Por: Rolando J. Vivas

“Mantente hambriento, mantente tonto”, así decía una de las frases favoritas de Steve Jobs, y solía hacer referencia a ésta, en algunas presentaciones y discursos. Mantenerse hambriento y mantenerse tonto iban de la mano en la manera de pensar de Jobs, significaba estar siempre deseosos de seguir adelante, creciendo y aprendiendo, significaba arriesgarnos a salir fuera de nuestra zona de confort, sentimos cómodos al ser un poco tontos al enfrentarnos y adaptarnos a lo nuevo, en lugar de negarnos y rechazar los cambios. Así es como podemos explicar que uno de los hombres que revolucionó la historia de la computación y de los equipos de cómputo personales, no sabía nada de programación, así nos explicamos que sin tener un profundo conocimiento tecnológico, haya fundado una de las empresas tecnológicas más importantes de la historia, Apple.

Como otros personajes extremadamente creativos, intuía que su fin estaba próximo y que no tendría mucho tiempo, al director alemán de cine, Rainer Werner Fassbinder le sucedió lo mismo. Steve Jobs probablemente impulsó más desarrollos tecnológicos que muchos de sus contemporáneos. Tenía decidido dejar su huella en el universo, así, revolucionó a la industria de las computadoras portátiles, de la animación digital, del diseño industrial, de la telefonía móvil y de la música. Podríamos decir que Jobs había encontrado de alguna forma, esa encrucijada entre el arte y la tecnología.

Una vida agitada y una existencia un tanto tormentosa, que diera a Danny Boyle, entre otros directores de cine, la oportunidad de crear una atractiva cinta alrededor de la vida de Jobs. Boyle seguramente hubiese preferido a Christian Bale (Batman), como su Steve Jobs, pero se tuvo que conformar con Michael Fassbender, preferible a Ashton Kutcher, definitivamente. Walter Isaacson, quien para entonces había escrito sobre personajes como Albert Einstein, Benjamín Franklin y Henry Kissinger, dudó un poco al principio, pero terminó convencido de escribir la biografía oficial de Jobs, intuía sobre la magnitud de la obra de Jobs y la relevancia que está tendría al paso del tiempo.

Jobs, un niño dado en adopción, bajo la condición de que sus padres adoptivos procuraran sus estudios universitarios (los que nunca terminaría por deseo propio), un adolescente y joven inquieto que encontraría fascinación en la filosofía Zen, en la cultura hippie, y en el oscuro y subversivo mundo naciente de la computación. El instinto comercial de Jobs le ayudó  conectar los puntos (y a tomar algunos ideas de otros) y a crear una visión iconoclasta con respecto al naciente mundo de las computadoras personales, perfeccionar el producto, a niveles casi artísticos, y cuál Prometeo moderno, llevarlo a todos los hogares, algo inconcebible en aquellos primero años de las computadoras modernas y en la cultura “hacker” de aquella época, en discrepancia con el materialismo capitalista.

Seria la obsesión por la perfección y el detalle, el principal conductor e impulsor de la carrera de Jobs, su capacidad de anteponer los deseos del cliente, a la creación de productos, primero, era encontrar los problemas de los clientes, y después encontrar productos que los resolvieran. Al regreso de Jobs a Apple, una impresionante sucesión de productos revolucionarios marcarían todo un hito en el mundo de la tecnología cómo la conocemos hoy en día. Profundamente inspirado en personajes iconoclastas como Thomas Edison, Pablo Picasso, Leonardo da Vinci, Akio Morita, Gandhi, Bob Dylan, Richard Feynman y Miles Davis, la revolución del “pensar diferente”, sería una de las grandes contribuciones y, tal vez, la definitiva de Jobs al mundo moderno.

Una impresionante sucesión de productos como la iMac, iTunes, la Apple Store, el iPod, el iPhone y el iPad, entre otros, se convertirían en icónicos artefactos de nuestros tiempos, y objeto de deseo de muchos obsesionados con el gran impacto de la cultura y la filosofía de Apple, que afectaría de forma radical industrias enteras, disciplinas como el diseño, el cine y la música, además de crear un enorme cambio en la vida cotidiana de muchos, tal vez, Jobs no inventó nada, pero creó Apple, y así, cambió por completo al mundo. Un gran motivador y un tremendo manipulador, que mediante su “campo de distorsión de la realidad” siempre encontraba la manera de salirse con la suya y hacer posible lo imposible.