficial de Cine.

De «Arrebato» hablaré en el libro que estoy ahora escribiendo, de cómo aquellos momentos de efervescencia del pop y su variante más psicodélicamente lisérgica se reflejan en este largometraje. En él aparece José María Iñigo, que para los niños de mi generación representaba “lo reglamentario”, el rostro oficial del presentador serio de los programas más vistos, si bien, curiosamente, tuvo un origen contracultural a finales de los 60, en el programa televisivo “Último grito”, cuya realización encargó Pedro Olea precisamente a Iván Zulueta en los años previos a su debut en el cine.Ivan Zulueta_Arrebato_Un dos tres al escondite ingles

Fernando Fernán-Gómez

En la historia del cine español existen títulos hoy valorados como clásicos fundamentales que en su momento sufrieron una total marginación. Un caso emblemático es el de Fernando Fernán-Gómez. “El extraño viaje” y “El mundo sigue” son películas invisibilizadas en su día y que, con el tiempo, se han reconocido como obras clave. Resulta admirable su fortaleza, cómo alguien de su talento, sistemáticamente castigado en su faceta como director, podía seguir creando, inasequible al desaliento.

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Dos de las películas malditas de Fernán-Gómez. «El mundo sigue» fue reestrenada en cines, en copia restaurada, el año pasado

Carles Mira

Otro caso destacable en nuestro cine es el del valenciano Carles Mira, que a pesar de haber dirigido comedias muy populares como “Que nos quiten lo bailao” fue condenado al ostracismo por quienes formaban entonces la caverna valenciana. Tenía una teoría, declarando que sus películas eran como fallas que debían quemarse tras su proyección, ya que debían recibirse como una fiesta sin buscar trascender. Su ópera prima, “La portentosa vida del padre Vicente” (clip aquí) motivó un escándalo cuando se estrenó en 1978 (como muestra, acceso aquí a una carta, publicada en prensa en 1978, de una espectadora que manifestaba su desagrado, y aquí la noticia de ese año de un atentado durante su estreno en Alcoy). Abordaba, de forma irreverente, la vida del santo Vicente Ferrer, símbolo religioso valenciano muy arraigado, encarnado por Albert Boadella, que poco después de este papel fue encarcelado por una sátira teatral, escapándose. Eran años de gran agitación.

Años después de muerto Mira, la Mostra de València le dedica, a instancia del que era entonces su director, Jorge Berlanga, una retrospectiva, en la que volvió a proyectarse, siendo de nuevo objeto de numerosas protestas, y estamos hablando del año 2001. Lo cierto es que tú la ves ahora y no te parece más fuerte que “La vida de Brian”. De Buñuel, “La Vía Láctea”, por ejemplo, sigue siendo mucho más agresiva que aquella.

Para escribir un libro sobre su figura (“Carles Mira. Plateas en llamas”, publicado en 2001 por la Fundación Municipal de Cine de Valencia y presentado en el marco de la Mostra de València) tuve que hablar mucho con su viuda, que aún vivía con rabia todo lo que le hizo sufrir el entorno más conservador de la época. Mira fue precisamente uno de los promotores de la Mostra de València-Cinema del Mediterrani con la idea inicial de que entroncase todas las cinematografías del Mediterráneo, en diálogo entre norte y sur.

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El País

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Durante su seminario sobre «Animación y contracultura» , donde ocupó espacio especial la obra de Ralph Bakshi

Mi agradecimiento a la Cátedra de Cine de la UVA por facilitar este encuentro y a Fernando del Val como especial compañero en la comida conjunta.

Mi admiración y agradecimiento a Jordi Costa, por lo mucho que siempre nos permite aprender.