Oldcivilizations's Blog

Antiguas civilizaciones y enigmas

¿Cuándo volverán los “dioses” de Sumer? – Introducción


Este artículo forma parte de una serie de artículos dedicados a analizar temas relacionados con el posible regreso de los anunnaki, los extraterrestres que vinieron a la Tierra desde su planeta Nibiru, fundaron la civilización sumeria  y fueron reverenciados en la antigüedad como dioses. Y que luego, aparentemente, desaparecieron de nuestro planeta. Como entramos en zona de niebla intensa, a veces es posible que las interpretaciones puedan ser erróneas.  En realidad en algunos de los temas nos internamos en los límites de la realidad.  Pero ponemos nuestra mejor voluntad en aportar el máximo posible de evidencias.   Tal como indico en mi artículo de bienvenida, hay una serie de artículos en este blog (como es el caso de los artículos de esta serie) en que me baso en las obras del escritor e investigador Zecharia Sitchin, lamentablemente fallecido reiéntemente.

La primera pregunta podría ser si este posible regreso se producirá cuando Nibiru, en su órbita de 3600 años alrededor del Sol, se acerque nuevamente a la Tierra.  ¿Tendrá este regreso alguna relación con el  Armagedón, el término bíblico que aparece en el Apocalipsisde laBiblia, en relación al final de los tiempos? ¿Ocurrirá en el famoso año  2012, más tarde, o nunca? ¿Por qué la ONU acaba de nombrar a la astrofísica Mazian Othman como directora de la Oficina de Naciones Unidas para el Espacio Exterior, con el objetivo de estudiar los objetos que circulan por el espacio exterior cercanos a la Tierra?

Estas son preguntas que combinan las esperanzas, ansiedades, expectativas y creencias religiosas de mucha gente. También se plantean interrogantes sobre las razones ocultas de las guerras que en los tiempos recientes se han llevado a cabo en las tierras donde comenzaron las relaciones entre los hombres y los “dioses”.  Hace cuatro milenios, el Próximo Oriente fue testigo de la promesa del Cielo en la Tierra por parte de los “dioses”. Hace unos dos mil años la gente de Judea se preguntaba si el Mesías había aparecido. Y nosotros aun estamos influenciados por los misterios de estos sucesos.

Intentaremos descifrar el origen y el significado de símbolos como la cruz, los peces o el cáliz. Y mostraremos como Jerusalén, el lugar del ‘enlace Cielo-Tierra’, así como otros lugares históricos, tienen una importancia crucial en el pasado, el presente y el futuro de la Tierra. También tiene relevancia el analizar las razones por las que creemos que nuestro actual siglo XXI d.C. tiene tantas semejanzas con el siglo XXI a.C. Mircea Eliade, filósofo e historiador de las religiones, en su obra el Eterno Retorno nos dice: “tanto los hechos, como los pensamientos que los motivan, retornan en circunstancias diferentes”  ¿Está la historia repitiéndose?  ¿Está todo guiado por una especie de reloj mesiánico?  Hace más de dos milenios, Daniel, en el ‘Libro de Daniel’, libro profético del Antiguo Testamento y del Tanaj hebreo,  preguntaba repetidamente a los ángeles: ”¿Cuándo ocurrirá el Fin de los Días?”

Isaac Newton (1643-1727), famoso físico, filósofo, teólogo, inventor, alquimista y matemático inglés, fue el autor de los Philosophiae naturalis principia mathematica, más conocidos como los Principia, donde describió la ley de gravitación universal y estableció las bases de la mecánica clásica mediante las leyes que llevan su nombre. Lo que se conoce menos es que  compuso tratados en relación al Libro de Daniel, del Antiguo Testamento,  y al Libro de las Revelaciones, del Nuevo Testamento. Y actualmente se están analizando sus cálculos, hallados recientemente, en relación al fin de los días, junto con otras predicciones más recientes. Tanto la Biblia Hebrea como el Nuevo Testamento afirman que los secretos del futuro se hallan escritos en el pasado y que el destino de la Tierra está conectado con el Cielo. Asimismo,  los asuntos y destino de la Humanidad están enlazados con los de Dios (los dioses). Al introducirnos en lo que aun está por suceder, pasamos de la historia a la profecía. Y  la una no puede ser comprendida sin la otra.

Una parte de la humanidad vive, consciente o inconscientemente,  atrapada por un temor apocalíptico y por una ansiedad en saber cuando vendrá el fin de los tiempos. Asimismo gran parte del fanatismo religioso se ha manifestado o se manifiesta en guerras y en el ajusticiamiento de los considerados infieles. La eterna amenaza de un posible choque entre  civilizaciones, culturas y religiones distintas hace temblar los cimientos de los sistemas de vida tradicionales. Las matanzas indiscriminadas y las calamidades naturales hacen que la gente se pregunte si son un castigo divino, tal como se dice lo fue el Diluvio. ¿Se repetirá en el actual siglo XXI d.C. lo que sucedió en el siglo XXI a.C?

Y, aparentemente, los acontecimientos cada vez se asemejan más a lo que se relata sucedió hace más de 4 mil años. Y tal asombrosa semejanza pasa por tres épocas relevantes para la Humanidad y este planeta: dos en el pasado (alrededor del 2.100 a.C. y la fecha marcada como año 0 cristiano,  el nacimiento de Jesús), y otra en el futuro próximo. Y todas parecen interconectadas. El presente deriva del pasado y se convierte en el futuro. Y la profecía los enlaza. Saber cómo terminará este tiempo presente  y cuáles son los augurios para el futuro, requiere entrar en el resbaladizo terreno de la profecía. Para ello nos basamos únicamente en testimonios antiguos que documentaron el pasado y profetizaron el futuro. En los tres acontecimientos indicados, dos en el pasado y uno en el futuro, la relación entre lo que llamamos “Cielo” y la Tierra  es crucial para entender los sucesos.

La historia de los “dioses” anunnaki (“aquellos que vinieron del cielo a la Tierra”), como los llamaban los sumerios, comienza con su llegada a la Tierra desde Nibiru. La historia de su planeta fue relatada en la antigüedad en la “Epopeya de la Creación”, un largo texto escrito en lenguaje cuneiforme en siete tablillas. Generalmente se considera un mito alegórico, elaborado por seres primitivos que se refieren a planetas como a dioses vivientes que combaten entre sí. Pero estos escritos antiguos muestran en realidad una compleja cosmogonía, que relata como un enorme  cuerpo celeste fue atraído hacia nuestro sistema solar y chocó con un planeta llamado Tiamat, que estaba situado entre Marte y Júpiter. La colisión provocó  la creación de la Tierra, la Luna, el cinturón de Asteroides y los cometas (ver artículo “la epopeya de la creación de la Tierra”). Y también causó que Nibiru quedase atrapado como un nuevo planeta del Sol, con una órbita muy elíptica que le lleva unos 3600 años terrestres el completarla.

