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Tiempos apocalípticos

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El Reino de la Paz

Jesus Rey

“Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de la Profecía y guardan las cosas escritas en Ella, porque el tiempo está cerca” (Ap. 1, 3).

Después de leer la Evangelium Gaudium es necesario ver los Signos de los Tiempos y discernir lo que viene al mundo y a la Iglesia.

Desde Roma se tapa la profecía: “el acento, más que en el impulso de la piedad cristiana, se coloca en formas exteriores de tradiciones de ciertos grupos, o en supuestas revelaciones privadas que se absolutizan. Hay cierto cristianismo de devociones, propio de una vivencia individual y sentimental de la fe, que en realidad no responde a una auténtica «piedad popular»” (n. 70).

Francisco es un hombre que no cree en el Apocalipsis, porque no tiene Espíritu. Sólo cree en lo que hay en su cabeza humana y así lo expresa en todo su documento. Esto es normal en un anticristo, porque tiene que oponerse en todo a Cristo y a Su Iglesia.

Él hace su trabajo como falsa cabeza en la Iglesia, poniéndose a destruir la Iglesia con la autoridad de los hombres. Y engañando a todos diciendo palabras hermosas y sentimentales, para así atraer a los hombres a su negocio en la Iglesia. Su negocio es simple: que todos alaben su pensamiento humano. Y no tiene otro negocio. Por eso, ha escrito esa bazofia que sólo sirve para limpiarse el trasero. Él se exalta como hombre en la cúspide de la Iglesia. Y él caerá por los hombres desde esa cúspide. Es su castigo en la Iglesia.

Pero, para las almas que creen en la Palabra de Dios y, por tanto, que siguen a los Profetas, la luz en la Iglesia sólo está en las Profecías. Ya no se encuentra esa luz en ninguna cabeza de la Iglesia.

Desde que Benedicto XVI renunció, ya no se da la Cabeza Visible en la Iglesia. Con la renuncia muere Pedro. Es una muerte real, pero espiritual, no mística. Porque Pedro no es sólo Benedicto XVI, sino también todos los Papas anteriores a él, que están en el Cielo, y que, por tanto, siguen intercediendo, siguen siendo Pedro en la Iglesia, pero de otra manera, no como Cabeza Visible, porque –es claro que han muerto- sino como cabezas místicas en la Iglesia.

Pedro y sus sucesores, que están en el Cielo- siguen dirigiendo a la Iglesia, pero de una manera que el hombre no puede entender con su razón, porque la Iglesia se edifica siempre en Pedro. y, aunque un Papa, como Benedicto XVI, haya fallado en su vocación de ser Pedro, la Iglesia sigue en Pedro, pero de una forma misteriosa.

Para los hombres que viven en la tierra, que pertenecen a la Iglesia militante, no hay Cabeza Visible por la renuncia de Benedicto XVI.

Pero hay más que eso. Por subir al gobierno de la Iglesia una falsa cabeza, que ha roto el Vértice de la Iglesia, se da la división en la Cabeza, es decir, que en la Iglesia hay muchas cabezas pensantes que quieren gobernar y hacer la Iglesia como está en sus cabezas.

Y los fieles se acogen a estas cabezas y, por eso, quedan confundidos, porque nadie, ahora en la Iglesia, da la Verdad desde la Cabeza. Nadie. Todos fallan en algo, todos están entre dos aguas, todos acogen, de una manera o de otra, la mentira.

Ni Francisco da la verdad, ni los sedevacantistas la ofrecen, ni Benedicto XVI puede, ni ningún Obispo en su diócesis predica la verdad y, menos, los sacerdotes, saben lo que es la Verdad.

Muchos, en la Iglesia, toman algo de Francisco, otro algo de los ortodoxos, otro de los sedevacantistas, otro de Bendicto XVI, etc. Muchos hacen una ensalada de muchas verdades y de muchas mentiras juntas.

En la Iglesia o se está en la Verdad o se está en la mentira. Pero no se puede predicar contra el aborto y, después, decir que Adán y Eva es un mito, como lo hace el Cardenal George Pell. No se puede hacer del aborto un negocio en la Iglesia, una causa humana, una defensa de la vida humana, cuando se está destruyendo la vida divina en la almas, la vida de la gracia, cuando la causa divina en la Iglesia desaparece por completo.

