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La intención de consagrar

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«Mi Promesa es proveeros con el Alimento de Vida – Mi Cuerpo y Sangre – y sin embargo, vais, una vez más, a negarme. Haréis esto al remover la Sagrada Eucaristía del Templo de Dios y la vais a reemplazar con un cadáver. La sustitución será imperceptible y tomará un tiempo antes que os déis cuenta de la maligna acción, que será impuesta a vosotros. Mientras Mi Cuerpo, a través de la Sagrada Eucaristía os sustenta, la Muerte de Mi Cuerpo, Mi Iglesia, traerá muerte a las almas de los que me descartáis» (Jesús – 28 de marzo 2013).

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Dentro de poco se removerá la Sagrada Eucaristía de la Iglesia. De hecho, ya está removida, pero encubiertamente, sin que se note al exterior, porque no se ha dado a conocer la nueva forma de la Eucaristía.

La Eucaristía es la Vida Divina.

No es una memoria de esa Vida, no es un recuerdo de esa Vida, no es actualizar lo que pasó hace 2000 años y ponerlo hoy de una manera diferente o acomodada al pensamiento del hombre.

La Eucaristía es el mismo Dios. Y Dios no tiene ni pasado, ni futuro, ni presente. Dios es Eterno. Y, por tanto Su Vida es Eterna. Su Vida es ahora y siempre. No cambia con los tiempos de los hombres, con las culturas de los hombres, con los pensamientos de los hombres.

Siempre es la Vida en Dios.

Y, por tanto, para que la Eucaristía valga en la Iglesia, se produzca en la Iglesia, para que la Carne y la Sangre sea en verdad eso y no otra cosa, es necesario tener la intención de hacer lo que hizo Cristo en la Última Cena.

Y ¿qué cosa hizo?

Algo sencillo:

“Tomando Jesús un pan…dijo: Tomad y comed; esto es Mi Cuerpo” (Mt 26, 26). ”Haced esto en conmemoración Mía” (Lc 22, 19). «Y tomando un Cáliz…dijo: Bebed de él todos, porque ésta es Mi Sangre de la Alianza, que por muchos es derramada para la remisión de los pecados” (Mt 26, 28).

Quien no tenga la intención del mismo Cristo, no puede consagrar el pan y el vino y, por tanto, no puede darse la Carne y la Sangre de Cristo.

Es necesario tener la intención de Cristo. No es suficiente con hacer lo que hace la Iglesia. Porque esto significa muchas cosas y nada al mismo tiempo.

Hay que tener la intención que hace la Iglesia cuando se consagra con la intención de Cristo. Pero cuando no se consagra con esta intención, entonces lo que hace la Iglesia no sirve.

El sacerdote que no tenga esta intención, no consagra.

Y ¿en qué consiste esta intención de Cristo?

Sólo en una cosa: transubstanciar el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo.

Eso sólo.

Esto significa una sola cosa: la fe del sacerdote en la Palabra de Dios. No la fe de la Iglesia en la Palabra de Dios.

La fe del sacerdote en las Palabras del Evangelio. Creer que cuando dice esas palabras se está obrando el Misterio, el Milagro de la Eucaristía. Aunque no lo vea, aunque no lo sienta.

Si el sacerdote, aunque diga las palabras correctas de la consagración, no cree en esas palabras, no cree en lo que está diciendo, entonces no consagra el Milagro Eucarístico.

La validez de una Santa Misa sólo está en la fe del sacerdote.

La validez de una Santa Misa no está en la Fe de la Iglesia.

Son dos cosas distintas.

Quien pone en el Altar el Milagro de Cristo es sólo el sacerdote, no la fe del Pueblo. Por más que crea el Pueblo en la Palabra de Dios, por más que la Iglesia ponga ritos adecuados a esa Palabra de Dios, si el sacerdote no cree en esas Palabras Divinas, no hay Eucaristía.

El gran peligro está en una cosa: poner la Fe de la Santa Misa, poner la fe en la Eucaristía en lo que hace el Pueblo.