La llegada de los anunnaki a la Tierra ocurrió, según señalan los textos sumerios, hace 120 órbitas de Nibiru, que equivalen a unos 432.000 años terrestres antes de la fecha del Diluvio. Las razones de su venida a la Tierra,  la construcción de sus primeras ciudades en el ED.IN (el Edén bíblico) y  su creación del Adán,  ya lo explicamos en otros artículos de este blog. Pero antes que viajemos en el tiempo hasta el siglo XXI a.C., es necesario explicar algunos eventos prediluvianos y  postdiluvianos. La historia bíblica del Diluvio, que comienza en el capítulo 6 del Génesis, atribuye los hechos a una sola deidad, Yahveh, quién al comienzo se muestra determinado a eliminar al hombre de la faz de la tierra y luego lo salva a través de Noé.

Las fuentes sumerias, anteriores a la Biblia, atribuyen la intención de destruir la humanidad al dios Enlil y el esfuerzo por salvarla al dios Enki. Lo que se manipuló en la Biblia a favor del monoteísmo no fueron solamente las divergencias entre Enlil y Enki, sino el conflicto entre dos facciones de anunnaki que condicionaron el curso de los acontecimientos en la Tierra. Este conflicto entre ambos dioses y sus descendencias, a causa de distribución entre ellos de la Tierra después del Diluvio, tienen que tenerse en cuanta si queremos comprender todo lo que sucedió a partir de entonces.

El conflicto en la Tierra entre Enlil y Enki, los dos hermanastros hijos de Anu, rev de Nibiru,  tiene sus raíces en su propio planeta natal, Nibiru. Enki, también llamado E.A. (‘Aquel cuyo hogar es el agua’- ver artículo “los Dioses pez, ¿por qué figuran en tantas tradiciones distintas?”), era el primogénito de Anu, pero no de su esposa oficial, Antu. Cuando Antu, que era una hermanastra de Anu, dio a luz a Enlil, éste se convirtió en el heredero legal del trono de Nibiru,  aunque no fuera el primogénito. El resentimiento de Enki y su familia materna fue exacerbado por la manera en que Anu ocupó el trono. Aunque Anu había perdido la  lucha por la sucesión con un rival de nombre Alalu, más tarde usurpó el trono mediante un golpe de estado, forzando a Alalu a salvar su vida huyendo de Nibiru.  Pero el resentimiento de Enki también era debido a su oposición al liderazgo de Enlil, como se relata en el texto épico ‘Cuento de Anzu’.

La clave para desentrañar el enigma de las curiosas reglas de matrimonio y sucesión de los dioses, es que estas normas también se aplicaron a los elegidos como sus representantes ante la humanidad. Ello puede verse en el relato bíblico del patriarca Abraham, explicando que no mentía cuando presentó a su esposa Sarah como su hermana: “En verdad ella es mi hermana, la hija de mi padre aunque no de mi madre, y se convirtió en mi esposa”. No sólo estaba legítimamente casado con una hermanastra de una diferente madre, sino que un hijo con ella, en este caso Isaac, se convirtió en el heredero legal de la dinastía, en vez del primogénito Ismael, hijo de Hagar, la doncella. Y los relatos nos dicen que estas reglas de sucesión provocaron contiendas entre los descendientes del divino Ra en Egipto, los hermanastros Osiris y Set, que estaban casados con las hermanastras Isis y Neftis.

Aunque estas reglas de sucesión parezcan complejas e inexplicables, están basadas en lo que aquellos que escribieron acerca de las dinastías reales llamaron ‘linaje’, que actualmente lo identificaríamos con una sofisticada genealogía basada en el ADN,  que  distingue el ADN general heredado de los padres, del ADN mitocondrial que es heredado sólo de la madre. El genoma mitocondrial, también llamado ADN mitocondrial, es el material genético de las mitocondrias, los orgánulos que generan energía para la célula. El ADN mitocondrial se reproduce por sí mismo semi-autónomamente cuando la célula eucariota se divide.  Tradicionalmente se ha considerado que el ADN mitocondrial humano se hereda sólo por vía materna. Según esta concepción, cuando un espermatozoide fecunda un óvulo penetra el núcleo con su ADN pero deja afuera su cola y citoplasma, donde están las mitocondrias. Por lo tanto, en el desarrollo del cigoto sólo intervendrían las mitocondrias contenidas en el óvulo.

Otra característica importante del ADN mitocondrial es que no se recombina. Ello implica que los únicos cambios que haya podido haber en el ADN mitocondrial se deben exclusivamente a mutaciones a lo largo de multitud de generaciones. Los cálculos estadísticos que se han realizado informan que, en los mamíferos y en concreto en el hombre, cada 10.000 años aproximadamente surge una mutación en una de las bases del ADN mitocondrial. Es decir, la diferencia entre una mujer que hubiera nacido hace 40.000 años y un descendiente directo por vía materna que viviera en la actualidad sería por término medio de 4 bases.

De hecho, según  Bryan Sykes, profesor de genética humana en el Instituto de Medicina Molecular de la Universidad de Oxford,  un estudio realizado en los ADN mitocondriales de los europeos asegura que todos los europeos provienen de siete mujeres, las siete hijas de Eva. La más antigua habría vivido hace 45.000 años y la más moderna hace unos 15.000 años. La Eva mitocondrial es la antepasada común más moderna de todos los seres humanos que hay en el mundo. Basada en estos conocimientos, la compleja aunque básica regla  de los antiguos dioses era la siguiente: la línea dinástica fluye por línea paterna; el primogénito es el siguiente en sucesión; una hermanastra podía ser tomada como esposa si tenía una madre diferente, y si de tal hermanastra  nacía un hijo, ese hijo, aun no siendo el primogénito, se convertía en heredero legal y sucesor dinástico.

La rivalidad entre Enki y Enlil se complicó aún más por su rivalidad personal en asuntos del corazón. Ambos deseaban a su hermanastra Ninmah, cuya madre era una concubina de Anu. Ella fue el verdadero amor de Enki, pero no le fue permitido casarse con ella. Entonces Enlil tuvo relaciones extramatrimoniales con ella, de quién tuvo un hijo: Ninurta. Aunque nacido fuera de matrimonio, las reglas de sucesión hacían de Ninurta el incuestionable heredero de Enlil, ya que era primogénito y nacido de una hermanastra que formaba parte de la realeza.

Enki fue el comandante del primer grupo de cincuenta anunnakis que vinieron a la Tierra para obtener el oro necesario para proteger la débil atmósfera de Nibiru. Cuando fallaron los planes iniciales, Enlil fue enviado con más anunnakis para fortalecer la misión en la Tierra. Como si esto no fuera suficiente para crear una atmosfera hostil, también llegó a la Tierra Ninmah, la futura madre de Ninurta,  para servir como oficial médico.

