Ha habido esta banda de ignorantes, “salvo honrosas excepciones”. A tal expresión entrecomillada aficionaba el ladrón y asesino acompañado por su cáfila de idem milicos y/u hoy civiles en su gran mayoría inocentes gracias a la mano del gato. Aquellas anomalías moralistas del tipo SS-bis Raúl Hasbún, Duny Edwards o Alfredo Ruiz-Tagle Cruchaga (Fundación Mi Casa, pinochetista acérrimo, tío de Eduardo Frei Ruiz-Tagle) “pensaban” mano en bolsillo casi como el líder, excepciones aaamplias por ejemplo constitutivas por transversalismo filosófico de este blog, “les 400 coups”. El título no alude para la regla salvo por excepción de sí misma a esa hermosa película de posguerra dirigida en blanco y negro por el cineasta francés François Truffaut.
NO ENVIAR AÚN. En Preparación.
Continuará
10 comentarios
Comments feed for this article
enero 29, 2011 a 12:45 am
Arturo Montes Larraín
Pero la Administración ya envió.
La película -para quien no la haya visto- es triste. Tiene como protagonista a un hermoso adolescente de unos14 años. Clase parisiense más bien pobre. Cielo nublado. Invierno. Callejuelas. Los padres no se entienden entre disputas y engaños que el hijo para su desgracia y su decepción previstas redescubre.
Decide pues botar todo por el suelo. Y, así, se va del lóbrego departamento. Parte corriendo noche a daía y día a noche hacia el Océano Atlántico, en el Sur de la Bretaña. Hasta que divisa por primera vez en su vida la inmensa amplitud relativa de las aguas hechas animales de oleaje bordadas de algas. Jean con los pies en la arena alza los brazos con la espalda transformada en completo olvido de alguna filiación por escindida, cansada, causada y grisácea que hubiera sido. Henchido del pecho, sin saber por qué, ríe entero y, sin desvestirse, entra gritando, una vez si mal no recuerdo, al mar: «¡El mar!». O serían dos veces. Para un joven francés, del dicho al hecho hay poco trecho. Jean ingresó en consecuencia sin frío ni sentimiento drástico a la salinidad natural de aquella pegajosa licuosidad. Observaba horizonte, silueta de montaña, firmamento crepuscular, arreboles, gaviotas, imaginando abajo peces, mientras su mirada conservaba una especie de adulta serenidad. La línea de flotación acuática subió hasta la cintura. Nadie había en la playa. Esa línea subió hasta el cuello. La supeficie marítima tragó la cabeza. Jean fue devorado por una tranquilidad anocheciente el Atlántico. No parecía que la vergüenza fuere a sobrevivirle ni que en el pensamiento sus útimas plabras hubieren sido dos. Si un muerto experimentase sufrimiento por ahogo, lejos de Jean habría estado tal experiencia, porque según toda verosimilitud anticipable su ojos aún abiertos brillaban cual un par de estrellas dismantinas.
Administración: no prosiga por favor esta vez Usted. El asunto tiene una trama que sigue por sí sola. Como siempre, se trata de una cábala que Usted, inteligentísima, ha adivinado. Y dado que escribo sólo para élites, la entrego inútilmente: no 400, sino 400.000; no cuatrocientos, sino cuatrocientos miles. Gracias.
enero 29, 2011 a 8:14 am
Arturo Montes Larraín
Me interrogué. ¿Cuatrocientos MIL o MILES? Un sentido de lógica me llevó a optar. Es parecido a aquél que me conduce a escribir CIENTO POR CIENTO, no UN POR UNO ni en consecuencia, extensiva, CIEN POR CIENTO o CIENTO POR CIEN, sino incluso, entre CIEN POR CIEN o CIENTO POR CIENTO, lo último, que la cultura periodística desdeña a favor de algo anterior. Ayer o anteayer leí en este medio de comunicación que alguien había sobrevivido a una caía desde un «doceavo» piso, es decir desde 1 dividido por 12. Normal supervivencia. No da para noticia. Cayó ¿desde unos…? Calcule Usted. Pero error fue. Debió ser escrito «duodécimo» (12/1). Error común no hace verdad. Hace error descomunal. No sólo lingüístico. Matemático también. No se puede sentir aprecio hacia quien habiendo hecho estudios universitarios escribe tan mal. El amor al lenguaje es un deber moral, estético e intelectual. Quien no lo cumple es por contraste inmoral, feo y tonto. Condición humana nada envidiable. Aunque si es por excepción errar humano sea, como divino no por excepción: Dios es políglota o, si se quiere, habla «en lenguas», lo que ayuda a que casi nada le entendamos, siendo -como sería- el Universo apenas un Casi. Un Caso. El Caso.
¿Pero qué tiene que ver esta digresión además casuística con aquello de los 400 golpes en relación con el número 400.000, fuera de la diferencia por la cifra en sí misma especificada como adolescente muerto al fondo del mar tras la contaduría recién expresada sobre la conjetura de cuatrocientas tristezas precipitadas en paradójica alegría al agua salada que mal hace a un patito chiquito según los maestros Quincheros? Nada. Aunque con el lenguaje todo pueda ser hecho. Así, si de su antojo es, todo es nada y nunca es siempre. Como ve. O entre medio. Sin que sea eliminable alguna fracción y más que ésta aún. OK, 400.000 es 1.000 veces 400, mas no por ello 400 niños (error estadístico: como casi siempre, por estadística, 3%). Se necesita profundizar sobre estos conceptos y, como dicen los periodistas, poner las cosas sobre el tapete, sacando a luz la profundidad de unos huesillos mordidos hasta ser polvo como pronto Ud. comoefecto de ballena y de partícula elemental dividida por 12.
