La Escuela Nacional de Arte de La Habana. (ENA) Mis recuerdos. Tercera parte.


Creo firmemente que las cosas deben valorarse dentro de su contexto histórico y no desde la distancia de los años. Es decir, todo tiene su “por qué” Así trato de recordar estos años y mis recuerdos tratan de ser lo más exactos posibles.

El nombramiento de Bertha Serguera como directora general de la ENA (no recuerdo el año exacto)  marcó un nuevo rumbo que duró varios años. Para bien o para mal, se instauró una disciplina semi-militar, común en todo el sistema de internado nacional de casi más de cien mil becarios del gobierno. Quizá no era lo más apropiado para una escuela de Arte, pero así fue y repito, no fue exclusivo para la ENA.

Eso supuso una nueva organización de los albergues, casas o viviendas de los alumnos en pelotones y compañías militares. Recuerdo que nos despertaban a las 7 de la mañana. A las 7 y media había que estar fuera de la casa, en formación militar, por pelotones y compañías. Cada casa o albergue tenía un alumno-jefe de pelotón que se subordinaba a un jefe de compañía, también alumno. Estos eran designados por la escuela.

Una vez formados en la calle, se pasaba revista y nos trasladábamos, en fila india, al comedor central (el antiguo hotel), a un kilómetro de distancia, para desayunar. Las camas, las habitaciones, debían quedar debidamente ordenadas y recogidas.

Después del desayuno, en una plaza frente a la entrada del edificio central, se reunían todas las compañías (militares) una por cada especialidad (Música, Danza, Artes Plásticas, etc…) para hacer el Matutino. En ese acto se izaba la bandera al compás del Himno Nacional interpretado por la Banda de alumnos. También en ese momento aprovechaban para dar las consignas del día y ver quién estaba más peludo de la cuenta. Terminado este acto nos dirigíamos individualmente a las respectivas escuelas y actividades.

A cada alumno se le entregaba a principios de curso dos uniformes completos que incluían botas militares para los varones y zapatos para las mujeres, calcetines y ropa interior. También camisetas blancas enguatadas y abrigos verde olivo. El calzado se reponía cuando se gastaba. Los alumnos del interior del país disponían de lavandería. Esta también se ocupaba de las sábanas y toallas que se sustituían dos veces por semana.

La limpieza en las casas-albergues las realizaban los propios alumnos según un orden establecido semanalmente. Cada alumno sabía lo que tenía que hacer.

Estaba totalmente prohibido ausentarse de la escuela durante la semana. Como ya dije en una entrada anterior, los permisos (pases) para ir a casa eran los fines de semana. Por lo tanto uno de los peores castigos era quedarse sin ir a casa.

Semanalmente, el viernes, se hacía una Corte Militar. Esta consistía en reunir a todos lo alumnos de una compañía y someterlos a un juicio sobre su conducta semanal. Para eso había un sistema de puntos. Si en la semana sumabas más de 10 perdías el pase de fin de semana. Los puntos los imponían los instructores que eran un cuerpo de alumnos designados por la dirección general de la escuela. Si un instructor te sorprendía en una infracción, según el tipo, te ponía un reporte de equis puntos. Todo se juzgaría en la Corte Militar semanal.

Sobre ese particular hay muchísimas anécdotas. Algunos alumnos eran verdaderos temerarios en el arte de saltarse la disciplina.

La Corte Militar se desarrollaba en el salón principal del edificio que, todavía hoy,  se encuentra a continuación de la entrada principal. El Tribunal estaba compuesto por alumnos instructores y el subdirector de disciplina de turno.

Cada alumno tenía un número asignado. Si tenías algún reporte le llamaban por su número:

–         ¡710! Llamaban los del Tribunal.

–         ¡Aquí! Respondía el alumno.

–         ¡Acá! Y el “acusado” se acercaba al frente del Tribunal y se paraba en posición militar de atención. El Tribunal le ordenaba que se pusiera en posición de descanso y procedía a decirle:

–         Tiene Ud. un reporte por llegar tarde a la formación el día 14 a las 7 y treinta de la mañana.. ¿Qué tiene que alegar?

–         ¡Permiso para acercarme al Tribunal!

–         Concedido.

Tras la debida explicación privada “estaba en el baño porque me hallaba descompuesto” el Tribunal decidía: ABSUELTO! Puede retirarse.

Pero había casos célebres como el de Edilberto Cardoso. No faltaba a una Corte. Siempre estaba convocado, por una causa u por otra. Mi pobre amigo siempre estaba castigado por sus “indisciplinas” Era un tipo rebelde por naturaleza. Estudiaba clarinete y era un muchacho de la provincia de Camagüey.

Era de esos que le llamábamos “guaposo” por su forma chulesca de vivir y vestir. Edilberto tenía su propia forma de ser. Usaba la camisa del uniforme por fuera de la cintura del pantalón, cuando lo reglamentario era usarla por dentro. Los bajos del pantalón, con filo incluido, los usaba a medio meter entre las botas, cuando el reglamento decía que había que meterlo completo, tipo militar, etc…O sea, un verdadero “guaposo” de la época. Y así se presentaba delante de la Corte todas las semanas, con clarinete en la mano incluido! Y agitando al Tribunal para que lo condenaran rápido, ya que decía que no podía perder tiempo, que tenía que estudiar!

En otra ocasión a los músicos de la Banda de Música, entre los que me encontraba yo y mi hermano, nos dejaron un mes sin pase gracias a nuestro querido amigo Arturito Sandoval. En pleno desarrollo del matutino e interpretando el Himno Nacional a Arturo se le ocurrió tocar su parte de trompeta del himno ¡en la octava alta del instrumento! Se consideró una falta grave al Himno y a la Bandera. ¡Pagamos todos justos por pecadores!

Otro alumno ilustre, entre muchos, era mi amigo Andrés Escalona, actual primer contrabajista de la Orquesta Sinfónica Nacional. A este le decíamos Juan Sebastián Bach porque era el rey de la “Fuga” Siempre andaba escapado de la escuela y nunca lo sorprendían!

Esto era por los años 64 o 65.  ¡Que tiempos aquellos!

Hoy las cosas ya no son así. La organización disciplinaria hace rato perdió su caracter militar. Eran otros tiempos y quizá desde la distancia de los años todo puede parecer excesivo. Yo no lo voy a  juzgar. Prefiero pensar en las cosas positivas que me ayudaron a ser músico y persona y creo que esta etapa de mi vida fue importante.

En la próxima entrada trataré de hablar de esas cosas.

Continuará….La ENA Cuarta parte.

Marcos Valcárcel Gregorio, Noviembre de 2009.

3 comentarios

  1. Leo con mucha atencion el blog de mi hermano y siento alegria por lo bien que le va como escritor. Que bueno que alguien se preocupe de dejar «en el papel» los recuerdos de Cubanacan que es como nosotros,los becarios, llamábamos a nuestra escuela. De la disciplina militar que tuvimos, ahora al cabo de los años, pienso que aunque hubo exageraciones no nos vino mal. Espero que Marcos siga sus memorias y llegue al periodo de Mario Hidalgo para escribir una anécdota mia.

  2. Hermanos Varcarcel: Creo que Jorge fue mi compañero de aula mientras hacíamos el bachillerato en la ENA. Me encanta cómo escribe Marco, su maravillosa memoria, exacta y preciosista. Envidio su poder de evocación y su claridad narrativa.
    Un abrazo para ambos.

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