El Poema Épico de Atrahasis comienza la historia de los dioses y hombres en la Tierra relatando una visita de Anu a la Tierra para hacer de mediador entre Enlil y Enki. Incluso ofreció permanecer él en la Tierra y dejar que uno de los dos hermanastros asumiera la regencia de Nibiru. También se discutió quién debería quedarse en la Tierra y quién debería sentarse en el trono de Nibiru: Los dioses estrecharon sus manos y aprobaron el siguiente acuerdo: Anu regresó al cielo, Enlil se quedó con la Tierra y Ea  (‘Poseidón’ para los griegos y ‘Neptuno’ para los romanos) recibió el dominio sobre los mares y aguas, y le fue concedido el epíteto EN.KI (‘Señor de la Tierra’) para calmarlo. Pero EN.LIL (‘Señor del Comando’) es quién fue nombrado el responsable general: “Aquel a quién la Tierra le fue sometida”.  Aunque no le gustara la decisión, Enki no podía desafiar las leyes de sucesión y la decisión sobre la división de las tierras.  Pero el resentimiento le llevó a la determinación de vengarse de las injusticias de su padre, además de involucrar a su hijo Marduk en la lucha.

Algunos textos describen como los anunnakis establecieron sus asentamientos en el E.DIN (el  EDEN situado en el Sumer postdiluviano), cada uno con una función específica, y todos de acuerdo a una estudiada planificación. La conexión espacial, que posibilitase estar constantemente en comunicación con el planeta natal y con el transbordador espacial y su tripulación, se mantuvo en Nippur, en una cámara tenuemente iluminada llamada el DUR.AN.KI, “el enlace Cielo-Tierra”. Otra instalación fundamental  era el aeropuerto espacial, ubicado en Sippar (que curiosamente significa “Ciudad Pájaro”). Nippur estaba situada en el centro de una serie de círculos concéntricos en que estaban ubicadas las otras ‘ciudades de los dioses’. Todas ellas conformaban un corredor de aterrizaje cuyo punto focal eran los picos gemelos del Monte Ararat,  significativamente el rasgo topográfico más visible en todo el Próximo Oriente.

Según la información oficial disponible, Nippur (en sumerio: Nibru, y en acadio: Nibbur, que tienen una gran semejanza con Nibiru ) fue una antigua ciudad sumeria cuyos primeros restos datan del V milenio a. C. En Nippur se hallaba el templo principal del dios del cielo y de la creación Enlil. La identificación iba hasta el punto que en la escritura sumeria cuneiforme, las palabras «Nibru» (Nippur) y «Enlil» se escribían de la misma forma. Junto al actual campo de ruinas existe una aldea aún poblada conocida en árabe como Niffer. Su importante papel como centro religioso se mantuvo durante los períodos siguientes, tales como el acadio, la segunda dinastía de Lagash o la tercera dinastía de Ur. De la última época datan los típicos templos sumerios hallados. Actualmente las ruinas de Nippur se encuentran a 32°7′ N 45°10′ a unos 160 km al sureste de Bagdad, cerca de la actual Diwaniya, en Irak.

La ciudad se situaba en ambas orillas del Shatt-en Nil, uno de los cauces más antiguos del Éufrates. El cauce del río cambió de ubicación en varias ocasiones a lo largo de la historia y actualmente sus ruinas se encuentran entre el Éufrates y el Tigris. Nippur estaba dividida en dos partes por el río, el punto más alto entre estas ruinas es una colina cónica que se levanta unos 30 m sobre el nivel de la planicie que la rodea al noreste del cauce del canal, conocido entre los árabes como «Bint el-Amiror» (la hija del príncipe).

Y entonces el Diluvio arrasó todas las ciudades de los dioses junto con el centro de control y el aeropuerto espacial, y enterró el E.DIN bajo millones de toneladas de barro. Todo tuvo que ser reconstruido. Lo primero que fue necesario construir fue una nueva instalación para el aeropuerto espacial, con un nuevo centro de control y nuevas balizas para un corredor de aterrizaje. La nueva ruta de descenso fue, una vez más, referenciada a los picos gemelos del Monte Ararat. Las construcciones fueron todas nuevas: el aeropuerto espacial se ubicó en la Península de Sinaí, sobre el paralelo 30º del hemisferio norte. Y se construyeron un par de picos gemelos para servir como guía de vuelo: las pirámides de Gizeh.

El nuevo centro de control se ubicó en un lugar llamado Jerusalén. Fue una decisión que jugó un papel crucial en los acontecimientos postdiluvianos. El Diluvio marca una línea de división en los asuntos de los dioses y los hombres, así como en las relaciones entre ambos.  Los seres humanos, que fueron creados para servir y trabajar para los dioses, fueron desde entonces tratados como ciudadanos en un planeta devastado. La nueva relación entre dioses y hombres fue certificada cuando a la Humanidad le fue otorgada la civilización el 3800 a.C, en Mesopotamia.

El trascendental suceso tuvo lugar después de una visita realizada por Anu a la Tierra, no sólo como monarca de Nibiru sino también como cabeza de los dioses en la Tierra. Otra  posible razón de su visita fue establecer la paz entre los mismos dioses, dividiendo las tierras del Viejo Mundo entre dos grupos de anunnakis, los de Enlil y los de Enki. Las nuevas circunstancias postdiluvianas y las nuevas ubicaciones de las instalaciones espaciales requerían una nueva división territorial entre los dioses.

Esa división se halla reflejada en los relatos bíblicos, en donde la propagación de la Humanidad, a partir de  los tres hijos de Noé, fue referenciada por nacionalidad y geográficamente: Asia para los descendientes de Shem, Europa para los descendientes de Japhet y  África para los descendientes de Ham.  Los documentos históricos muestran que la división entre los dioses puso las dos primeras partes en manos de los descendientes de Enlil y la tercera  fue para Enki y sus hijos. La Península de Sinaí, donde fue ubicado el vital aeropuerto espacial, fue establecida como una región sagrada y neutral.

Mientras que la Biblia solo listó las tierras de acuerdo a la división a partir de los descendientes de Noé, los primeros textos sumerios documentaron el hecho de que la división fue un acto premeditado. Un texto conocido como el “canto épico de Etana” nos dice que los dioses anunnakis, que decretan los destinos, se sentaron a intercambiar opiniones en relación a la Tierra. Ellos crearon las cuatro regiones y establecieron las bases. En la primera región, las tierras entre los ríos Éufrates y Tigris (Mesopotamia), fue fundada la primera civilización conocida: la de Sumer. Donde habían estado las ciudades prediluvianas de los dioses, crecieron las nuevas ciudades del hombre, cada una con un recinto sagrado,  donde residía una deidad en su zigurat: Enlil en Nippur, Ninmah en Shuruppak, Ninurta en Lagash, Nannar/Sin en Ur, Inanna/Ishtar en Uruk, Utu/Shamash en Sippar, y así sucesivamente.

En cada centro urbano,  un EN.SI (‘Pastor Honesto’), o semidiós, fue seleccionado para gobernar al pueblo en nombre de los dioses. Su función principal era promulgar códigos de justicia y moralidad. En el recinto sagrado, el clero, supervisado por un sumo sacerdote, servía al “dios local” y su esposa, dirigía las celebraciones y realizaba los ritos de ofrendas, sacrificios y oraciones a los dioses. Y el arte, la música, la danza y la escritura florecieron en los templos y los palacios reales.