Continuaré si Dios lo permite y si el Diablo no mete la cola donde no corresponde. Ruego a Ud. que note mis errores humanos de escritura y que para demostrar su superioridad en lenguas los rectifique en virtud de la santa paciencia.
febrero 1, 2011 a 9:07 am
Arturo Montes Larraín
400
– 348,878
________
15,122
febrero 1, 2011 a 9:27 am
Arturo Montes Larraín
No.
400,000 menos 384,878 semejantes a 15,122 pues nada es idéntico a sí mismo, ni siquiera la nada. 400 golpes. Jean vive. No es que su padre y/o su madre (y/o él) fueran malvados. Les faltaba amor. Sin verdadera culpa suya. Como a tanta gente. El desamor afea. No aún a Jean. Triste igual. 15,121;…0…
febrero 1, 2011 a 5:18 pm
Arturo Montes Larraín
Conviene a menudo por aburrirse un poco menos que lo previsible abreviar. Entre dos números naturales como 1, 2,…, etc., hay una infinidad de números fraccionarios cuyo cómputo resulta más ocioso que un simple pedo o que un pedo complejo. En este blog he intentado con fracaso una comunicación valiosa y abierta. La prototípica pereza chilena brilla en A.I. Existen pocas excepciones de personas que confirman la regla reiterativa de alguna excepción. Yo me he esforzado acá. No vale la pena seguir. La respuesta de fondo que dan los «participantes» entrega como resultado del que Usted elija una nada. Abrevio, pues. Me como no sin decepción a números fraccionarios que al parecer van, naturalizándolos por simplificación, de 399 a 400 golpes. Es idiota hablar solo a más idiotas que uno. Pido a la Administración que borre de WordPress a este blog guardándolo para sí, por si presenta un interés futuro en común. Me comunicaré con ella sólo por c.e. Lo mismo vale eventualmente para otras personas que han hecho un aporte efectivo aquí. Paso pues ahora con espíritu sintético al número cuatrocientos mil (o miles). Es obvio que esta partida ahora sí definitiva carece en general de alegría respecto de Ustedes. La avaricia y el egoísmo caracterizan a a «cultura» nacional. Dado que el bloga A.I. Guardado por la Administración para sí mas no para mí, desde el próximo envío inexistente y por tanto ilegible en este lado de la «comunicación», no será ya abierto desde la página siguiente: 400 mil. No son pocos los tontoªs. Aunque haya encontrado a personas espléndids aquí. Yo esperaba más. No releo.
marzo 20, 2011 a 7:47 pm
Arturo Montes Larraín
Titita:
Dame la prueba ahora que Dios existe. Para ello basta que señales con simplicidad alusiva de aquel secreto antiguo donde furiosa te encontrabas postrada violentamente contra el suelo por el movimiento imprevisto aunque previsible de esa alfombra roja, recuerda. Hecho lo cual mi fe ha de ser inquebrantable. Gracias.
marzo 22, 2011 a 8:58 am
jose luis ramaciotti
Maestro, que opina de aquel «las culpas o no culpas se las dejo al propio Señor»?
abril 16, 2011 a 4:32 am
Arturo Montes Larraín
No soy Maestro sino chasquilla.
abril 16, 2011 a 7:18 am
Arturo Montes Larraín
Ustedes son una tropa de egoístas. Están dispuestos a recibir todo e incluso cualquiera cosa. No hacen ningún esfuerzo ni dan nada. No piensan. Así no puede funcionar la cosa. Causa un tedio irresistible. Por eso escribí «400.000» hace tiempo ya. Ahora vamos en 393.664. Hagamos matemáticas. 400.000 menos 393.664 son semejantes («iguales») a 6.336.
Queda poco. No sean pendejo(a)s. Este blog según yo es de lo mejor que hay. ¡Miren en Emol! Hagan como se les antoje. Qué me importa. ¿Me creo acaso superior a vosotros? Es evidente. Pero os comprendo y compadezco.
El sentimiento de inferioridad suscita envidia antes de fracaso, de rencor y venganza doblemente fracasada. Pobrecito(a)s. Salvo apretadas excepciones merecedoras de aplauso con una mano. Bueno, hay que arrear con los bueyes que se tiene, no más. Con las vacas secas no más. Qué se le va a hacer. Poco. Nada.
6.336: un pedo por segundo; y se lo doy (no «los», analfabetos) por generosidad. ¡Ni iquiera de esto sereis capaces! ¿6.336 vosotros? «Ja». AMANECIENTE INCERTIDUMBRE ha sido en general una prueba acertada de mí sobre la cobardía y la incultura chilena… aunque queden 6.336 posibilidades improbable para mejorar. Pero no. Los tonto(a)s figurarán de orgullosos y callarán. El silencio del silencio «valga la redundancia» como dicen por chalatanería los periodistas o los médicos se envanece en su mediocridad. Ésta se emociona de sí misma no sin estar consciente de su intrínseco ser, que no sabe ni siquiera escribir, mas se conmueve.
Viva Marguerite Yourcenar. Boludo(a)s.
abril 16, 2011 a 7:24 am
Arturo Montes Larraín
Quien no comprende ADRIANO de Yourcenar es un(a) soberano imbécil.