No siendo iniciado en la filosofía política, sí es posible señalar lo qué no es liberal hoy en nuestro debate. El debate mismo desatado en redes sociales por la triste y empequeñecida respuesta de López Obrador a Jesús Silva-Herzog Márquez y Enrique Krauze, no es liberal, por ejemplo. Y no lo es ni de un lado, ni del otro. No es liberal atosigar al mensajero, sin referirse al mensaje, como lo hizo el líder del Movimiento de Regeneración Nacional, como tampoco es liberal la exagerada reacción de sus adversarios y escépticos (contándome entre los últimos), pues como bien lo ha escrito el primero de los intelectuales aludidos: el desacuerdo no es intolerancia. Siendo así pues, ese debate no fue en absoluto liberal.
Tampoco es liberal nuestro actual sistema electoral, a cuya etapa “intercampañas” acudimos por estos días, luego de haber dejado atrás la insultante y penosa simulación de las “precampañas”. Pocos saben aún que es la primera, y nos ha quedado más que claro que la segunda es solo una primera parte de las campañas, interrumpidas para dar paso a un limbo que es este otro despropósito de limitar la expresión de ideas con apertura y libertad, la promoción de proyectos y la contienda política formal, para pasar a una temporada corta de patadas por debajo de la mesa y golpes bajos, entendiendo todos que hemos decidido dar equidad a la contienda a costa de la seriedad, y lo que es peor, de la legalidad, de tal forma que sin ganar la ansiada equidad, hemos perdido libertad. El resultado: un laberinto de reglas que invitan a su inobservancia y la profundización de una cultura política alejada del Estado de derecho.
Finalmente, poco se asoma el liberalismo en los programas de gobierno que hasta hoy conocemos. Si bien, aparecen ideas cercanas (división de poderes real y efectiva, contrapesos al poder, estado de derecho, equidad y justicia), las más importantes, las de las libertades, se ausentan por todos lados. Es claro que la batalla por libertades y derechos no suele ser popular, justamente porque al ser progresista, rompe con la tranquilidad de las aguas y genera olas.
Ya que se ha puesto (¡enhorabuena!) de moda Silva-Herzog Márquez, cabe citarlo en su artículo de esta semana: “Habrá siempre una controversia sobre el sentido y pertinencia del liberalismo. Tal vez sea más claro el cuerpo de su contrario. Antiliberales son quienes rechazan la diversidad ética, convencidos de que la propia es la única perspectiva moral del mundo. Antiliberales son los enemigos del Estado laico y los admiradores del totalitarismo. Antiliberales son los dogmáticos que creen haber desentrañado el libreto de la historia y la mecánica de la sociedad. Antiliberales son quienes creen escuchar y trasmitir la Voz Irrefutable, sea la de un dios, una clase o el Pueblo. Antiliberales son quienes creen que los derechos dependen de los votos. Antiliberal, quien cree que la discrepancia es un vicio moral.”
En las siguientes semanas y atendiendo a que tampoco entiendo con precisión qué puedo decir y qué no en afán del respeto a esta nuestra “democracia liberal anti-libertaria”, trataré de abordar una opción del liberalismo que en lo particular me define frente al desencanto de las ideologías actual, el liberalismo igualitario. Ojalá, amable lector, me acompañe en este intento de descripción, que hará su servidor, un profano más.@CarlosETorres_
www.deliberemos.blogspot.mx