Alternativamente una de esas ciudades era seleccionada para servir como la capital del Reino. El gobernante era el rey, LU.GAL (‘gran hombre’), que era  el hombre más poderoso de la tierra, actuando de rey y de sumo sacerdote. Era elegido escrupulosamente, ya que su autoridad y los símbolos de la monarquía, procedían del Cielo: de Anu, en Nibiru. Un texto sumerio explica que, antes que los símbolos del reinado (tiara, corona y cetro) y de la justicia le fueran otorgados a un rey terrestre, “eran colocados delante de Anu en el cielo”.  La palabra sumeria para ‘Real-eza’ era ‘Anun-eza’. Este aspecto de ‘Realeza’ como la esencia de la civilización y de un código moral para la Humanidad, fue claramente explicitado en la Lista de Reyes Sumerios, en donde se indica que después del Diluvio la “Realeza fue traída desde el Cielo.”

Alrededor de 3100 a.C. una civilización similar  fue establecida en la zona del río Nilo (Nubia y Egipto). Su historia no fue tan armoniosa como en las zonas de Enlil, porque las rivalidades y desacuerdos entre los seis hijos de Enki continuaron no sólo en las ciudades sino en toda la tierra asignada. El escenario de fondo era un conflicto entre el primogénito de Enki, Marduk (RA, en Egipto) y Ningishzidda (Thoth, en Egipto). Esta  situación provocó el exilio de Thoth y un grupo de seguidores africanos (probablemente los Olmecas) al Continente Americano,  en donde fue conocido como Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada.

Marduk/Ra también fue castigado y exiliado cuando, oponiéndose al matrimonio de su hermano menor Dumuzi con la nieta de Enlil, Inanna/Ishtar, causó la muerte de aquel. Fue como compensación a Inanna/Ishtar, a la que le fue entregado un dominio en el valle del Indo, hacia el 2900 a.C. Y había una buena razón para que las tres regiones, además del aeropuerto espacial en la región sagrada, estuvieran todas situadas en el paralelo 30º del hemisferio norte. Esto lo explicaremos más adelante.

De acuerdo a los textos sumerios, los anunnakis establecieron la monarquía como un nuevo orden en sus relaciones con la Humanidad, con reyes/sacerdotes sirviendo como puente y al mismo tiempo como barrera entre los dioses y los hombres. Pero cuando se analiza esta  ‘edad de oro’ en los asuntos de dioses y hombres, se hace evidente que los programas de los dioses dominaron totalmente los asuntos y el destino de la Humanidad. Por encima de todo estaba la determinación de Marduk para vengar  la injusticia que se había hecho con su padre Enki, cuando Enlil fue declarado legítimo heredero de su padre Anu, el rey de Nibiru.

De acuerdo con el sistema sexagesimal que los dioses enseñaron a los sumerios, a los doce grandes dioses del panteón sumerio les fue conferido una categoría numérica en la cual Anu tenía el supremo rango representado por el número sesenta; el rango cincuenta fue otorgado a Enlil; el de Enki era el cuarenta y así sucesivamente en escala descendente, tanto entre las deidades masculinas como femeninas. Bajo las reglas de sucesión, Ninurta, el hijo de Enlil, tenía el rango de cincuenta en la Tierra, mientras Marduk tenía un rango nominal de solo diez. Y, por otra parte,  inicialmente estos dos dioses no formaban parte de los doce ‘Dioses Olímpicos’. E, inexorablemente, la lucha de Marduk, iniciada con la contienda Enlil-Enki, se extendió a Ninurta, por la sucesión del rango cincuenta, y a la nieta de Enlil, Inanna/Ishtar, por la muerte de su marido Dumuzi.

Con el tiempo, Marduk/Ra se embarcó en luchas con otros hermanos y hermanastros, además del conflicto con Thot,  que antes hemos mencionado. Uno de los principales rivales fue Nergal, otro  hijo de Enki,  casado con una nieta de Enlil llamada Ereshkigal. Estos conflictos a veces se convirtieron en guerras abiertas entre los grupos divinos, tales como ‘las guerras de las Pirámides’. Una de estas guerras concluyó con el enterramiento en vida de Marduk, dentro de la Gran Pirámide; otra, con su captura por Ninurta. Marduk fue exiliado más de una vez como castigo. Y sus persistentes esfuerzos por alcanzar el estatus deseado provocaron  el hecho relatado en la Biblia como el incidente de la Torre de Babel. Pero el final, después de numerosas frustraciones, el éxito de Marduk llegó  cuando la Tierra y el Cielo estaban alineados con su reloj mesiánico.

Los  sucesos catastróficos del siglo XXI a.C están centrados en  la historia de Marduk y de su hijo Nabu, hijo de un dios y de una madre humana. A través de la historia de Sumer, que abarca casi dos mil años, su capital cambió alternativamente desde Kish, la primera ciudad de Ninurta, pasando por Uruk, la ciudad que Anu concedió a Inanna/Ishtar, hasta Ur, ciudad de Sin. Pero en todo ese tiempo, Nippur, ciudad de Enlil, fue su centro de culto  y permaneció como el centro religioso de Sumer. Y fue allí donde se determinó el ciclo anual para la adoración de los dioses.

Los doce ‘dioses olímpicos’ del panteón sumerio, cada cual con su equivalente entre los doce componentes del Sistema Solar (el Sol, la Luna y diez planetas, incluyendo a Nibiru), fueron también honrados un mes cada uno durante el ciclo anual de doce meses. El término sumerio para ‘mes’, EZEN, realmente significa fiesta; y cada mes estaba dedicado a celebrar el festival de adoración a uno de los doce dioses supremos. Fue la necesidad de determinar la fecha exacta en que tales meses comenzaban y terminaban y no para advertir a los campesinos cuando sembrar o cosechar, como se explica,  lo que condujo a la introducción del primer calendario de Nippur en 3760 a.C. Es conocido como el Calendario de Nippur porque fue el trabajo de sus sacerdotes calcular la tabla del tiempo y anunciar, a toda la tierra, el momento de los festivales religiosos. Este calendario aún se mantiene en uso como el calendario religioso judío, según el cual el 2010 d.C. corresponde aproximadamente (dependiendo de la fecha del año) al año 5771.

En tiempos prediluvianos Nippur sirvió como centro de control y Enlil estableció allí el DUR.AN.KI, el ‘Puente-Cielo-Tierra’ para las comunicaciones con el planeta Nibiru y con las naves espaciales. Después del Diluvio, estas funciones fueron reubicadas en un lugar conocido como Jerusalén.  Su posición, equidistante de los otros centros funcionales en el E.DIN, era estimada como equidistante de los ‘cuatro rincones de la Tierra’ y le dieron el significativo nombre de ‘Nave de la Tierra’. Un himno a Enlil se refería a Nippur y sus funciones así: “Enlil, cuando delineaste los acuerdos divinos en la Tierra, a Nippur pusiste como tu verdadera ciudad propia…Fundaste el Dur-An Ki en el centro de los cuatro rincones de la Tierra”.