Este es el gran error que se introdujo con la Misa de Pablo VI. Y en este error estamos. Y este error lleva a anular la Eucaristía de la Iglesia.

La intención de consagrar está sólo en el sacerdote. Si el sacerdote no cree, sólo hace una obra de teatro en la Iglesia aunque diga todas las palabras correctas de la Misa, y aunque haga todas las oraciones de la Misa de Pio V.

No está ni en las oraciones ni en los ritos ni en nada la validez de una Santa Misa.

Para que una Misa valga, el sacerdote tiene que unirse místicamente a la intención de Cristo en la última Cena.

Esa unión mística significa que la mente del sacerdote se somete en todo a la Mente de Cristo en la última Cena.

Se somete: es decir, que la mente del sacerdote no pone un juicio o un pensamiento contrario a lo que Cristo hizo allí.

Solamente da las palabras de Cristo, tal como Él las dijo y con la intención con que las dijo.

No basta decir las palabras, es necesario decir la intención.

Y, para decir la intención, sólo hay que tener fe en esas palabras, es decir, no añadir ni quitar nada a esas palabras. No razonar esas palabras. Ver la obra que Cristo hizo cuando dijo esas palabras.

La maldad para quitar la Eucaristía va a estar en decir que la intención para consagrar la Eucaristía es sólo hacer lo que hace la Iglesia. Eso destruye la Eucaristía. Hagamos en la Iglesia nuestra santa Misa, pero non hagamos en la Iglesia lo que hizo Cristo en la Última Cena.

Cristo enseña a sus sacerdotes a realizar el misterio eucarístico. Cristo no enseña al Cuerpo Místico cómo se realiza el Sacrificio. Porque la Iglesia es la Jerarquía, no es el Pueblo de Dios.

Cuando Cristo consagra en la Última Cena está obrando dos cosas: primero el Milagro Eucarístico; y segundo está ordenando a los discípulos sus sacerdotes. Les da el sacramento del orden. Y sólo se lo da a la Jerarquía de la Iglesia, no al Pueblo de Dios.

Poner la intención de consagrar sólo en lo que hace la Iglesia, es poner la intención sólo en el Pueblo de Dios, no en el sacerdote.

En la Iglesia, le fe primero está en el sacerdote. Y sin esa fe, no se hace Iglesia, no se es Iglesia. Un sacerdote que no cree no hace Iglesia, no pertenece a la Iglesia.

Este es el punto que, hoy día, se combate por la Jerarquía Eclesiástica: quieren quitar la fe del sacerdote cuando consagra. Poner la fe de la Iglesia, porque dicen que la Iglesia es el Pueblo de Dios, es la comunidad del Pueblo de Dios. Poner la fe en la Iglesia, cuando la Fe está en la Palabra de Dios, en Cristo, que es la Cabeza de la Iglesia. La Fe no está en el Cuerpo Místico de la Iglesia. Esta herejía, que es la que dice Francisco en su encíclica, lleva a anular la Eucaristía. Por eso, ya está anulada, pero la gente no ha comprendido.

Francisco y los suyos es lo que predican de la Iglesia: la ven sólo como reunión del Pueblo de Dios. No hay clérigos, no hay laicos, todos somo uno en la Iglesia.

Ya la Iglesia no es la Jerarquía por el gobierno horizontal. Ya no existe la Jerarquía en la Iglesia, porque no puede darse la obediencia que se daba en la verticalidad. La Jerarquía es vertical, no horizontal. En la nueva iglesia el Papa es sólo la voz de los Obispos, la voz del Pueblo de Dios, pero no es la Voz de Cristo. Ya ese falso Papa no tiene la intención de Cristo porque no escucha la Voz de Cristo, sólo escucha la voz de los hombres en la Iglesia.

Por eso, en sí ya no existe la Eucaristía. Pero tienen que decirlo con un documento firmado pro el falso Papa, como se hizo con el gobierno horizontal.

