El derecho a ser y a hacer política

9, agosto 2022

MARTHA TAGLE

En tiempos de la paridad parecería ocioso escribir sobre los derechos políticos de las mujeres, sin embargo, la dinámica de la participación política de las mujeres al interior de los partidos hace necesario puntualizar nuestro derecho a ser y hacer política.

Las mujeres tenemos el derecho de ser políticas. Los derechos ciudadanos de las y los mexicanos están reconocidos en el artículo 35 Constitucional, además de votar en las elecciones populares, establece el derecho ser electas en condiciones de paridad para todos los cargos de elección popular; asociarse libre e individualmente para tomar parte en los asuntos políticos del país; ser nombrado en cargos públicos; iniciar leyes ciudadanas; votar en las consultas populares y de revocación de mandato; entre otros. El texto constitucional deja claro los derechos que tenemos quienes poseemos la ciudadanía mexicana, en ese sentido no son una dádiva, ni un favor, es el derecho que tenemos to- das y todos de tomar parte de las decisiones públicas de este país. Sin embargo, es preciso recordarlo a quienes toman decisiones en los partidos políticos, las mujeres estamos en la política por derecho propio.

Las mujeres tenemos derecho a hacer política como mujeres. Durante décadas, sino es que siglos, el feminismo ha puesto de manera particular sus esfuerzos en el acceso de las mujeres al poder, pues el fe-

minismo tiene muy claro que las desigualdades que enfrentamos se han construido desde el espacio público. Carmen Alborch claramente decía que “el lema lo personal es político tiene vigencia, porque no estamos escindidas, porque el origen de la subordinación es política, las trabas son políticas y porque para alcanzar la plena ciudadanía es preciso el cambio de las condiciones de vida de las mujeres.” Por eso necesitamos mujeres en el poder, con el poder para cambiar la vida de las mujeres, de poner sobre la mesa pública temas estructurales como el derecho al cuidado y a decidir libremente sobre nuestro cuerpo, a señalar que son las violencias la principal amenaza a la vida y al ejercicio de los derechos de las mujeres. Se trata de que la llegada de las mujeres al poder transforme el poder, para que sea más democrático, representativo, plural, y se rompa desde ahí el pacto patriarcal.

Las mujeres tenemos el derecho de hacer política, libres de violencia. Condicionar candidaturas, negar registros, limitar la participación; difamar, calumniar, injuriar o realizar cualquier expresión que denigre o descalifique a las mujeres en el ejercicio de sus derechos políticos; divulgar imágenes, mensajes o información privada de una mujer candidata; amena- zar o intimidarla; ejercer violencia física, sexual, simbólica, psicológica, económica o patrimonial contra una mujer en ejercicio de sus derechos políticos; limitar o negar arbitrariamente el uso de cualquier

recurso o atribución inherente al cargo que ocupe la mujer, son algunas de las manifestaciones de violencia política contra las mujeres en razón de género que tienen como fin limitar o impedir el acce- so de las mujeres a sus derechos políticos.

Existe una legislación para prevenir, atender y sancionar la violencia política; los partidos debieron modificar sus documentos básicos para incorporar medidas; pero necesitamos mujeres en los partidos aliadas y empoderadas, para hacer frente a

la violencia y para democratizar la vida in- terna de los partidos. Mientras sean solo los hombres quienes decidan los cargos, candidaturas, comisiones y los recursos de los partidos, la paridad solo será un número; la paridad implica modificar las relaciones de poder para que realmente estén re- presentados los intereses de las mujeres.

Finalmente, las mujeres tenemos el deber ético de construir alianzas y tejer redes entre nosotras y de manera plural, esa es la única forma de seguir avanzando.