Tenemos cabezas que hacen como este Cardenal: su negocio en la Iglesia. Defienden lo que a la gente le gusta, pero no defienden la Verdad de la Iglesia. No se ponen en la Verdad, sino que cada uno lucha por sus verdades en la Iglesia, y da órdenes a todo el mundo para que sigan sus pensamientos humanos en la Iglesia.

Esto es lo que se ve en todas partes en la Iglesia. Y esto es un Signo de los Tiempos. Un Signo en la Cabeza, en el gobierno, en el poder de la Iglesia: un poder dividido en muchos poderes humanos, materiales, naturales.

Cuando el poder se divide en la Iglesia aparece la anarquía en todas partes. No hay jerarquía de valores, de clases sociales, de pensamientos humanos. Todo se iguala. Y todo vale en ese gobierno dividido: la mentira y la verdad.

Y, cuando se juntan las dos cosas, viene la bomba: la destrucción del amor en la Iglesia.

No se puede amar en la mentira. Sólo se ama en la Verdad.

Quien quiera amar en la mentira produce la ruptura con toda la verdad y hace que las almas sean obligadas a buscar la mentira por una razón verdadera.

Todos se acogen a Francisco, que es una mentira, por una verdad: fue elegido por los Cardenales en el Cónclave.

Es una verdad a medias, pero es una verdad. La elección de Francisco fue lícita, según la ley de la Iglesia, pero inválida según la ley de Dios. Los Cardenales hicieron algo lícito, pero inválido, nulo para Dios. Y si es nulo para Dios, también lo es para los hombres. Pero esto los hombres no saben verlo, no saben discernirlo.

Los Cardenales siguieron la ley eclesiástica, que les capacita para elegir a un Papa, pero no siguieron la ley divina que les prohibía elegir un Papa estando vivo el anterior.

Esto supone una división en la verdad: vale más la ley de la Iglesia que la ley divina, que el dogma del Papado. Pesa más lo que piensan los hombres que lo que piensa Dios en Su Iglesia. Y, por tanto, se obra la mentira acogiéndose a una verdad humana, a una ley humana, despreciando la ley divina, que es la Verdad en la Iglesia. Nunca una ley de la Iglesia da toda la Verdad en Ella. Siempre la ley eclesiástica tiene que depender, para ser obrada, de la ley divina, del dogma en la Iglesia. Si no se somete a lo divino, se pone esa ley por encima de la ley divina, y se obra la mentira, con la careta de la verdad.

Y esto es otro Signo de los Tiempos: sólo vale en la Iglesia aquellas leyes que se acomodan al pensamiento de los hombres. Ya no hay que mirar las leyes divinas, los dogmas en la Iglesia, las Verdades de siempre.

Y esto trae una consecuencia inmediata: destruir la Verdad a base de poner pensamientos mentirosos, pero dados como verdades.

Es lo que lleva haciendo Francisco nueve meses en su gobierno: destruye verdades para poner sus verdades, es decir, sus mentiras. Y da a la gente que vive la Verdad, lo que quieren escuchar: les habla del aborto, de la confesión, de cosas que gusta oír, pero las dice sin la Verdad, sin el convencimiento de la Verdad, las dice para rellenar la predicación de su mentira en la Iglesia. Así ha hecho su bazofia, de esta manera.

Estamos en los tiempos del apocalipsis. Eso es claro para el que vive la fe. Y, dentro de ese tiempo apocalíptico, está un signo de los tiempos: la Verdad de la Iglesia.

La Iglesia no puede ser destruida por nadie. Pueden destruir lo material de la Iglesia, lo humano, lo natural, pero no Su Espíritu.

La Iglesia nace del Espíritu, no nace en el pensamiento de ningún hombre. Y, por tanto, la Iglesia no está en ninguna parte, ni en ningún hombre. No pertenece ni al tiempo ni al espacio, porque, en Dios no hay tiempo ni espacio. Estas dos cosas son el invento de los hombres para poder entender lo natural, lo humano de la vida. El hombre mide la Creación con su tiempo y con su espacio.

En la realidad, no existen ni el tiempo ni el espacio. Son medidas que el hombre crea con su pensamiento humano (entes de razón) y que las aplica, después, en su vida diaria. Pero no existen en la realidad. Dios no crea ni el tiempo ni el espacio. Dios crea el universo. Después el hombre mide esa creación con sus medidas de tiempo y espacio, medidas limitadas, racionales, que no pueden explicar el Misterio de la Creación.

