La familia, baluarte en crisis

Pastoral de la Salud

Son dramáticas las angustias de las familias cuando, frente a la enfermedad de un ser querido, no tienen acceso a servicios adecuados de salud o se prolonga el tiempo sin acceder a un empleo digno.

“Las coerciones económicas excluyen el acceso de la familia a la educación, la vida cultural y la vida social activa. El actual sistema económico produce diversas formas de exclusión social. Las familias sufren en particular los problemas relativos al trabajo. Hay que considerar el creciente peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto” (Lineamenta Sínodo–“Amoris laetitie”).

Otros padecimientos son el ritmo de vida actual, el estrés y la organización social y laboral, porque son factores culturales que ponen en riesgo la posibilidad de tener opciones permanentes.

Si estos riesgos se trasladan al modo de entender la familia, ésta puede convertirse en un lugar de paso, al que uno acude cuando le parece conveniente para sí mismo, o donde uno va a reclamar derechos mientras los vínculos quedan abandonados a la precariedad voluble de los deseos y las circunstancias. En el fondo, hoy es fácil confundir la genuina libertad con la idea de que cada uno juzga como le parece, como si más allá de los individuos no hubiera verdades, valores, principios que nos orienten, como si todo fuera igual y cualquier cosa debiera permitirse.

En ese contexto, el ideal matrimonial, con un compromiso de exclusividad y de estabilidad termina siendo arrasado por las conveniencias circunstanciales o los caprichos de la sensibilidad. Se teme la soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad, pero al mismo tiempo crece el temor a ser atrapado por una relación que pueda postergar el logro de las aspiraciones personales (34 “Amoris laetitia”).

“La sociedad de consumo también puede disuadir a las personas de tener hijos solo para mantener su libertad y estilo de vida”. Es verdad que la conciencia recta de los esposos, cuando han sido muy generosos en la comunicación de la vida, puede orientarlos a la decisión de limitar el número de hijos por motivos suficientemente serios, pero también “por amor a esta dignidad de la conciencia la Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto”.— Padre Alejandro Álvarez Gallegos, coordinador diocesano de la Pastoral de la Salud