Semanario FIDES

EL DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

“Comieron…. y murieron”

p7alEncuentro

Al encuentro de  la palabra… según San Juan para la Lectio Divina
“Comieron…. y murieron”
(Jn 6, 41-51 – XIX Domingo del Tiempo Ordinario)
P. Tony Salinas Avery
asalinasavery@gmail.com
Teniendo la lectura continua del capítulo 6 de san Juan conocido como el discurso del “Pan de vida”, llegamos hoy a un elemento de nuevo tomado del Antiguo Testamento y del cual hoy el propio Jesús hace florecer su reflexión. Se trata de un verbo y una frase. El verbo es “murmurar”, que tiene poco que ver con el sentido normal que nosotros atribuimos a este término. En efecto, este verbo se repite varias veces precisamente en la narración del maná: “Toda la comunidad murmuró contra Moisés… El Señor ha escuchado vuestras murmuraciones con al cuales murmuráis contra Él..” (Ex 16,2.7.8). El sentido del uso del verbo aquí es más que una simple queja, se trata de una “crisis de fe”, entraron en la duda, en la desconfianza. Y eso que pasó en el desierto con Israel, ahora lo experimenta Jesús, allí en Cafarnaúm, está rodeado de incrédulos.
Ahora bien la célebre frase es: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Se trata como de una autorevelación de quién es este Jesús. Revela un poder de salvación parecido al del Dios de Israel, que de la nada había hecho surgir el alimento para su pueblo. Pero está en oposición a esta revelación de carácter divino, el contraste antagónico de su origen humilde: “hijo de José”, ciudadano de un pobre y humilde pueblo, parte de una modesta familia. Aquí la “murmuración” tiene pues el tinte decepcionante que presenta la incredulidad: apostasía, debilidad, indiferencia, frialdad, desconfianza, crisis, sospecha, duda, etc. En palabras pobres: A este paisano Jesús de Nazaret, le ha afectado los rayos del sol o las aspiraciones de ser alguien cuando en verdad es un don nadie.
Que difícil le fue al propio Jesús llevarles a la fe, por eso señala en el discurso que “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre”. Jesús sabe usar la Escritura y situar bien los términos. Así lo muestra el uso del verbo “atraer”, ya que precisa su pensamiento al usar palabras que sirven para hacer reaccionar a sus interlocutores. “Atraer” debe ser entendido entonces aquí, como la palabra clave del lenguaje interior del amor; describe esa chispa que se enciende cuando entre dos personas nace el amor. El profeta Jeremías había señalado en 31,33, que en la plenitud de los tiempos el Señor había “puesto su ley en el ánimo del hombre”, la había “escrito en sus corazones”. Jesús entonces, ve llegado el momento en el que Dios entra en el corazón del hombre y lo conduce amorosamente, suavemente a la verdad del conocimiento del amor, es decir, a Cristo. Así Jesús les comunica lo que es la fe, la maravilla de creer. No es un encargo externo, una inscripción oficial, un empeño forzado, una elección interesada. Es más bien, esa llama de fuego que Dios enciende en el corazón, la que no hay que apagar por la incredulidad, es decir, con el cierre del corazón, con el hielo del orgullo y la superficialidad que la vida material deja en muchas mentes. Pienso, que si es cierto que este discurso de Jesús hay un maravilloso cántico a la Eucaristía, hay también un himno al amor que debemos experimentar por Jesús, digno de ser amado. Bien los entendieron nuestros abuelos y abuelas, cuando sencillamente con el corazón en la mano por Jesús, cantaban: “Jesús Benigno, mi dulce amado. Por amor mío sacramentado”. Hoy han relegado a lo tradicional, este canto y otros, que son sin lugar a duda, una síntesis de este discurso, que asegura que si lo comemos en amor, ciertamente no moriremos para siempre.

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Esta entrada fue publicada el 7 agosto 2015 por en Buenas Nuevas.