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Francisco no es digno de estar al frente de la Iglesia, porque no habla como Cristo

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“Jesús no vino solo del Cielo, es Hijo de un pueblo. Jesús es la promesa hecha a un pueblo y su identidad es también pertenencia a aquel pueblo, que de Abraham camina hacia la promesa. Y éstos gestos de Jesús nos enseñan que toda curación, todo perdón nos hacen regresar siempre a nuestro pueblo, que es la Iglesia” (Francisco, 24 de febrero 2014).

Francisco es un demonio. Sólo un hombre con la mente del demonio dice: “Jesús no vino solo del Cielo, es Hijo de un pueblo”.

Para aquel que no comprenda esta forma de hablar de Francisco, se está refiriendo a la fe humana que tiene el pueblo de la Alianza con respecto al Mesías. Jesús es Hijo de un pueblo: es decir, los hebreos se inventaron al Mesías. El Mesías es fruto del pensamiento del pueblo hebreo. No es la promesa del Padre a Abrahán, sino lo que dice Francisco: “Jesús es la promesa hecha a un pueblo”. Alguien hizo una promesa al pueblo. No es Dios el que revela a Abraham su camino en la vida, sino un hombre, en ese tiempo, crea con su inteligencia humana la identidad de Jesús; y, entonces, Jesús pertenece a ese pueblo, y éste camina hacia la promesa: “Jesús es la promesa hecha a un pueblo y su identidad es también pertenencia a aquel pueblo, que de Abraham camina hacia la promesa”.

Esto es diabólico, pero nadie lo ha captado.

Jesús vino del Cielo. Y sólo vino del Cielo. Punto y final. Es el Hijo que el Padre envía para una obra redentora.

El Padre da a Abraham una promesa, pero no le enseña nada más, no le muestra el camino ni la forma de llegar a esa promesa. Y se lo dice sólo a Abraham, no al pueblo, no a los hebreos.

Por la fe de Abraham, los hombres de ese pueblo tenían que salvarse. Sólo por la fe de Abraham, no por los méritos del pueblo. Y, por eso, el Señor iba poniendo sus profetas para que guiasen al pueblo; y sólo por la fe de esos profetas, los hombres de ese pueblo se salvaban. Si los hombres seguían la fe de los profetas, entonces recibían el don de la fe y encontraban un camino de salvación.

Jesús pertenece a la fe de Abrahan; no pertenece a la fe de un pueblo, de un conjunto de hombres, de una comunidad, de una sociedad, de una cultura.

Francisco habla así porque para él la sociedad, la cultura la comunidad es la que tiene la fe; el pueblo es lo que vale; hay que obrar en nombre del pueblo; hay que hablar en nombre del pueblo; hay que servir al pueblo. Por eso, Francisco anula la fe divina, la fe revelada por Dios a almas que él escoge para guiar al pueblo a la tierra prometida.

Y, entonces, dice su herejía: Jesús, con sus curaciones, “nos hace regresar siempre a nuestro pueblo, que es la Iglesia”. Jesús actúa para el pueblo; Jesús actúa en nombre del pueblo; Jesús sirve al pueblo, porque este pueblo es la Iglesia.

La Iglesia que Jesús ha fundado, no la ha fundado, sino que es una continuación del pueblo de la antigua alianza: “Jesús cuando perdona, hace siempre regresar a casa. Y de esta forma, sin el pueblo de Dios, no se puede entender a Jesús”.

Sin el pueblo de Dios no se puede comprender a Jesús. Esto es lo demoniáco. Y Francisco cae en esta herejía porque anula la Iglesia. La Iglesia ya no es la Obra de Jesús, sino la continuidad del pueblo de la Alianza. El pueblo es la casa a la que Jesús nos devuelve cuando nos cura.

Jesús y la Iglesia son dos realidades distintas. Sin Jesús no se puede comprender Su Obra, que es la Iglesia.

Hay que empezar por acá: primero hay que tener la fe en Jesús, la fe en la Palabra de Dios, en la Palabra del Padre, en el Evangelio que Jesús inspiró, por medio del Espíritu, a sus evangelistas.

Quien no crea en Jesús, no puede creer en la Obra de Jesús, que es la Iglesia.

