Primero, perdón por el abandono. La práctica en el hotel ha sido más desgastante de lo que hubiera podido pensar y ahora, además de los desayunos, almuerzos, cenas y eventos, estoy temporalmente encargada de inventarios, entradas, salidas, facturas y algo de contabilidad. Eso, sumado a los artículos de cada semana, han hecho que la migraña sea cosa de todos los días y que las 8 horas de sueño reglamentarias no sean suficientes.
Como si fuera poco, P. está al otro lado del mundo y no ha sido fácil lidiar con ese tema.
Pero bueno, después de la queja tradicional, ayer decidí que hoy iba a cocinar algo. Cualquier cosa. Lo que fuera, lo que encontrara en el supermercado, lo que estuviera a mi alcance y lo que pudiera compartir con mi madre porque mi padre se envenena con cualquier cosa que se salga del cuadrado carne asada/arroz/tajadas/ensalada.
Así que esta mañana salí del restaurante y pasé por el supermercado a comprar algunos mariscos (congelados, obvio, acá lo fresco no existe o vale su peso en oro) y unos tomates maduros para hacer una salsa que habíamos visto en el libro.
La receta original va con vieiras y langostinos, pero encontré camarones, calamares, palmitos de cangrejo y almejas. Sumé róbalo y
creía que iba a ser una buena mezcla.
Primero, puse aceite de oliva, un poco de mantequilla, ajo y al rato, tomates concasé.
Antes había cocinado las almejas en vino blanco y usé ese líquido para hacer la salsa. Lo agregué a los tomates y luego el pescado.
Acá está la mezcla de mariscos/pescado que usamos, y el mortero, herencia de mi abuela.
La receta, que por supuesto no seguí y creo que me arrepiento un poco.
Perejil + cebollín. La receta no llevaba cebollín pero me pareció que podía quedar bien.
Como siempre, el gato posando para el blog.
La salsa, con todos los mariscos, pescado, tomate, vino blanco, cuchara de palo, perejil y cebollín.
Y al final, la pasta.
Y el vino, por supuesto, con el claro aviso que dice que el exceso es perjudicial para la salud…
Madre dice que yo soy muy exigente y yo le respondo que gracias al cielo eso es así y no soy una persona mediocre y conformista. El
resultado, la verdad, no fue como lo esperaba y siento que la salsa quedó extremadamente ostigante y fuerte. Me hubiera gustado un sabor más delicado pero creo que no fue culpa mía sino de los mariscos que compré y que venden en esta imitación de ciudad.
Me quiero reivindicar conmigo, así que el próximo fin de semana espero poder hacer una comida medianamente decente y con la que quede feliz.
BTW, ayer fuimos a ‘tomar el té’, como buenas señoras manizaleñas, a La Suiza y, de pura antojada, pedí una Crème brûlée sin muchas expectativas… Cuál no sería mi sorpresa al ver que me traen, a primera vista, una cosa perfecta y con una costra de azúcar hermosa que se rompió como si fuera un sueño, pero al probarla estaba caliente!!! Pues resulta que para hacer la costra no usan soplete sino que meten el molde de la Crème a la salamandra… Claro, me llegó un ramequin caliente con la mitad del postre frío y la otra mitad hirviendo… Morí de la ira, pero bueno… Son cosas que pasan…