‘Oye, sí, tú, mira la terraza’… me dijo.

‘Los únicos que pueden cambiar lo que está pasando son los que están en el fondo tomándose una cerveza’.

El otro día tuve que convencer a una persona desesperada que no cogiera el cúter que llevaba en el bolsillo para cortarle la garganta a… eso no lo diré.

Es un inmigrante en situación ilegal, vino con su familia con la esperanza de encontrar un trabajo de lo que sea, huyendo de las amenazas que vivía en su país de origen.

Formado, universitario, bien preparado y experto militar, cuando llegó aquí, justo antes de la pandemia, aún poseía lo más importante, su familia.

Poco después resultó que un empresario de la construcción lo estafó, lo tuvo trabajando 4 meses sin cobrar, terminó con sus ahorros lo cual desembocó que su esposa con sus tres hijos no pudieran pagar la minúscula habitación en la que convivían todos…

Al final, ella no pudo más, acabó en un prostíbulo unas semanas, pero un mallorquín, según su marido feo y gordo, se encaprichó de ella y se la llevó a vivir en una de sus fincas, por lo menos también dio cobijo a los niños.

‘El problema que tenemos’… me dice él, ‘es que en España, no nos damos cuenta de que giro de tuerca a giro de tuerca nos están llevando al colapso social y económico’… como pasó en su país.

Mientras, sigan tomando su cerveza tranquilos, pero recuerden, igual, algún día, una persona desesperada enloquezca y haga que se le atragante porque llegue a la conclusión de que ‘si yo no, tú, tampoco’.

Foto de: Alejandro Martínez Vélez

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