El término ‘los Cuatro Rincones de la Tierra’ también se encuentra en a Biblia; y cuando Jerusalén reemplazó a Nippur como centro de control después del Diluvio, también se le dio el nombre de “ombligo de la Tierra”. En sumerio el término para las cuatro regiones de la Tierra era UB, aunque también se les llama  AN.UB (“el cielo, los cuatro rincones celestiales”) , que es un término astronómico relacionado con el calendario. Está referido a los cuatro puntos del ciclo anual de la Tierra alrededor del Sol que conocemos como Solsticio de Verano, Solsticio de Invierno, Equinoccio de Primavera y Equinoccio de Otoño (ver el artículo “la interrelación entre la Tierra y los otros cuerpos celestes”). En el calendario de Nippur, el año se iniciaba el día del Equinoccio de Primavera, y ello  se mantuvo en los subsiguientes calendarios del antiguo Próximo Oriente.

La fiesta más importante del año era el Año Nuevo, una celebración que duraba diez días, durante los que tenían que seguirse una serie de rituales. Determinar el tiempo a partir de la aparición del Sol llevó a la observación de los cielos al amanecer, cuando el sol comienza a elevarse en el horizonte por el Este,  pero el cielo está aún lo suficientemente oscuro para ver las estrellas como  telón de fondo. El día equinoccial fue fijado por el hecho de que, en ese día, el día y la noche tenían la misma duración. Y la posición del Sol durante su aparición fue señalada mediante un pilar de piedra para guiar futuras observaciones, un procedimiento que también fue seguido en Stonehenge.

Y, como en Stonehenge, las observaciones sucesivas revelaron que el grupo de estrellas del fondo no había permanecido igual. La piedra de alineamiento que apuntaba al amanecer del Sol en el solsticio, señalaba originalmente el amanecer hacia el 2000 a.C. El fenómeno, llamado precesión de los Equinoccios resulta del hecho que cuando la Tierra completa una vuelta alrededor del Sol, no vuelve al mismo punto celeste. Hay un ligero retardo de un grado (con respecto a 360º) cada 72 años. Fue Enki quién primero agrupó a las estrellas visibles desde la Tierra en constelaciones  y dividió los cielos en doce partes, que fueron llamadas el círculo zodiacal de las constelaciones.

Dado que cada 12ª parte del círculo ocupa 30º del arco celeste, el retardo precesional  de una casa zodiacal a otra emplea 2160 años (72 x 30º), y un ciclo zodiacal completo duraba 25.920 años (2.160 x 12). Que esto fue ideado desde épocas remotas es atestiguado por el hecho que se aplicó un calendario zodiacal para las primeras estancias de Enki en la Tierra, cuando las dos primeras casas zodiacales tenían nombres en su honor.

El astrónomo griego Hiparco, en el siglo 3 a.C, no fue el padre de esta idea, tal como se sugiere, ya que las doce casas zodiacales eran conocidas por los sumerios milenios antes. Habiendo venido de Nibiru, cuyo período orbital, llamado SAR, empleaba 3600 años terrestres, esa unidad fue utilizada  para el primer calendario de los anunnakis. Para confirmarlo, vemos que los textos que tratan de sus primeros días en la Tierra, tal como la Lista de Reyes Sumerios, designan los períodos de sus reyes en la Tierra en términos de SARS, llamado Tiempo Divino. El calendario entregado a la Humanidad, basado en aspectos orbitales de la Tierra y la Luna, fue llamado Tiempo Terrestre.

Como el cambio zodiacal se producía cada 2160 años (frente a los 3600 del planeta de los anunnakis), obtuvieron la ‘proporción aurea’ de 10:6 = 3600:2160 = 1,666, que fue llamada Tiempo Celestial. Como descubrió Marduk, ese Tiempo Celestial era el reloj que determinaba su destino. ¿Pero cuál era el reloj mesiánico de la Humanidad, determinante de su destino? Como veremos, el dilema que desconcertó a la humanidad en los tiempos antiguos, aún permanece con respecto al pretendido retorno de los dioses.  Este tema ha sido de gran importancia para los sacerdotes,  los profetas bíblicos, en el Libro de Daniel, en la Revelación del San Juan, por los seguidores de Isaac Newton, y para alguna gente en la actualidad.

Es altamente significativo que con respecto a la civilización sumeria, la Biblia dio especial relevancia al incidente de la conexión espacial,  conocido como el relato de la Torre de Babel: “Y ocurrió mientras viajaban desde el oriente que encontraron un plano en la tierra de Shin’ar  (Sumer) y ahí se establecieron. Y se dijeron unos a otros: ‘Vengan, hagamos ladrillos y los cocemos por fuego.’ Y los ladrillos servirán como piedras, y el betún servirá como mortero. Y ellos dijeron: ‘Vengan, construyámonos una ciudad Y una torre cuya cabeza alcance al cielo’.” Así es como la Biblia registró el intento de Marduk por imponer su supremacía al establecer su propia ciudad en el corazón de los dominios de Enlil y, lo que es más grave, para construir ahí su propia instalación espacial con su propia torre de lanzamiento. El lugar es llamado en la Biblia:  Babel, o Babilonia.

Este relato bíblico es remarcable en varios aspectos: documenta la implantación de grupos humanos en el valle del Tigris-Éufrates después del Diluvio, luego que el suelo se había secado lo suficiente para permitir el re-asentamiento;  menciona correctamente a la nueva tierra como Shin’ar, el nombre hebreo para Súmer;  contribuye con la información sobre el origen de los nuevos colonos, desde las regiones montañesas del oriente; reconoce que fue ahí donde comenzó la primera civilización urbana, con la edificación de ciudades; explica correctamente que en esa tierra, donde el suelo consistía en capas de fango seco y carente de  rocas, la gente empleaba ladrillos de barro para construir, que al endurecerse al horno podían ser empleados en lugar de la piedra.

La Biblia también habla del uso del betún como mortero en la construcción. Esta es una asombrosa información ya que, el betún, un producto natural del petróleo, se encontraba en la superficie en la zona sur de Mesopotamia,  pero en cambió era totalmente inexistente en Israel. Los autores de este capítulo de Génesis estaban bien informados en lo que se refiere a los orígenes y las costumbres de la civilización sumeria y también reconocieron la importancia del incidente de la Torre de Babel. Como en los relatos de la creación de Adán y del Diluvio, mezclaron varias deidades sumerias bajo  el plural ‘Elohim’ o bajo el nombre de un único dios llamado Yahweh, pero se les escapó una frase que delata a un grupo de deidades, ya que Yahweh dice: “descendamos y pongamos fin a esta insolencia”.