Por tanto, la Iglesia está por encima del tiempo y del espacio como lo concibe el hombre. Y eso supone que, por más que el hombre quiera destruir la Iglesia, en su tiempo y en su espacio, nunca la va a destruir, porque la Iglesia es Espíritu. Y el Espíritu no tiene ni tiempo ni espacio.

Por eso, la Iglesia no necesita un apostolado llenos de tiempos ni de espacios. La Iglesia sólo necesita de corazones humildes que lleven en ellos la Palabra de Dios, en todo tiempo y en todo espacio.

En estos tiempos apocalípticos, se sigue dando la Verdad de la Iglesia, pero ya no está como antes. Ya no hay que buscarla en Roma, ni en ninguna cabeza de la Iglesia, ni en ningún documento de la Iglesia. Sólo se puede ser Iglesia, sólo se puede hacer Iglesia en el Espíritu, en estos tiempos, en que no hay una cabeza visible.

Sólo el Espíritu es el que guía ahora a toda la Iglesia. Por eso, la importancia de saber discernir bien cada profecía para no errar en el Espíritu de la Iglesia.

Y hay muchos profetas que su profecía es verdadera, pero que siguen a Francisco, y entonces, su profecía queda anulada. Porque o se está en la verdad completa o se está en la mentira. No se puede estar entre dos aguas.

Hay muchos sacerdotes que creen en los Profetas, pero que eligen mal la cabeza: o están con Francisco, o con Benedicto XVI, o con otros en la Iglesia. Tampoco se puede seguir, porque no se ponen en la verdad.

Hay sacerdotes que ven lo que pasa en la Iglesia, no creen en las Profecías y, también, eligen mal su situación en la Iglesia: se hacen sedevacantistas o se hacen ortodoxos, etc.

Hay que discernir los Signos de los Tiempos para saber obrar en la Iglesia en cada tiempo. Porque cada tiempo en la Iglesia es distinto.

Y el Tiempo en la Iglesia no es una medida como lo es en los hombres. Cuando Dios habla del tiempo, Dios habla del estado de las almas o de la Iglesia o de la Creación, pero Dios no da una medida al hombre, sino un estado espiritual.

Si la Iglesia vive, en estos momentos el estado espiritual de no tener una cabeza visible, entonces no es posible seguir a nadie en la Iglesia. Sólo hay que seguir al Espíritu. Y el Espíritu dice a quién se puede seguir entre los Pastores, en la Jerarquía de la Iglesia. Pero quien quiera buscar una cabeza en la Iglesia en este Tiempo de la Iglesia, siempre se va a equivocar, porque vivimos el Tiempo en que no hay cabeza que gobierne la Iglesia. No se da la unión en la verdad a través de una cabeza. Y, por tanto, no hay obediencia a nadie. Sólo al Espíritu de la Iglesia.

Los hombres no saben seguir al Espíritu. Les cuesta muchísimo. Sólo saben seguir a una cabeza, a un hombre, o a su pensamiento humano. Y esto es otro Signo de los Tiempos.

Cuando la Iglesia pierde el Espíritu, entonces es porque nadie vive en la Iglesia el Espíritu, nadie sigue al Espíritu, todos siguen sus mentes humanas, sus filosofías de la vida dentro de la Iglesia.

Y eso lleva a ver cómo están las almas dentro de la Iglesia: viviendo lo suyo humano, sin atender en nada a lo divino.

Y, por tanto, para ser Iglesia, para formar Iglesia, hay que alejarse de tantas almas que sólo viven para su humanidad, pero no para las cosas divinas, sagradas, santas en la Iglesia.

Hoy la Iglesia no está ni en muchas parroquias, ni en muchos conventos, ni en muchos grupos de la Iglesia, porque hay muchas almas que sólo viven para su negocio humano en la Iglesia, y no más. Y hacen de la Iglesia una cueva de ladrones.

Por eso, es difícil hoy ser Iglesia y hacer Iglesia, cuando no hay Cabeza Visible. y, por eso, una consecuencia lógica es que la Iglesia tiene que vivir en la oscuridad un tiempo, mientras los hombres se inventan su iglesia en todas partes del mundo.

