Agencias / Ciudad de México.- Un secreto ha sido desvelado en un repaso de los datos recogidos hace 34 años por la misión Voyager 2 en su encuentro con el helado Urano, que sigue siendo hoy la única medición cercana de ese planeta.
La sonda espacial Voyager 2 realizó en 1986 uno de los pocos estudios de Urano, el séptimo planeta del sistema solar. Ahora, más de 30 años después, los físicos Gina DiBraccio y Dan Gershman, del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, analizaron los datos de la antigua misión para estudiar el extraño campo magnético de Urano.
En su estudio, cuyos resultados fueron publicados en la revista Geophysical Research Letters, descubrieron que la Voyager 2 voló a través de un plasmoide, una burbuja magnética gigante, un hecho que pasó desapercibido hace más de tres décadas.
Los plasmoides, burbujas gigantes de plasma, o gas electrificado, hacen que los planetas pierdan masa, explica la NASA. Con el tiempo pueden drenar los iones de la atmósfera de un planeta, y de esta manera introducir cambios fundamentales en su composición. Anteriormente ya se habían observado en otros planetas, entre ellos la Tierra, pero nunca en Urano.
Still sciencing after all these years…
In revisiting data from my twin’s 1986 Uranus flyby, researchers discovered one more secret: the planet seems to be losing some of its atmosphere into space, and its weird magnetic field might be why. https://t.co/BjiArBOYQx pic.twitter.com/6t15sKoEEg
— NASA Voyager (@NASAVoyager) March 25, 2020
Esa es una razón más por la que Urano es un misterio. El sobrevuelo de la Voyager 2 de 1986 reveló lo extraño magnéticamente que es el planeta.
“La estructura, la forma en que se mueve …”, dijo DiBraccio, “Urano está realmente solo”.
A diferencia de cualquier otro planeta en nuestro sistema solar, Urano gira casi perfectamente de lado cada 17 horas. Su eje de campo magnético apunta a 60 grados de distancia de ese eje de giro, por lo que a medida que el planeta gira, su magnetosfera, el espacio tallado por su campo magnético, se tambalea como un balón de fútbol mal lanzado. Los científicos aún no saben cómo modelarlo.
Esta rareza atrajo a DiBraccio y su coautor Dan Gershman, un compañero físico espacial de Goddard, al proyecto. Ambos formaban parte de un equipo que elaboraba planes para una nueva misión a los ‘gigantes de hielo’ Urano y Neptuno, y buscaban misterios que resolver. El extraño campo magnético de Urano, medido por última vez hace más de 30 años, parecía un buen lugar para comenzar.
Old gas blob from Uranus found in vintage Voyager 2 data https://t.co/oinGE812h8
— Live Science (@LiveScience) March 27, 2020
Entonces descargaron las lecturas del magnetómetro de la Voyager 2, que monitorearon la fuerza y ??la dirección de los campos magnéticos cerca de Urano mientras la nave espacial pasaba volando. Sin tener idea de lo que encontrarían, se acercaron más que los estudios anteriores, trazando un nuevo punto de datos cada 1,92 segundos. Las líneas suaves dieron paso a puntas y salientes irregulares. Y fue entonces cuando lo vieron: un pequeño zigzag con una gran historia. “¿Crees que podría ser … un plasmoide?” Gershman le preguntó a DiBraccio, al ver al garabato.
Poco conocidos en el momento del sobrevuelo de la Voyager 2, los plasmoides han sido reconocidos como una forma importante en que los planetas pierden masa. Estas burbujas gigantes de plasma, o gas electrificado, se desprenden del extremo de la cola magnética de un planeta, la parte de su campo magnético expulsado por el Sol como una manga de viento. Con suficiente tiempo, los plasmoides que escapan pueden drenar los iones de la atmósfera de un planeta, cambiando fundamentalmente su composición. Habían sido observados en la Tierra y en otros planetas, pero nadie había detectado plasmoides en Urano, todavía.
Los plasmoides que DiBraccio y Gershman encontraron ocuparon apenas 60 segundos del vuelo de 45 horas de duración de la Voyager 2 cerca de Urano. Apareció como una señal rápida de arriba a abajo en los datos del magnetómetro. “Pero si lo trazaras en 3D, se vería como un cilindro”, dijo Gershman.
Según las estimaciones de los investigadores, plasmoides como los que cruzó Urano podrían representar una pérdida de masa atmosférica de entre el 15 % y el 55 % para el planeta. DiBraccio y Gershman estimaron una forma cilíndrica del plasmoide detectado de al menos 204,000 kilómetros de largo y hasta 400,000 kilómetros de ancho.
Al igual que todos los plasmoides planetarios, los autores creen que estaba lleno de partículas cargadas, principalmente hidrógeno ionizado. El descubrimiento ahora plantea nuevas preguntas sobre el entorno magnético de Urano, un planeta que en muchos aspectos puede considerarse único en el sistema solar.
For 30+ years, Voyager 2 held on to a secret about Uranus 🔵🤫🛰️ — until Goddard scientists did a double-take on the satellite's data: Uranus’ twisted magnetic field allows tiny amounts of the planet's atmosphere to leak out into space. https://t.co/eqFb0kFyBR pic.twitter.com/y1kYuRAPnt
— NASA Goddard (@NASAGoddard) March 28, 2020