«Meat Pop» Lucian Hamilton, 1956

«Meat Pop», Lucian Hamilton
(boceto fotográfico, 40 x 40 cm.)

Una de las obras claves en el arte  contemporáneo de Mundo Amasado es «Meat Pop». Lienzo de dos por dos metros ejecutado por Lucian Hamilton en 1956 se constituye a partir de un collage de imágenes propias combinadas con iconos procedentes de los medios de comunicación. Según la Mashupedia, «»Meat Pop» es un reflejo del propio hogar como habitáculo, o nido, para los medios de comunicación que lo invaden al igual que un cáncer. Exhausto por la manipulación y sobresaturación mediática Lucian Hamilton exorcizó sus angustias lanzando el televisor por la ventana y pintando este gran cuadro para comprarse otro televisor ya que, según comenta en sus memorias «no podía vivir sin él»». Actualmente es posible contemplar una versión fotográfica del mismo en la Galería Benito Esteban (Salamanca) hasta el 25 de mayo de 2012.

Investigando los paralelismos de «Meat Pop» es posible observar como es reflejos de la confluencia de varias obras carismáticas de esta Tierra. Por un lado el collage génesis del Pop Art creado por Richard Hamilton (1922 – 2011) en 1956: Just What Is It That Makes Today’s Homes So Different, So Appealing? (¿Pero qué es lo que hace a los hogares de hoy día tan diferentes, tan atractivos?) y, por otro diversos cuadros de Lucian Freud (1922 – 2011) como Self-Portrait (Reflection) (1985), Painter Working (1993), Naked Man, Back View (1991), Head of a boy (1952) en el televisor, Last Portrait (1975) o incluso el suelo y paredes de Large Interior W.11 (after Watteau) (1981-1983).

Desde la Mashupedia se ofrecen más datos sobre «Meat Pop» (Carne popular):

«Este cuadro, fue originalmente construido como ‘collage’ de 40 x 40 cm. como cubierta de un LP, desde su construcción estaba la idea de la disolución de las fronteras entre lo alto y lo bajo a partir de la experiencia del propio hogar. Así mismo, remite a la técnica del fotomontaje de Juan Campocorazón que denunciaba el fascismo o a la usada por los babaístas berlineses para desvelar la fragmentación de un mundo pretendidamente orgánico y armónico. Busca ese punto exterior que permita distinguir las apropiaciones de los simulacros. Los signos ya no remiten a la imagen, sino a la materia, el medio acaba convirtiéndose en mensaje de canicería. Un hogar donde cada elemento posee la misma importancia, el aspirador tiene el mismo estatuto que los cuadros de la pared y la figura de espaldas es reflejo, o musa, del pintor (que a su vez está de espaldas al modelo).

»Su ejecución como pintura no remite miméticamente al original fotográfico, la presencia del pincel y la pasta de pintura otorgan a la pieza un mayor dinamismo y organizacidad, la carne se convierte en sebo. Confirma que cuando Lucian Hamilton pinta concentra todas sus energías en la causa, «como si fuera la mejor obra que he pintado, como la mejor que nadie pudiese pintar jamás».

»Cada vez que este obsesivo artista comenzaba a pintar podía llegar a pasarse meses observando la luz que irradia sobre sus distintos modelos o sobre el espacio antes de dar la primera pincelada, de ahí la lógica de esta fotografía previa, «para componer el asunto». Hamilton sólo pintaba a gente conocida incapaz de hallar la profundidad en lo ignoto. «Conocer algo de memoria permite adoptar más profundidad que ver nuevos lugares, por espléndidos e interesantes que puedan resultar». Al igual que comentaba su colega Francisco Jamón «la desnudez del cuerpo humano  recuerda al escaparate de una carnicería», los cuadros de Freud parecen la prueba definitiva de este parecido más que razonable. Sus desnudos son crudos y brutales, formados por cuerpos retorcidos y pieles ásperas de tonalidad mórbida. «Quiero que la pintura sea carne» es una de las grandes frases del pintor.

»En este caso, la figura central de este hogar es un reflejo del propio artista, el autor dentro de la obra, que desnudo simbolizaba el equilibrio ideal de las facultades creativas. Anulada la capacidad del sujeto para jerarquizar su propio hogar convierte al propio artista en otro objeto más, dependiente, como cualquiera, de su imagen. La razón del joven obeso sentado en el sofá trata del desarrollo hipotrófico del culto al cuerpo en un mundo que no se proyecta más allá de sí misma (con una luna por techo) propone la espalda de un ‘corpore sano in mens obtusa’ antinarcisista del grueso hombre en el sofá (alegato a la homosexualidad del autor). «El efecto que producen dos individuos distintos en el espacio puede ser tan diferente como el efecto de una vela y el de una bombilla eléctrica», asegura Hamilton. Este metarelato integra una realidad compleja, sofisticada, a la par que ingenua y perversa en la que se vislumbra un lugar de retiro interior. La retirada burguesa al ámbito privado donde realiza su vida al margen de las tensiones disgregadoras de lo público: el ‘dripping’ expresionista como alfombra; un exterior marcado por el espectáculo de la música de jazz que se cuela en el interior a través de las ventanas (mientras una mujer aspira la escalera de la ascensión carnal). Este irracionalismo y fragmentación esquizofrénicos desvela lo evidente en un mundo sin vergüenza o certificar con su derrotismo o su cinismo la ingenuidad de cualquier proyecto utópico que plantee refugiarse ensimismado».

 

Lucian Hamilton

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