Los documentos sumerios y más tarde los babilonios dan testimonio de la veracidad del relato Bíblico, pero contienen muchos más detalles, enlazando el incidente de la Torre de Babel con las ya tensas relaciones entre los dioses,  que causaron el estallido de las dos ‘Guerras de las Pirámides’ después del Diluvio. Las negociaciones para la ‘Paz en la Tierra’, alrededor del 8.650 a.C. dejó al antiguo E.din en manos de Enlil y sus seguidores, según decisión de Anu, aceptada por Enlil, e incluso Enki. Pero nunca fue aceptado por Marduk/Ra, por lo que cuando las ciudades del Hombre comenzaron a ser ubicadas en el antiguo E.din de los dioses, Marduk sacó a relucir este espinoso tema.

Aunque Sumer era el corazón de los territorios de Enlil y sus ciudades eran centros de culto a Enlil, hubo una excepción: al sur de Sumer, al borde de una marisma, estaba la ciudad de Eridu, que fue reconstruida después del Diluvio en el lugar exacto donde estuvo el original asentamiento de Enki en la Tierra. Y Anu decidió que Enki retuviera Eridu a perpetuidad. Alrededor del 3460 a.C, Marduk decidió que él también podía tener su propia ciudad en la tierra de Enlil. Los textos disponibles no proveen la razón por qué Marduk escogió un lugar específico junto al Éufrates para su nuevo cuartel general, pero su ubicación nos aporta una posible explicación: estaba situada entre la reconstruida Nippur (el antiguo centro de control) y la reconstruida Sippar (el aeropuerto espacial prediluviano de los anunnakis). Esto puede indicar que probablemente Marduk había pensado en una instalación que sirviera a ambos propósitos.

Un mapa de Babilonia, dibujado en una tableta de arcilla,  lo representa como el ‘ombligo del mundo’. El nombre que Marduk le dio al lugar: Bab-Ili,  en acadio significa ‘portal de los dioses’, el lugar desde el que los dioses pudieran despegar y aterrizar, y donde se iba a instalar ‘una torre cuya cúspide pueda alcanzar los cielos’. Dicho en otras palabras:  !una torre de lanzamiento¡ Aunque fragmentados, los textos mesopotámicos (traducidos por George Smith, en 1876) dejan claro que los actos de Marduk enfurecieron a Enlil, quién “en su ira decretó” un ataque nocturno para destruir la torre.

Los textos egipcios explican que un período caótico, que duró 350 años,  precedió al inicio del reinado de los faraones, alrededor del 3110 a.C. Esta referencia nos conduce a datar el incidente de la Torre de Babel alrededor del 3460 a.C.  El fin de este  caótico período marcó el retorno de Marduk/Ra a Egipto, la expulsión de Thoth, y el inicio del culto a Ra. Pero Marduk nunca desistió en su empeño por dominar las instalaciones espaciales que servían de “enlace Cielo-Tierra”, el puente entre Nibiru y la Tierra, o, alternativamente, disponer de sus propias instalaciones. Dado que, al final, Marduk alcanzó sus objetivos en Babilonia, la pregunta interesante es: ¿Por qué fracasó el 3460 a.C.? La respuesta es: Fue una cuestión de encontrar la oportunidad adecuada.

Un texto describe una conversación entre Marduk y su padre, Enki, en la cual un desmoralizado Marduk pregunta a su padre en qué había fallado. Y la conclusión fue que se equivocó al no tener en cuenta el hecho que en esa época el Tiempo Celeste era la Era de Tauro, o sea,  la Era de Enlil. Entre las miles de tablillas desenterradas en el antiguo Próximo Oriente, se obtuvo gran cantidad de información relacionada con los meses asociados con una deidad en particular. En el complejo calendario de Nippur, el primer mes, Nissanu, era el EZEN (“tiempo festivo”) para Anu y Enlil. Y cuando era un año bisiesto,  de trece meses lunares, los honores se repartían entre ambos.

La lista de honores cambió a medida que transcurrió el tiempo, al igual que la composición de los miembros del panteón de los doce Dioses. Las asociaciones mensuales también cambiaban en reconocimiento a cada  dios local. Se sabe que el planeta Venus fue inicialmente asociado con Ninmah y más tarde con Inanna/Ishtar. Aunque tales cambios dificultan la identificación de las relaciones celestiales, algunas asociaciones zodiacales pueden reconocerse con facilidad a partir de escritos e imágenes:  Enki, antes llamado E.A “Aquel cuyo hogar es el agua”,  estaba claramente asociado con Acuario. E, inicialmente, también con Piscis.

La constelación que llamamos  Geminis “los gemelos”, fue bautizada con este nombre en honor de los únicos mellizos divinos nacidos en la Tierra: los hijos de Nannar y Sin, llamados Utu/Shamash e Inanna/Ishtar. La constelación de Virgo, al igual que el planeta Venus, fue llamada así en honor a Ninmah, que luego fue renombrada como  AB.SIN ‘cuyo padre es Sin’, lo que sólo puede corresponder con Inanna/Ishtar.  Sagitario se nombró en honor de Ninurta, también llamado el Arquero Divino, guerrero y defensor de su padre, Enlil. Sippar, la ciudad de Utu/Shamash, que después del Diluvio dejo de ser un aeropuerto espacial, era considerada en los tiempos sumerios como el centro de la Ley y la Justicia, y el dios Utu/Shamash era considerado como el Jefe de Justicia del reino. Y en su honor se nombró la constelación de Libra (la balanza).

Y también se utilizaban los sobrenombres relativos a la fuerza o características principales de un dios mediante la representación de un animal. Por ejemplo, la representación de Enlil, como lo reiteran múltiples textos, era el Toro. Fue representado de esta manera en sellos cilíndricos, en tablillas relacionadas con astronomía, y en el arte. Entre los más bellos  se encuentran algunos objetos descubiertos en las Tumbas Reales de Ur, donde había cabezas de toro esculpidas en bronce, plata, y oro, y adornadas con piedras semipreciosas. Sin duda, la constelación de Tauro (el Toro) honra y simboliza a Enlil. Su nombre, GUD.ANNA, significa ‘El Toro del Cielo’,  y los textos que lo identifican de esta manera, vinculan a Enlil y su constelación de Tauro con uno de los lugares más impresionantes.

Se trata de un lugar llamado “El Sitio de Aterrizaje”, en donde encontramos una de las más asombrosas estructuras en la Tierra. Muchos textos de la antigüedad, incluyendo la Biblia, describen al gran bosque de cedros en Líbano. En los tiempos antiguos se extendía por millas, rodeando un lugar muy especial: una enorme plataforma de piedra construida por los dioses como su primer lugar de aterrizaje desde el espacio, antes de que construyeran sus centros y su aeropuerto espacial principal. Era, según los textos sumerios, la única estructura que sobrevivió al Diluvio, y pudo servir después del Diluvio como una base de operaciones provisional para los anunnakis.

