Hacer lo que nos incomoda tiene sus ventajas y que el poeta Gil de Biedma no me lo tenga en cuenta.

Deterioro cognitivo, Envejecimiento saludable, Personas mayores
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Ilustración matemática. Rafael Araujo

Hoy es el día mundial de la poesía y con mi entrada me gustaría contribuir al evento, aunque sea llevándole la contraria a uno de mis poetas preferidos.

La idea de que cuando uno se hace mayor va a llevar una vida regalada es bastante errónea. No me refiero al hecho de que puedan aparecer dificultades poco remediables sí o sí, sino porque en sí la vida sin contratiempos no es vida.

Utilizaré algunas poesías de Jaime Gil de Biedma, poeta catalán de la generación de los 50, para destriparlo, aunque esta vez con mis mejores intenciones de describir la vida misma. No sé si me lo van a poder perdonar.

Cuando uno es joven añora poder llevar una vida tranquila. Una vida que no esté sujeta a las exigencias laborales y familiares que mantienen a las personas ocupadas más tiempo del que consideran oportuno. Los poemas del poeta, que no tuvo tiempo de hacerse viejo y que descubrí de joven, tienen unos matices de vida plena y rompedora cuya visión he ido matizando personalmente con los años, aunque su belleza esencial y estética siempre quedará como resolana debajo de la piel, que cantaba José Larralde, también por aquellos entonces.

En el poema No volveré a ser joven, que trascribo a continuación, encontrará la esencia de mis argumentos.

Que la vida iba en serio/uno lo empieza a comprender más tarde/-como todos los jóvenes, yo vine/a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería/y marcharme entre aplausos/-envejecer, morir, era tan sólo/las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo/y la verdad desagradable asoma:/envejecer, morir,/es el único argumento de la obra.

La fascinación por una actitud contemplativa o nihilista, de mayor no se ve tan deseable. Es de lo peor que le puede pasar a una persona, porque literalmente se lleva la vida por delante.

En el poema De vita beata Jaime Gil de Biedma hacia un bosquejo de las acciones que contribuyen al buen vivir.

En un viejo país ineficiente,/algo así como España entre dos guerras/civiles, en un pueblo junto al mar,/poseer una casa y poca hacienda/y memoria ninguna.

No leer,/no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,/y vivir como un noble arruinado/entre las ruinas de mi inteligencia.

Para terminar intento reflexionar sobre la determinación vital y la opción valiente que se ha de tomar, basándome en el poema Resolución.

Resolución de ser feliz/por encima de todo, contra todos/y contra mí, de nuevo/-por encima de todo, ser feliz-/vuelvo a tomar esa resolución.

Pero más que el propósito de enmienda/dura el dolor del corazón.

La contemplación ha de dar paso a hacer lo que nos conviene para que nuestra memoria no se arruine y la persona mayor no se vaya ausentando antes de lo preciso. En el recorrido de la vida se van acortando distancia y tomando posiciones. Estar ya, en lo que de joven era solo una suposición, hace que se tengan que modificar muchas de las propuestas, precisamente para conservar esa vida que aún queremos vivir.

Los tratamientos farmacológicos y los entrenamientos cognitivos multiuso para el deterioro cognitivo, antesala para muchos de lo que será una enfermedad neurodegenerativa en toda regla, no han probado aún su eficacia. La persona mayor tendrá que poner todo de su parte para comer, suficiente y variado, caminar, dormir, evitar el agobio innecesario, hacer amigos y mantener la mente activa como práctica de conducta diaria sin desfallecer y fallando lo menos posible.

No hay más remedio, de ello depende su bienestar. Por eso, si decide ser feliz no le quedará más remedio que hacer lo que le incomoda. Pero no lo dude, tiene sus ventajas. A la vejez no hay que darle descanso. Le va la marcha y también en ello la vida.

Continuará…

Próxima entrada: “Por qué las personas no hacen lo que tienen que hacer”

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