Como, para Francisco la Iglesia es el pueblo, no es la obra de Jesús, entonces, él dice lo contrario: primero el pueblo y sin el pueblo, no se comprende a Jesús. Y ¿por qué? Porque Jesús es la promesa al pueblo, es la identidad del pueblo, es creado por el pueblo, por la inteligencia del hombre. Esta es la herejía de Francisco.

Y, entonces, tiene que caer en la justicia, tiene que condenar a aquellos que siguen a Cristo, pero no a la Iglesia: “Es absurdo amar a Cristo, sin la Iglesia, sentir a Cristo pero no a la Iglesia, seguir a Cristo al margen de la Iglesia”. Francisco no tiene misericordia para aquellos hombres que pecan contra el Hijo, contra la Obra del Hijo, que es la Iglesia.

«Yo os digo: A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. El que me negare delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios. A quién dijere una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado” (Lc 12,8-10). Hay muchas almas que niegan los dogmas, niegan las verdades, niegan los Sacramentos, pero sólo están pecando contra el Hijo. Hay camino de salvación. Luego, no es absurdo amar a Cristo sin la Iglesia. Hay un camino en el Espíritu para esas almas que no creen en la Iglesia, en la Obra del Hijo.

Lo que es absurdo es amar a Cristo con una iglesia inventada por los hombres, porque esta es la blasfemia contra el Espíritu Santo.

No es absurdo amar a Cristo pero no a la Iglesia; no es absurdo seguir a Cristo al margen de la Iglesia. Es absurdo poner a Cristo en una falsa iglesia. Esto es lo que Francisco está haciendo.

Pone a Cristo. Pero, ¿qué Cristo? El Cristo de los cristianos: de los budistas, de los protestantes, de los judíos, de las iglesias cristianas. Pero no pone al Cristo del Evangelio, no pone al Cristo de la Verdad, no pone al Cristo de la Vida, no pone al Cristo del Camino. Para Francisco, Cristo no es el Camino, la Verdad y la Vida.

Para Francisco, Cristo es el hijo del pueblo: nace del pueblo, nace en el pueblo, nace para el pueblo. El pueblo es lo que importa; no interesa Jesús. Jesús es importante porque te lleva al pueblo, porque reúne el pueblo, porque hace obras para el pueblo.

Jesús nace en la mente de los hombres; nace para obrar entre los hombres; nace para servir a los hombres. Éste es el Cristo de Francisco. Y este cristo lo pone en su iglesia. Y esto es lo absurdo, porque es una blasfemia contra el Espíritu Santo. Esa iglesia que Francisco se inventa lleva al infierno, no es camino para salvarse.

El Espíritu enseña lo que es Jesús y lo que es la Obra de Jesús. Y aquel que no siga al Espíritu, crea él mismo un falso Cristo y una falsa Iglesia. Y esto es la blasfemia. Este es el absurdo. Que el hombre no quiera aprender del Espíritu lo que es Cristo y lo que es la Iglesia.

Y, entonces, cae en su segunda herejía: “nuestro seguir a Cristo, no es una idea, es un continuo quedarse en casa”. Seguir a Cristo es ser pueblo, es ser comunidad, es asociarse a los hombres, es juntarse a los hombres, es estar en la familia de los hombres. Y eso lo llama iglesia.

Su segunda herejía consiste en decir que seguir a cristo es quedarse en lo humano, en lo material, en lo carnal, en la casa de cada uno, en el pecado de cada uno, en las pasiones de cada uno, en los sentimentalismos de cada uno. Cristo no vino para elevar al hombre, no vino para llevarlo hacia la santidad, hacia el Reino del Padre, sino para hacer comunidad de hombres, para hacer vida social, para hacer una cultura, una ciencia que sirva a los hombres en sus vidas humanas. Ésta es la segunda herejía, porque no ha comprendido lo que es la Iglesia, la Obra de Jesús ante los hombres.

Y cae en la tercera herejía: “Todo aquel desorden, aquella discusión termina en un gesto: Jesús que se abaja, se inclina ante el muchacho. Estos gestos de Jesús nos hacen pensar. Jesús cuando cura, cuando va entre la gente y sana a una persona, jamás la deja sola. No es un mago, un brujo, un curandero que va, cura y continúa su camino: a cada uno lo hace regresar a su lugar, no lo deja en la calle. Son gestos bellísimos del Señor”.

