Vida sexual en el hombre y en la mujer

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La vida sexual es algo que siempre lleva el ser humano vaya donde vaya y haga lo que haga.

No hay hombre ni mujer sin vida sexual. Y esta vida es distinta a la vida humana, natural, espiritual, que tenga el hombre.

El hombre vive su sexo de diferente forma a como lo vive la mujer.

El hombre, en su sexo, no sabe buscar sino placer y, por tanto, vive orientado al placer. Por eso, la mujer debe guiar al hombre, en su vida sexual, a algo más que la obtención de un placer.

Un hombre no se plantea una vida con una mujer, un compromiso con la mujer, un amor con la mujer. Eso lo busca después de obtener de ella su placer de hombre. El hombre inicia una relación para el placer y con el objetivo del placer. Y no sabe hacer otra cosa, porque esa es su vida sexual, eso es lo que le pide su sexo. Y, con la mujer, que prueba el placer, después comienza a preguntarse si merece vivirse algo más en la vida. Por eso, los hombres tienen muchas mujeres, van de una a otra, descansando en el placer. Esa es la vida del hombre en su sexo. Y, aun cuando se unan a una mujer para siempre, y tengan un compromiso con ella, algo serio con ella, lo que buscarán en ella es el placer. Los hombres son difíciles para las mujeres por su vida sexual.

En la mujer, también se da el placer y la búsqueda del placer. Y la mujer también quiere probar varios hombres antes de unirse a uno más fuertemente, con seriedad. Pero la vida sexual de una mujer no es placer, porque la mujer entiende el placer como una conquista de su sexo, no como algo que da su sexo. Una mujer puede ser penetrada por un hombre y no sentir nada, porque su sexo no vive de placer, sino que vive buscando un placer que no posee de forma inmediata.

La vida sexual de una mujer es una forma, un camino para el placer. Y cada mujer encuentra el placer de su sexo de diferente manera, dependiendo de su cuerpo. La mujer va hacia un placer, pero el hombre es placer. Por eso, el hombre debe dar a la mujer el placer que ella busca, no puede contentarse con dar su placer a la mujer.

Cuando una mujer inicia una relación, lo hace buscando un placer que su sexo le pide, pero no busca el placer que le puede dar ese hombre. Quiere algo del hombre, quiere experimentar en ella lo que su sexo le pide, pero que no sabe cómo encontrarlo.

Una mujer espiritual mantiene al hombre dominado en el placer y no permite que el hombre se descarrile en su placer. Le sabe dar el placer que busca cuando ella quiere, no cuando quiere el hombre, porque entiende que no es suficiente dar al hombre lo que el hombre pide en su sexo.

Pero una mujer carnal, no sabe dominar el placer de un hombre y siempre acaba siendo objeto de ese hombre. No ha sabido comprender los deseos de su propia vagina y, por tanto, no sabe dirigir al hombre al deseo de su propio sexo. Por eso, muchas relaciones se acaban cuando se acaba el placer que el hombre experimenta en la mujer. El hombre, una vez ha probado el placer en una mujer, se cansa de ese placer y quier algo nuevo. Y, como esa mujer no se lo da, busca otra. Por eso, la mujer debe ser espiritual, para dar al hombre formas de placer, caminos en su vagina para que el hombre experimente otros placeres.

Por eso, una relación de pareja no es nada fácil, porque hay que contentar tanto al hombre como a la mujer en el sexo de cada uno. Y el hombre debe saber qué quiere la mujer, y la mujer debe dar al hombre lo que el hombre no sabe buscar.

La vida sexual hay que experimentarla para vivirla. No se vive el sexo desde planteamientos humanos o ideales más o menos buenos. El sexo no es una idea que cada uno tiene. El sexo es una vida que cada uno posee y que tiene que aprender a darla a los demás. Porque no se puede vivir sin sexo, sin vida sexual.