Este lugar se referencia en la Epopeya de Gilgamesh, puesto que era el destino del rey en su búsqueda de la inmortalidad. Sabemos por este relato épico que su ubicación estaba  en el sagrado bosque de cedros, en donde Enlil guardaba el misterioso GUD.ANNA  (‘Toro del Cielo’), el símbolo de la Era de Tauro de Enlil. Y lo que sucedió en aquel bosque sagrado tuvo relación con el devenir de los asuntos de dioses y hombres. Según el relato épico, el viaje hacia el  sagrado bosque de cedros y su lugar de aterrizaje comenzaba en Uruk, la ciudad que Anu otorgó como regalo a su bisnieta Inanna/Ishtar, un nombre que significa ‘amada por Anu’. Y el rey de Uruk, a comienzos del tercer milenio a.C., era justamente Gilgamesh.

No era un hombre cualquiera, ya que su madre era la diosa Ninsun, miembro de la familia de Enlil. Esto convertía a Gilgamesh no un mero semidios, sino en uno que era ‘dos tercios divino.’ Cuando creció y comenzó a estudiar  los temas de la vida y la muerte, se le ocurrió que ser dos tercios divino debería otorgarle algún privilegio. Y preguntó a su madre porque tenía que ser un mortal ordinario. Ella le explicó que la apariencia inmortal de los dioses era en realidad una longevidad debida al largo período orbital de su planeta (1 año de Nibiru = 3600 años terrestres) y que para lograr tal longevidad tenía que unirse a los dioses en el planeta Nibiru. Y para conseguirlo debía acudir al lugar donde las naves ascendían y descendían. Aunque le advirtió de los peligros del viaje, Gilgamesh estaba determinado a ir.

Por insistencia de su madre le acompaño un ser artificial (¿un tipo de robot?) llamado Enkidu (ENKI.DU, que significa ‘hecho por Enki’), que tenía que ser su compañero y guardián. Sus aventuras, fueron relatadas en 12 tablillas. Y llevaron a cabo dos viajes: uno fue al lugar de aterrizaje en el bosque de cedros; el otro al aeropuerto espacial en la Península de Sinaí donde, de acuerdo a las descripciones, había naves espaciales en silos subterráneos. En el primer viaje al bosque de cedros del Líbano, que se efectuó hacia el 2860 a.C., fueron ayudados por el dios Shamash, abuelo de Gilgamesh, y la marcha fue relativamente rápida y tranquila. Cuando llegaron al bosque fueron testigos durante la noche del lanzamiento de una nave cohete. Así es como lo describe Gilgamesh: “La visión que tuve fue del todo asombrosa. Chillaron los cielos, tronó la tierra.  Aunque el día estaba amaneciendo, vino la oscuridad. Estallido de relámpago, un incendio brota. Las nubes se hinchan, ¡¡ llovió muerte ¡! Entonces el brillo se desvaneció, el fuego se extinguió. Y todo lo caído se volvió cenizas”.

Aún impresionados,  al día siguiente Gilgamesh y Enkidu descubrieron la entrada secreta que era empleada por los anunnakis. Pero apenas entraron, fueron atacados por un guardián, que parecía una máquina y que estaba armado con rayos mortales. Se las arreglaron para destruir al monstruo y descansaron en un arroyo pensando que su camino ya estaba despejado. Pero cuando se aventuraron en el interior del bosque de cedros, apareció un nuevo desafío: el Toro del Cielo. Infortunadamente, la sexta tablilla de la epopeya está demasiado dañada para que pueda leerse la descripción de este enigmático Toro del Cielo y de la batalla que le siguió. Las partes legibles dejan en claro que los dos compañeros corrieron para salvar sus vidas, perseguidos por el Toro del Cielo todo el viaje de regreso a Uruk, en donde Enkidu se las ingenió para darle muerte.

El texto se hace nuevamente legible cuando Gilgamesh, que cortó el cuerno al misterioso toro, “llamó a los artesanos y los armeros” de Uruk para admirar el cuerno del toro. Y el texto sugiere que era artificial: “cada uno está formado por treinta piezas de lapislázuli, la cubierta tiene dos dedos de espesor”. Hasta que sea descubierta otra tablilla legible no sabremos con seguridad si el símbolo celeste de Enlil en el bosque de cedros era un toro viviente especialmente seleccionado, decorado y embellecido con oro y piedras preciosas, o bien una criatura robótica o monstruo artificial.

Lo que ciertamente sabemos es que “Ishtar, en su morada, lloró todo el camino hasta Anu en los cielos” por la muerte del Toro del Cielo. El asunto fue considerado tan grave,  que Anu, Enlil, Enki y Shamash formaron un consejo divino para juzgar a Gilgamesh y Enkidu y deliberar  sobre las  consecuencias de la muerte del Toro del Cielo. Pero finalmente  sólo Enkidu terminó siendo castigado. La ambiciosa Inanna/Ishtar tenía razón en sus lamentos: la Era de Enlil había sido vulnerada y la misma Era fue simbólicamente acortada por el desmembramiento del cuerno del toro. Pero este asunto del Toro del Cielo y su gran trascendenciasigue siendo un gran misterio.

Sabemos por fuentes egipcias, que incluyen descripciones pictóricas en papiros astronómicos, que el simbolismo de la muerte del Toro del Cielo trascendió más allá de Marduk: fue considerado un símbolo de se había recortado la Era de Enlil. Y el intento de Marduk para fundar una instalación aeroespacial alternativa ya no fue tomado a la ligera por los seguidores de Enlil.  Las evidencias sugieren que Enlil y Ninurta en esta época estaban ocupados en la fundación de sus propias instalaciones espaciales alternativas al otro lado de la Tierra, en el Continente Americano, cerca de las fuentes del oro postdiluviano. Esta ausencia, sumada al incidente del Toro del Cielo, marcó el inicio de un período de inestabilidad y confusión en los centros mesopotámicos, que sufrieron distintas incursiones desde las tierras vecinas.

El pueblo de los Gutianos, luego llamados los Elamitas,  vino desde oriente,  mientras que  gente de lengua semítica vino desde poniente. Pero mientras los orientales rendían culto a las mismas deidades que los seguidores de Enlil, los Amurru (“Occidentales”) eran diferentes. A lo largo de las costas del Mediterráneo, en las tierras de los cananeos, la gente rendía culto a los dioses egipcios de Enki. Allí surgieron las primeras guerras santas emprendidas ‘en nombre de Dios’, con la particularidad de que los distintos pueblos tenían diferentes dioses locales.  Fue Inanna quién tuvo una brillante idea; que puede ser descrita como “si no puedes contra ellos, invítalos a unirse”. Alrededor del 2360 a.C, mientras navegaba por los cielos en su Cámara Celeste, aterrizó en un jardín en donde vio a un hombre que estaba durmiendo y que le despertó sus instintos sexuales. Él era un occidental, que hablaba una lengua semítica. Como él mismo escribió después en sus memorias, no sabía quién era su padre, pero sabía que su madre era una ENTU, una sacerdotisa divina, que lo puso en una canasta que fue arrastrada por las aguas de un río hasta un jardín al cuidado de Akki el Regador, quién lo trató como a un hijo. ¿No os suena a la historia de Moisés?