Jesús hace gestos, pero no milagros. Jesús hace una obra buena a ese niño, pero no lucha en contra del demonio, que posee a ese niño. Francisco ni habla sobre la enseñanza de Jesús en ese pasaje del Evangelio: hay demonios que sólo con oración se pueden echar. Esto ni lo toca. Y esto es lo principal en el Evangelio del dia: hablar sobre el demonio, sobre su poder entre los hombres. Pero Francisco, siendo un demonio, no cree en el demonio, en el actuar del demonio, en las obras del demonio. No sabe que todo pecado es una obra del demonio. Esto lo desconoce, porque sólo vive para su cultura mental, para su inteligencia mental, para sus conquistas como hombre en la Iglesia.

Jesús hace gestos, pero no ataca al demonio. Jesús no manda al demonio que se calle. Y es lo que dice el Evangelio. Jesús no le manda salir. Sólo hace un gesto humano. Francisco se carga el Evangelio y pone su opinión, su idea bonita, lo que a él le interesa resaltar sobre ese pasaje: el gesto humano, sentimental, hacia ese niño. Ésta es la estupidez de ese hombre. Y hay que llamarlo estúpido. La persona estúpida es la que está metida en su idea y de ahí no sale. Es peor que el soberbio, porque éste obra su pecado y se va a hacer otra cosa. Pero el hombre estúpido es el que da vueltas a su soberbia continuamente, a su pecado, a su idea. Es la obsesión de Francisco: su humanismo que le lleva a hacer gestos para los hombres, para contentar a los hombres, para agradar a los hombres, para hacer felices a los hombres. Y así anula la Verdad, la sana doctrina, la ley moral. Su romanticismo estéril, bruto, inicuo, imbécil, idiota, baboso.

Y, por eso, dice: “Jesús que se abaja, se inclina ante el muchacho. Estos gestos de Jesús nos hacen pensar”. Es la babosidad de este hombre; se le cae la baba queriendo mostrar que hay que ser sensibles con los hombres, que no hay que hacer daño a los hombres, que hay que tratarlos con bondad, con amabilidad. Y, entonces, no enseña la Verdad del Evangelio. Jesús lucha contra el demonio y ese niño se queda paralizado, como muerto. Y eso significa algo en la vida espiritual, pero no lo enseña Francisco. Cuando el demonio sale de un alma, la deja muerta, paralizada, sin aliento, sin fuerzas físicas. Y eso es señal de que esa alma se liberó del demonio. Pero estas cosas, ¿qué le interesa a Francisco? Nada. Él sigue con su cháchara.

“Jesús cuando cura, cuando va entre la gente y sana a una persona, jamás la deja sola”. Jesús, cuando cura, da al alma una nueva vida espiritual, que la hace alejarse de los hombres, del mundo, de la cultura, de la sociedad, de todo lo que huela a hombre. Jesús no libera al alma para dejarla en su vida de hombre, en su casa, en su afición, en sus costumbres, sino para enseñarle a caminar en el Espíritu, para enseñarle a salir de su casa, de su humanidad, de su sentimentalismo arcaico, estéril, sin fruto espiritual.

Y, entonces, como no ha comprendido lo que es Jesús ni lo que es la Iglesia, pone su estupidez: “No es un mago, un brujo, un curandero que va, cura y continúa su camino: a cada uno lo hace regresar a su lugar, no lo deja en la calle”. Esto está fuera de lugar, de contexto, de inteligencia sobrenatural.

Francisco está apoyando a los magos, a los brujos, a los curanderos, que también curan. Esto es lo demoniaco. Los magos, los brujos, los curanderos no curan. Hacen una obra demoniaca y parece que curan, pero no es así.

Y equiparar lo que hacen los magos, los curanderos, con la obra de Jesús es llamar a Jesús un mago, un curandero, un brujo.

