Actos de interior.

01/06

Desde el salón/

Al puntear la lista incompleta de mi vida descubro mis faltas de ortografía.

Amanecer de sábado. Abrir las ventanas y dejar que la luz moje de mar, lo que la noche ha secado en los interiores.
Está el cielo blanco, está en blanco la página y en blanco están los días por vivir.

Está la calle de mañanita puesta y tranquila. Está calma el alma, suavizando sus aristas en las piedras del tiempo o en los adoquines de la esquina, que igual sirven para un barrido que para un fregado.

Tiene el silencio de las personas calidad que se impone a los ruidos urbanos. Hoy no suenan los vehículos transitadores de mi calle, no suenan las sirenas a corazón abierto que atraviesan en canal la ciudad. No suenan los gritos del borracho ante el horror de la sobriedad.
Hoy solo resuenan el silencio de mis habitaciones, la quietud de las sábanas y la sequedad de la ducha, que ya no canta mientras preparo mi café en la cocina. Ahora solo suenan las voces de Ornella Vanoni y Vinicius de Moraes, que en mil novecientos setenta y seis cantaron juntos, para que sus voces me acompañen el despertar de hoy, en la ciudad de los milagros, tan lejana, tan mediterránea, tan abierta de puertos y de puertas.

Me asomo al balcón. La brisa lleva puesta las ganas de enredar. Se enreda en los cabellos, en las faldas bailonas, en las conversaciones perdidas, se enreda en las miradas cruzadas, se enreda en el ángulo desapegado de una vieja foto en mi escritorio, que baila con el ritmo puesto al sur.

Con la placidez del día que comienza, recojo las sombras de mi habitación y las pliego cuidadoso, las ordeno por horas, de mas a menos, hasta que no queda ninguna. Hábitos protectores, amigos callados que emergen al fregar la taza del desayuno, al extender las sábanas como velas al viento, sacudiendo sueños, sacudiendo océanos de luz.

Buenos días, buen sábado y hábitos amigos, a todas y todos!

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