Cada época del año tiene cosas inequívocamente características. Cosas que nos dicen si estamos en el verano, el otoño o el invierno. Una de esas cosas características es cuando vemos los ciervos volantes. Verlos es saber que estamos en verano.
Desde mediados de junio a finales de agosto, la Naturaleza nos ofrenda la maravillosa visión de los ciervos volantes (Lucanus cervus) en los bosques españoles.
Se trata del mayor escarabajo europeo. Casi llega a tener 10 centímetros de longitud. En concreto, los machos miden entre 3 y 9 centímetros y las hembras de 2, 8 a 5.
Su característica más llamativa son sus vistosos “cuernos” (en realidad tremendas mandíbulas) con una forma que recuerda a la de las cornamentas cervunas. Y curiosamente tienen la misma utilidad que en los ciervos de verdad, la de combatir entre los machos por las hembras. Los combates son muy semejantes a los de estos mamíferos con los que se les compara. Los adversarios tratan de desequilibrar y derribar al adversario.
Es no sólo el mayor, sino acaso el más bonito de los escarabajos del continente. Sin embargo, la vida de estos ciervos volantes será breve. Entre 15 días o un mes, lo que no deja de ser una paradoja cuando las larvas viven años, alimentándose de la madera en descomposición de los troncos muertos (las hembras escogen para poner los huevos troncos de árboles que llevan ya unos cinco años sin vida).
Es toda una paradoja que vivan casi toda su vida como larvas -entre 1 y 5 años- y que cuando llegan , por fin, tras una metamorfosis, a tener el soberbio aspecto que tienen de adultos, sea de forma tan efímera. Pero la Naturaleza es así. Una vez que estos soberbios escarabajos se han apareado, importa menos su vida individual que la de la especie. La vida toma sus mejores galas para perpetuarse. Aunque esas galas sean efímeras, no lo es la Vida en sí.
Al ciervo volante podemos verlo sobre todo en bosques de hoja caediza del norte de España. También en algunas zonas del centro del país. Parece que su hábitat predilecto son los viejos robledales.
Sus costumbres son preferentemente crepusculares y nocturnas, aunque no solo.
Es una especie indicadora de la buena calidad de los bosques en los que vive. Está en declive en muchas zonas de su área de distribución. La destrucción de los hábitats, el uso de pesticidas, el coleccionismo,… se cuentan entre los factores que pueden perjudicar, unos más y otros menos, a la especie.
Buenos días Carlos:
Por casualidad encontré esta entrada tuya en tu blog y me recordó algo que hizo que mi madre se riese a placer: en mi tierra ciervo volante se traduce como bacaloura… y yo, en mi imaginación lo traducía como vaca-loura: vaca rubia.
En fin, la que ahora tiene denominación de origen: la vaca rubia gallega.
Así cuando en una conversación mi hermano pequeño preguntó si era grande o pequeño el animalito… y dije que enorme…. y tuve que explicar pq lo veía así: de ahí la risa de mi madre.
Era pequeña pero no tanto y me puse coloradaa.
Cosas que pasan.
Un saludo, Anna.
GRacias amiga por el comentario.