Jesús hace lo mismo que los curanderos, pero con la salvedad de que él no deja en la calle a esa persona que ha curado. Esto es lo sencillamente estúpido y demoniaco. Francisco sólo se fija en que Jesús no lo deja en la calle, porque esto es lo que él quiere transmitir: un Jesús que se preocupa por el pueblo, que sirve al pueblo, que trabaja por el pueblo. Pero Francisco no enseña un Jesús que lucha en contra del demonio y que lo vence. Y es por esa lucha por el que ese niño queda liberado. Esta verdad no la enseña Francisco, sino su estupidez: “Jesús siempre nos hace regresar a casa, jamás nos deja solos en la calle”. Esta es la enseñanza estúpida de Francisco sobre este pasaje del Evangelio.

Y el recoger al niño que estaba tirado en el suelo es por la lucha entre Cristo y el demonio: esta es la enseñanza del Evangelio. Y porque hay una guerra, entonces, al final se recogen las víctimas. Pero recoger la víctima no es la enseñanza de la guerra. ¿Ven la gran estupidez de este hombre?

Francisco es un sacerdote del demonio, con una mente demoniaca, con unas obras del demonio.

Sólo quien habla como Cristo, con la Verdad por delante, es digno de representar a Cristo ante el mundo. Y Francisco no habla como Cristo y, por eso, no es digno de estar en la Silla de Pedro, representando a la Iglesia. No tiene dignidad, porque no tiene a Cristo en su corazón sacerdotal.

Si Francisco hablara con la Verdad en su boca, entonces en su pecado, en su miseria como hombre, sería digno de estar al frente de la Iglesia. Pero Francisco habla por hablar; hablar para expresar sus opiniones, sus criterios, sus puntos de vista, sus sentimentalismos, que sólo están arraigados en su pecado de orgullo. Y, entonces, no se le puede seguir, no se le puede obedecer, no se le puede respetar ni como sacerdote ni como hombre.

Si un Obispo no es lo que el Señor le ha dado, entonces pierde no sólo la dignidad sacerdotal, sino la humana; porque la perfección del hombre es el sacerdocio. Y quien es sacerdote está por encima de todo hombre. Y aquel sacerdote que no viva su sacerdocio en plenitud, no puede ser mirado ni siquiera como hombre, no puede ser tenido en cuenta ni siquiera como hombre, porque teniendo toda la perfección de su humanidad, vive como un perro maldito en sus pecados.

Es lo que hace Francisco y muchos que, como él, han resuelto destruir la Iglesia con sus inteligencias humanas.


3 comentarios

  1. El comentario de Carmen del 24 esta extraido del libro "La Luz disipa las tinieblas" dice:

    El comentario de Carmen del día 24 corresponde al libro»La Luz disipa las tinieblas».

  2. Carmen dice:

    Esta forma que tiene el Papa de hablar del pueblo desconcierta. En este pueblo que el tanto ama hay una gran variedad de seres humanos. Unos creen en Dios y otros creen en el diablo. No todos son bautizados, por tanto no son miembros del Cuerpo Místico de Cristo: La Iglesia. «Los que abandonaron el camino recto, se desviaron y siguieron el camino de Balaan»(2P2,15), a estos no se les puede englobar en el «Pueblo de Dios»(1P2,10), porque Dios no esta con ellos, pues libremente se han «excluido de la vida de Dios por su ignorancia y por la dureza de su corazón»(Ef 4,18).
    Pertenecer al Pueblo de Dios significa compromiso y fidelidad y pasar de las tinieblas del pecado a la luz admirable de la Gracia de Dios, que nos ha elegido en El antes de la fundación del mundo, para que vivamos ante El Santamente y sin defecto alguno en el amor. Nos ha elegido de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo» (Ef 1,4). Por tanto, para ser Pueblo de Dios e «Hijos de Dios»(Rm8,16), hay que creer en Jesucristo. El es » La luz verdadera que ilumina a todo hombre cuando viene a este mundo, pero el mundo no la conoció» (Jn1,9.10).»Dios es luz y en El no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con El, pero resulta que caminamos en tinieblas estamos mintiendo, y no actuamos conforme a la verdad»: (1 Jn 1,5.6).

    • josephmaryam dice:

      Francisco no es Papa y, por eso, su forma de hablar es como el anticristo: llena de errores, de mentiras, de engaño, de oscuridad, poniendo su frase bella o su sentimentalismo herético. Con una sonrisa Francisco condena almas al infierno. No lo llamen Papa. Díganle: maldito, que es lo que se merece sus pecados.

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