Estrenos online: crítica de «Borat Subsequent Moviefilm: Delivery of Prodigious Bribe to American Regime for Make Benefit Once Glorious Nation of Kazakhstan», de Jason Woliner (Amazon Prime)

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por - cine, Críticas, Estrenos, Online, Streaming
23 Oct, 2020 12:41 | comentarios

La divertida secuela de la exitosa película de 2006 protagonizada por Sacha Baron Cohen encuentra al intrépido periodista de Kazajistán volviendo a los Estados Unidos a entregar un regalo personal al vicepresidente Mike Pence.

La última vez que vimos a Borat en los Estados Unidos (la única, en realidad), todavía Donald Trump era un famoso y excéntrico empresario al que nadie imaginaba como presidente de ese país. Y si bien el fenómeno social que, a fin de cuentas, lo llevó al poder ya estaba creciendo, no era para nada comparable a lo que es hoy. Entre otros motivos porque era 2006 y no existía Facebook ni otras redes sociales encargadas de diseminar noticias falsas a miles de millones de personas. La intención de Sacha Baron-Cohen a la hora de retomar al personaje es incluirlo en esa nueva y extraña realidad que hoy son los Estados Unidos. Un país que, en más de un sentido, se está pareciendo bastante a lo que era el «Kazajistán» del que es oriundo el personaje. Solo que ese Kazajistán es falso y Estados Unidos no.

En la secuela, para recuperar su honor por haber humillado a su país en aquel film, Borat es obligado a volver a Estados Unidos con la intención de regalarle un «célebre mono» (sí, no pregunten) al vicepresidente Mike Pence. Pero en el complicado viaje hacia allí las cosas cambian y la que termina arribando es su hija de 15 años, Tutar, una admiradora de Trump y de su esposa Melania. Y Borat convence a las autoridades de su país, vía intercambio de faxes, de entregarle a su hija a Pence. Pero como las cosas no salen según lo planeado, aparece una segunda opción que es darla como esposa a Rudolph Giuliani, el patético ex alcalde de Nueva York que hoy se «desempeña» como abogado y amigote de Trump.

Ese, claro, es solo el eje narrativo de un film cuyo humor pasa por otro lado. Como se sabe, muchas de las escenas de BORAT son filmadas a modo de documental. Si bien no se trata de «cámaras sorpresa» en sí, lo que la producción hace es convencer a la gente de participar en este tipo de propuestas sin aparentemente saber el tipo de película para el que serán usados sus testimonios. Es una línea delicada que, en términos personales, a mí siempre me resultó un tanto éticamente borrosa. Pero es innegable que genera muchísimos momentos de humor.

Es así que el retrógrado Borat y su inocente hija (en «Kazajistán» las mujeres no tienen muchos más derechos que los animales y duermen en jaulas) van por lo que parece ser Texas embelleciendo a la chica para que se parezca cada vez más a Melania y así ser atractiva para sus «candidatos». Y en cada uno de los encuentros que ambos tienen –con cirujanos plásticos, influencers, maquilladoras, especialistas en «etiqueta» y otros– surgen muchas de las escenas más graciosas de la película, muchas de las cuáles muestran un enorme grado de racismo y antisemitismo de parte de los participantes. Y una vez que el Covid-19 llega a los Estados Unidos (algo que debe haber representado serios problemas para la producción), Borat y su hija se inmiscuyen en el universo de los seguidores más hardcore de Trump, quienes rechazan tener cualquier tipo de cuidado con el virus y culpan de todo a los chinos, a los pedófilos, a Obama, a Clinton y a los judíos.

Las «noticias» que ya están surgiendo de BORAT 2 seguramente vendrán por el lado de la incomodísima escena en la que la chica, convertida en periodista, tiene con Giuliani al hacerle una entrevista que se vuelve bastante problemática. Es un momento tenso, raro e igual de incómodo para los espectadores –en un momento sí se utiliza una cámara oculta– que puede, de vuelta, ser discutible éticamente por más que consiga resultados bastante espeluznantes. Pero el centro de la película no pasa por ahí. Es, si se quiere, la manifestación más cruda de una parte del país que parece haber cruzado cualquier tipo de límite.

En medio de las muy graciosas secuencias que tienen lugar, por ejemplo, en una reunión de mujeres republicanas, en una casa de dos seguidores de Trump en medio de la pandemia o cuando Borat deja a su hija con una nana afroamericana, lo que la película construye es la complicada relación entre ambos, que pasa de la crudeza de los comienzos a un cariño y reconocimiento cada vez mayor de parte del padre, una suerte de admisión mutua de que, en el mundo real, las mujeres no son como él supone y como ella ha sido educada a aprender.

El arma secreta del film –y por quien pasan las mejores escenas– es la actriz búlgara María Bakalova, que encarna a Tutan. No tiene 15 años sino 24 y logra darle a la película un carácter un tanto menos abrasivo y hasta humano. Al ser bastante menos ridícula que Borat (quien, dicho sea de paso, tiene casi siempre que disfrazarse de otra cosa ya que muchos lo reconocen por la anterior película), logra congraciarse con «la gente» de una manera un tanto más normal y, curiosamente, obtiene mejores resultados de esos intercambios.

Con momentos muy graciosos y absurdos, BORAT SUBSEQUENT MOVIE es una cringe comedy de principio a fin, de esas que obligan muchas veces a taparse los ojos de la vergüenza ajena que genera lo que hacen o dicen algunas personas, incluyendo Borat y Tutan. Es una película casi militante (termina con un cartel llamando a votar en las elecciones) que desnuda lo que la mucha gente ya sabe: cómo una buena parte de los norteamericanos se ha corrido más y más hacia la derecha más delirante en estos tiempos. Casi quince años después de su primera excursión por ese país, Borat no solo redescubre su humanidad sino que experimenta en carne propia cuánto se parece Estados Unidos hoy a su querida «Kazajistán».