Unas 230 familias e individuos viven en el bloque 72 de MacPherson Gardens, en mi vecindario. Cada persona tiene su propia historia. En el décimo piso, vive una anciana sola. Sus hijos crecieron, se casaron y se mudaron. Cerca, vive una pareja con dos hijos. Y unos pisos más abajo, un joven que sirve en el ejército, que ha asistido a la iglesia, y que quizá vuelva a ir en Navidad. Los conocí a todos el año pasado, cuando un grupo de mi iglesia salió a cantar villancicos en el barrio para celebrar el nacimiento de Jesús.

Todas las Navidades —como en la primera—, hay muchos que no saben que Dios entró en nuestro mundo como un bebé llamado Jesús (Lucas 1:68; 2:21). Tampoco saben qué significa esta fecha: «una buena noticia, que será para todo el pueblo motivo de mucha alegría» (2:10 RVC). ¡Sí, para todo el pueblo! Independientemente de nuestra nacionalidad, cultura, género o condición financiera, Jesús vino a morir por nosotros y ofrecernos perdón, para poder reconciliarnos con Él y disfrutar su amor, gozo, paz y esperanza. ¡Todos necesitan escuchar esta maravillosa noticia!

Aquella primera Navidad, los ángeles dieron esa noticia gozosa. Hoy, Dios desea comunicar a través de nosotros la historia de Jesús a los demás.