REFLEXIONES SOBRE FOTOS, NIÑOS, PADRES Y REDES SOCIALES

Cuando uno está lejos de casa no sabéis la ilusión que le hace ver las fotos de su sobrino en Facebook, de los hijos de mis amigos, de los primos, de los amigos de mis amigos. Ver cómo crecen, cómo dan sus primeros pasos, su primer diente, un día en la playa, en el parque, o embadurnados de papilla de la barbilla a la punta del último pelo…Es que las fotos de los niños siempre nos producen ternura.

En publicidad o en el cine eso lo saben muy bien. A pesar de que siempre se nos suele avisar antes de empezar a pensar un concepto que mejor no barajar la posibilidad de niños o animales, la mayoría de las campañas en las que se utilizan a los más pequeños, independientemente de la calidad de la misma, suelen tener éxito,

Yo no soy padre, y por eso no puedo colgar las fotos de mis críos, pero veo como muchos compartís las imágenes de vuestros hijos con tanta ilusión que muchas veces es imposible resistirse a comentarlas: ¡qué guapo!, ¡cuánto ha crecido!, ¡menuda cara de gamberro! o ¡ya me tarda verlo!.

En mi infancia, no existían las redes sociales, y el soporte más parecido para compartir fotos eran las latas de Cola Cao o los álbumes de cartón o polipiel. Cuando venían los abuelos, los tíos, o algunos amigos se sacaba el álbum y se enseñaban: las fotos de las últimas vacaciones en la playa, las fotos de los cumpleaños, de las navidades pasadas, o aquella que te habían hecho con el mandilón de la guardería delante de una de las palmeras del parque. Esas fotos se enseñaban a quien uno quería y después volvían a su lata o a su álbum correspondiente y ahí se quedaban.

Y ahora empiezo yo a reflexionar. Todas estas imágenes que colgamos de nuestros menores en las redes, ¿hasta dónde llegan?, pues sinceramente no lo tengo muy claro. Lo que sí que sé es que si hace 30 años mis padres cuelgan fotos de mi primer baño, de aquel día que lloré hasta el infinito porque no me compraron un  helado, del día de mi comunión, del día de la comunión de mi hermana o de las vacaciones en Peñíscola delante de una paella inmensa no sé hasta qué punto me haría gracia. Y ahora preguntaros: les gustará a vuestros hijos cuando sean adolescentes saber que su infancia fue relatada a través de instantáneas en una red social, ¿les gustará verse? ¿os gustaría veros a vosotros? ¿deciden los niños si sus imágenes se enseñan o no? ¿decidimos sus mayores? ¿lo estamos haciendo bien?

Mientras babeo viendo las fotos de mi sobrino que está más lindo que las pesetas continúo reflexionando.

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