Los que quieran ser Iglesia en este Tiempo tienen que salir de todo y vivir esperando hasta que el Espíritu muestre otro Tiempo, otro estado espiritual de la Iglesia, en que pueda darse con una cabeza la Iglesia de siempre, la de 20 siglos, la que es eterna y nunca es destruida por ningún espíritu diabólico ni por un poder humano.


4 comentarios

  1. Juan Pablo dice:

    Otro problema de conciencia que se produce, creo, y que puede ser causa de confesión, es el de no creer en la valides de la designación de Francisco como papa, ya que no se puede estar en la Iglesia y no estar con el papa. Creo que es motivo de excomunión.
    Ya sé que me dirán que en estas páginas se ha demostrado hasta el cansancio la verdad sobre Francisco, pero eso no significa que un confesor lo acepte.

    • josephmaryam dice:

      Si no cree en la validez de la designación de Francisco como Papa no es un pecado si esa creencia nace de la fe en el dogma del Papado. Y, entonces, eso no es de conciencia. Si nace de la rebeldía al Papa, entonces ese es otro pecado. Lo que sería de conciencia es creer que Francisco es Papa, porque ha sido elegido, pero en la conciencia me dice que no es Papa. Ése es un asunto de conciencia. Y el alma tiene que resolver ese asunto, pero eso no implica el pecado. Porque el pecado consiste en ir en contra del Papa. Pero si en la conciencia dudo si Francisco es Papa, con una duda razonable, no hay pecado. Porque la conciencia siempre indica la verdad al alma. El alma tiene que salir de la duda para ponerse en la verdad. Y hasta que no salga no puede decir ni sí a Francisco ni no a Francisco. Si en la duda, elige una de estás peca. Un confesor, al cual se le plantee la duda, no tiene que dar su opinión sobre los que es Francisco, sino que tiene que dar la verdad de Francisco. Y, por eso, conviene elegir el confesor adecuado, no cualquiera que no tenga discernimiento, porque , entonces, le hará pecar. En la duda sobre el Papa, primero discierna ante el Espíritu. Y si no sale de la duda, busque un sacerdote con discernimiento espiritual, nunca busuqe un teólogo o un filósofo. Busque alguien que viva el Espíritu y que sepa lo que está pasando en la Iglesia actualmente. Y si después de preguntar la duda a un confesor, no sale de la duda, entonces el problema es del alma, no fuera de ella. El alma tiene que resolver su duda ente Dios y quitar el impedimento de su soberbia que impide la verdad.

  2. BARBARA dice:

    ENTONCES ME PREGUNTO, QUE DEBEMOS HACER LOS CATOLICOS MILITANTES, QUE NO ESTAMOS CON ESTE PAPA NI CON LOS MODERNISMOS, QUE SEGUIMOS LAS VERDADERAS PROFESIAS??..DEBEMOS SEGUIR ASISTIENDO A MISA?, CONFESARNOS?

    • josephmaryam dice:

      Jesús sigue estando en los sagrarios del mundo hasta que no se quite la Eucaristía. Sólo queda esa Presencia de Dios en medio de Su Iglesia. Jesús no está en la Cabeza de nadie, pero sí en los Sagrarios. Y no en todos. Sólo en aquellos en los que todavía el sacerdote hace las cosas como tiene que hacerlas en la Misa. Allí donde la Misa se ha convertido en una fiesta mundana, es claro que no hay Sacrificio en el Altar. Y todavía quedan sacerdotes que creen y, por eso, todavía es válida la confesión. Pero cuando al sacerdote le quiten el dogma de la eucaristía, entonces hay que buscar en los refugios, en las catacumbas, en las casa particulares a aquellos sacerdotes que siguen creyendo en la Palabra de Dios, en el don de la gracia dado a sus corazones. Porque una cosa es que el Espíritu de la Iglesia ya no esté en Roma, pero otra cosa es la vida de la Gracia en cada alma, en cada sacerdote. Y por la Gracia, se salva toda la Iglesia, aunque su Espíritu no rija los destinos de la Iglesia en Roma, sino en otra parte, que no importa el lugar, una vez que es claro que ya Roma no da la verdad.
      Por tanto, sólo tiene que discernir los tiempos e irse de Roma cuando el Espíritu se lo mande. Y seguir buscando a los sacerdotes que crean para recibir la comunión y la confesión.

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