Si el sacerdote no cree, vana es la santa Misa en la Iglesia. La fe del Pueblo de Dios, la fe de la Iglesia, la intención que tenga la Iglesia sobre la Eucaristía no sirve para consagrar el pan y el vino.

Por eso, se va a utilizar la palabra conmemoración para definir que la intención de la Eucaristía está sólo en la unión de todos los fieles en la Iglesia: sacerdotes y fieles juntos. Y eso conmemora la Eucaristía.

Por eso, se va a dar esta fórmula en la Iglesia y nadie caerá en la cuenta de la herejía que se está diciendo.

Y cuando se dé esta fórmula, entonces automáticamente, deja de estar la Eucaristía en la Iglesia.

Es muy grave lo que viene ahora a la Iglesia. Muy grave.


2 comentarios

  1. Raul Patiño dice:

    Pero este proceso de «transformar» la eucaristía viene desde la etapa post conciliar, cuando Paulo VI nombró la comisión para elaborar el NOVUS ORDO MISAE, y en esta comisión había 6 protestantes.
    Los protestantes se incluyeron como muestra de «ecumenismo» con lo cual se cedía frente a la herejía de Lutero, pues recordemos que éste decía:
    “Cuando la Misa sea trastornada, estoy convencido de que habremos tornado definitivamente al papismo. Efectivamente, el papismo se apoya en la Misa como sobre una roca, todo entero, con sus monasterios, obispados, colegiatas, altares, ministerios y doctrinas, en una palabra, con todo su vientre. Todo eso crujirá necesariamente cuando sea resquebrajada su Misa sacrílega y abominable. ( Fuente: Lutero, De captivitate Babylonis.)
    Y en al cambiar la Misa Tridentina por el Novus Ordo Misae se dieron pasos en los cuales se empezaba a mostrar que el hombre era más importante, por ejemplo al dar el sacerdote la espalda al sagrario para ponerse frente al hombre. Igualmente se dejó de hablar de la Santa Misa como el Sacrificio Incruento de Nuestro Señor ofrecido a la santísima Trinidad, y en cambio se asumieron términos de la herejía protestante: «banquete», «fiesta».
    Se tomo entre las fórmulas una que encontramos en el antiguo testamento, en génesis 4, cuando se habla del sacrificio que no fue grato a Yahvé, el que ofreció Caín, el fruto de la tierra. Y se adoptó esta fórmula: «bendito…por este… fruto de la tierra y del trabajo del hombre».
    ES UN PROCESO DE DESMONTE DE LA SANTA MKISA QUE LLEVA DÉCADAS.

    • josephmaryam dice:

      Sí, pero antes permanecía la verticalidad en la Iglesia y, por tanto, no se caía en la anulación de la eucaristía. Con el gobierno horizontal es un hecho la anulación por no existir la Voz de Cristo en Pedro ni, por tanto, la intención de Cristo en la Iglesia. Pero Dios actúa conforme al hombre. En la medida en que el hombre saca un documento para oficializar lo que ya es un hecho, en esa medida Dios se va retirando de la Iglesia y queda una falsa Iglesia. De hecho, Dios ya se ha retirado, pero quedan las almas que desconocen muchas cosas de la Iglesia y el Señor tiene que dar luz a las almas para que decidan seguir en una falsa Iglesia o irse para permanecer en la Verdadera Iglesia. A la anulación del gobierno vertical le sucede, de forma inmediata, la anulación de la Eucaristía, porque ya la Iglesia es, de hecho, una comunión de personas, sin distinguir entre clérigos y láicos, al perderse la obediencia a Cristo en Pedro. Si no hay
      Autoridad en Pedro, la Iglesia es sólo una democracia en las que se hacen obras sin la intención de Cristo. Todos los Sacramentos caen de por sí en la anulación del Papado. Pero esto las personas, la gente de la calle, las almas no lo comprenden y Dios tampoco pide esta comprensión. Dios pide que en la medida en que el alma vaya viendo la mentira en la Iglesia se vaya alejando y renunciando de una Iglesia que ya no es la de Jesús, la que se fundó en Pedro.

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