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ÚLTIMOS DÍAS EN EL PUESTO DEL ESTE EN LA FUNDACIÓN CABALLERO BONALD

Mañana, jueves 20 de junio a las 20:30 en la Fundación Caballero Bonald de Jerez, Cristina Fallarás y yo hablaremos sobre su novela Últimos días en el Puesto del Este.

La editorial Salto de Página ha hecho una magnífica labor rescatando esta novela, ganadora del XLII premio Ciudad de Barbastro de novela corta y que estaba llamada a desaparecer junto a los pecios de la editorial que se hacía cargo de la publicación de las obras ganadoras de dicho premio.

Esto es lo que diré como introducción de la novela, pero si no vienen ustedes, se perderán lo que contesta Cristina a mis preguntas. No creo que quieran perdérselo.

“…he oído la palabra loca, la palabra puta, la palabra pobre y la palabra culpa”

Yo debería decir: he leído tres veces la novela de Cristina Fallarás Últimos días en el Puesto del Este y las tres veces he descubierto cosas diferentes.

Fallarás tiene la virtud o el vicio, que nunca se sabe cuando una se rodea de una sociedad tan pulcra y aséptica, de no dejar a nadie indiferente. No hablo de su personalidad, que también, sino de su literatura.

 

Loca.

Cuando una autora decide arrancarse la piel y dejarla secar sobre 100 páginas es que debe estarlo. Nadie en su sano juicio lo haría. Nadie decide salir a la intemperie con los pies descalzos porque el frío arremete contra los cuerpos vivos. Nadie se juega en la literatura el todo por el todo y sale bien parada.

Hablemos de Jean Genet, hablemos de Lorca o Dylan Thomas, hablemos, si quieren de Pizarnik, o de aquellos que dejaron los fusiles y cogieron la estilográfica y no hicieron prisioneros.

 

Puta.

Porque cualquier escritor (vuelvo a recordar a Lorca) que no haya callado ante el poder ha sido castigado. Cualquiera que no haya puesto precio a su palabra ha sido arrinconado y le han llamado puta, maricón, rojo de mierda, fascista…

 

Pobre.

Lo que cuenta el niño León, ese al que llego a querer casi sin conocerlo. Lo que cuenta la polaca que se arranca el pelo y subyuga el hambre a la rabia. Lo que cuenta la pequeña sin contarlo, a través de las manos de su hermano.

 

Culpa.

De una madre que se sienta y no reacciona. O reacciona y se golpea ferozmente contra paredes que no existen, que no se ven, pero provocan el dolor más horrible que nadie podrá soportar. Culpa del sexo regalado, el robado, el fingido, el castigado, el observado, el admirado, el sentido, el gritado, arañado, golpeado, sangrado… Culpa de haber sido parte de esto que llaman resistencia y te clava en el suelo mientras a tus hijos les hieren otros hijos. Aquellos hijos de las mujeres que a tu paso te gritan loca y puta. Pobre puta loca.

 

Esto es Últimos días en el Puesto del Este. La historia de un dolor que sólo se cura con otro dolor mayor, el de la muerte, el abandono.

 

Desesperar por no ser aquello que nos prometimos. Y no tener más esperanza que la del regreso de quien no regresa, el desconsuelo de saber que el futuro no dura más de treinta segundos y, el ser humano, se pudre ante las puertas del infierno.

 

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