Los raros. Boris Vian, un raro genuino

LIBRO.La hierba rojaEl viento, tibio y adormecido, empujaba una brazada de hojas contra la ventana. Wolf, fascinado, contemplaba el pequeño rincón de luz que el retroceso de la rama descubría periódicamente. De pronto se estremeció, sin motivo, apoyó las manos en el borde de su mesa y se levantó. Al pasar, hizo crujir la tabla del parquet que siempre crujía, y, para compensar, cerró la puerta silenciosamente. Bajó por la escalera, y, cuando se encontró afuera, sus pies se posaron en el camino enladrillado, bordeado de ortigas bífidas, que llevaba al Cuadrado a través de la hierba roja de la región.

Así comienza La hierba roja, de Boris Vian.

Esta semana tuve el placer de releer esta deslumbrante novela corta, después de muchos años, y caí de nuevo rendido de asombro ante el talento de su autor. Si no lo conocen, les diré que el hiperactivo Vian vivió tan solo 38 años y en ese tiempo escribió diez novelas, varios libros de relatos, cuatrocientas canciones, y fue además ingeniero, trompetista, crítico y pionero del jazz en Francia, cantante y actor.

La hierba roja, publicada en 1950, es una especie de Alicia sarcástica en un país de maravillas para adultos. La desbordante imaginación de Boris Vian nos ofrece una máquina del tiempo inversa en su finalidad, un perro que habla y atiende al rimbombante nombre de “senador Dupont”, una vegetación crepitante con flores que pierden el color cuando se las abandona, una ciudad surrealista con barrios fabulosos dedicados en exclusiva al sexo o al juego, y en uno de sus capítulos más desopilantes y actuales, unas autoridades políticas absolutamente estrafalarias y corruptas.

Pero al mismo tiempo, junto al humor absurdo y la imaginación desatada, formando un mismo cóctel, la obra es un profundo ajuste de cuentas del autor con su pasado, a través de esa fantástica máquina creada por su personaje, el ingeniero Wolf. Un artilugio que permite viajar al pasado pero no para recuperarlo, sino para olvidar definitivamente todo el sufrimiento que nos ocasionó. El joven ingeniero, en sucesivos viajes, repasa todo el dolor que le deparó su forzado itinerario existencial: la educación familiar, la religión, los estudios, el sexo y hasta el matrimonio condicionado por esa misma educación, desprendiéndose al fin de todo ello. La novela tiene así la capacidad de cuestionar todo el catálogo de conductas establecido como norma, e induce a reflexionar acerca de cuántas de ellas responden a nuestros verdaderos deseos.

Escrita con el tono ligero y agudo de Vian, La hierba roja ironiza, además, sobre los roles sexuales (a partir, sobre todo, de las conversaciones de Lil y Folavril, las compañeras de los personajes masculinos) y llega a apuntar en su trama colateral, la del mecánico Lazuli, el tema del doble y la locura. La hierba roja es una obra lúcida, incisiva, ingeniosa, con momentos muy divertidos y otros tremendamente amargos. Todo un clásico del siglo XX, en el que el autor expone su propia vida con ejemplar crudeza, y también una obra de rareza irreductible, exclusiva del talento único de su autor. Encontrarán la edición más reciente de La hierba roja de Boris Vian, en Tusquets. Si la leen, tienen el disfrute garantizado.

Javier Aspiazu

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