La posibilidad de  que el fuerte y bien parecido hombre pudiera ser hijo de algún dios fue suficiente para que Inanna recomendara a los otros dioses que el siguiente rey de esas tierras fuera este Amurru. Cuando estuvieron de acuerdo,  ella le otorgó el título de  Sharrukin, que es el que se otorgaba a  los reyes sumerios. Al no provenir de ningún linaje real y reconocido de Sumer, no podía acceder al trono en ninguna de las viejas capitales, por lo que se fundó una nueva ciudad que le sirviera como capital. Esta ciudad fue llamada Aggade (“Ciudad Unión”). Y nuestros libros de Historia llaman Sargón de Akkad a este rey y a su lengua se la llama acadio. Su reinado, que añadió provincias al norte y al noroeste de la antigua Sumer, fue llamado Sumer y Akkad.

Sargón no perdió tiempo en realizar la tarea para la cual fue escogido: poner a las tierras rebeldes bajo control. Los himnos a Inanna, de ahí en adelante conocida por el nombre acadio de Ishtar, explican lo que le decía a Sargón, que sería recordado por la destrucción de la tierra rebelde y la masacre de sus gentes, haciendo que por sus ríos fluyera la sangre. Las expediciones militares de Sargón fueron glorificadas en sus propios anales reales y  sus logros fueron resumidos en las crónicas de Sargón: “Sharru-kin, rey de Akkad. Afloró al poder en la época de Ishtar. No dejó ningún rival ni oponente. Él esparció su sobrecogimiento que inspira terror en todas las tierras. Cruzó el mar en el oriente. Conquistó el país del poniente en toda su extensión”.

Este texto indica  que el sitio sagrado relacionado con  el ‘Sitio de Aterrizaje’ en lo profundo del país del oeste (Libano), había sido capturado, aunque no sin oposición, y puesto a disposición de Inanna/Ishtar. Incluso textos escritos para glorificar a Sargón dicen que “cuando viejo todas las provincias se revolvieron contra él”. Los anales que documentan los hechos desde el punto de vista de Marduk, revelan que éste encabezó una contraofensiva para castigar el sacrilegio cometido por Sargón: “ el gran dios Marduk se puso enfurecido…desde oriente a poniente él distanció a la gente de Sargón, y lo castigó con una aflicción de permanecer sin descanso”.

El territorio de Sargón incluía sólo uno de los cuatro centros aeroespaciales postdiluvianos: el lugar de aterrizaje en el bosque de cedros. Sargón fue rápidamente sucedido por sus hijos en el trono de Súmer y Acadia, pero su verdadero sucesor fue un nieto llamado Naram-Sin. El nombre significa ‘favorito de Sin’, pero las inscripciones concernientes a su reino y a sus campañas militares muestran que fue de hecho el favorito de Ishtar. Los textos y representaciones explican que Ishtar animó al rey a buscar la grandeza mediante incesantes conquistas y la destrucción de los enemigos de Ishtar, que lo ayudo activamente en los campos de batalla.

Las representaciones de Ishtar la solían mostrar como una atractiva diosa del amor, pero ahora la mostraban como una diosa guerrera, portando armas. Pero estas guerras fueron detalladamente planificadas con el objetivo de frenar las ambiciones de Marduk mediante la captura de todas las instalaciones espaciales en nombre de Inanna/Ishtar. Las listas de ciudades capturadas y subyugadas por Naram-Sin indican que no sólo llegó hasta el Mar Mediterráneo, sino que también se dirigió hacia el sur para invadir Egipto. Tal incursión en los territorios de Enki fue algo sorprendente. Y pudo llevarse a cabo, como revela un cuidadoso examen de los textos, porque Inanna/Ishtar había formado una extraña alianza con Nergal, el hermano de Marduk, que estaba casado con una hermana de Inanna.

La ofensiva contra Egipto requirió penetrar y cruzar la región sagrada y neutral de la Península de Sinaí, donde se hallaba el principal aeropuerto espacial, lo cual implicaba romper el viejo tratado de paz. Pero Naram-Sin se auto confirió el título de ‘Rey de las cuatro regiones’. Podemos leer las airadas protestas de Enki y los textos que registran las amenazas de Marduk. Llegaron a tal nivel que incluso Enlil tuvo que entrar en escena. Un extenso escrito conocido como ‘La maldición de Acadia’, relata la historia de la dinastía acadiana y afirma claramente que su fin llegó ‘luego del ceño fruncido en la frente de Enlil’’. Y así la decisión de Enlil en su templo de Nippur fue ponerle fin.  “La palabra del Ekur se enfocó en Acadia” para ser destruida y borrada de la faz de la Tierra.

El fin de Naram-Sin llegó alrededor del 2260 a.C.  Textos de esa época hablan de tropas provenientes de territorios orientales, llamados Gutium, que eran leales a Ninurta y que fueron el instrumento de la ira divina.  Acadia jamás fue reconstruida y las ruinas de su capital nunca han sido halladas. La saga de Gilgamesh al comienzo del tercer milenio a.C. y las incursiones militares de los reyes acadios cerca del fin del milenio  tenían como claro objetivo las instalaciones espaciales. Para Gilgamesh significaba alcanzar la longevidad de los dioses y  para otros reyes el pagar una deuda a Ishtar obteniendo la supremacía. Sin duda, fue el intento de Marduk de construir la Torre de Babel lo que puso el control de los aeropuertos espaciales en el centro de los asuntos de los dioses y hombres. Y, como veremos más adelante, Babel (o Babilonia) tuvo una gran influencia en lo que sucedió después.

La fase acadiana no transcurrió sin intervenciones celestiales o mesiánicas. Los títulos de Sargón, siguiendo la costumbre honorífica, lo presentaban como “capataz de Ishtar, rey de Kish, gran ‘Ensi’ de Enlil”’. Pero además se llamaba a si mismo “sacerdote ungido de Anu”.Fue esta la vez primera que un ser divinamente ungido, que es lo que significa literalmente ‘Mesías’, aparece en las inscripciones antiguas. Marduk ya advirtió de las futuras tribulaciones y fenómenos cósmicos: “El día se tornará en oscuridad, el flujo del río será desordenado, las tierras serán abandonadas la gente buscará perecer”. Mirando hacia atrás, buscando profecías bíblicas similares, queda claro que en los inicios del siglo 21 a.C, los dioses y los hombres esperaban un venidero Tiempo Apocalíptico.

 

Ver siguiente artículo de la serie: ¿Cuándo volverán los “dioses” de Sumer? – la huida de los “dioses”

septiembre 29, 2010 - Posted by | Biblia, Egipto, Egipto, Extraterrestres, Grecia, Historia oculta, Otras ant. civil., Otros, Otros, Sumer, Sumer | , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

11 comentarios »

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    Comentarios por virgiliotovar | junio 29, 2013 | Responder

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