La piscina Gran Sabana

Atravesar la Gran Sabana a pie (parte 2: y en cola)

Día 3 – Buscando el milagro

De desayunar un huevo revuelto sazonado con ají y tomates compensó mi falla anterior. Las pastas que iban a ser la cena habían quedado mejor que al dente y pues la desgracia vino cuando se me cayeron por accidente fideo a fideo al suelo. Una falla así en el camping dan es ganas de llorar y sino de reírse. Nuestra nueva comida fue la receta para hacer de este día uno de los que más ágiles nos sentimos para el caminar.

Nos despedimos con nostalgia de quienes nos habían hecho encariñarnos de Iboribó: María, David, Arturo y Adán.

Nuestras ambiciones seguían por las nubes, pero nuestros pies apenas comenzaban a tocar tierra firme. Al darnos cuenta del desgaste físico que en tan poco tiempo ya había cobrado el viaje, debimos tomar conciencia pues el cansancio era invalidante, los dolores de espalda quebrantadores y desde el primer día al vomitar el cachiri me apareció una fiebre y síntomas respiratorios que nunca cesaban. El plan nos obligó a sacar de la lista con mucho sentimiento al salto Torón.

Pusimos los ojos en la carretera y aceptamos como varones lo que nos tocaría, caminar 47km hasta la carretera troncal 10 para seguir la travesía. La estimación era acertada, demorar todo el día caminando para llegar en la noche. Únicamente un milagro podía ponernos rápidamente ese día en la troncal. ¿por qué? Pues fuimos advertidos en Iboribó que las posibilidades de recibir una cola (autostop/aventón) eran nulas. Los lugareños comprenden muy bien los horarios y la dirección en que se mueve el tráfico.

Luego de caminar por aproximadamente 6 horas, se desbocaba sobre nosotros el sol de las 2pm. No había pasado un solo automóvil. «Diantres, tenían razón los pemones» pensé.

Los paisajes que se descubrían tras rebasar cada colina seguían siento admirables, a pesar de ello llega el momento en que caminar por tantas horas exige un entretenimiento más variado que solo ver el paisaje, y es necesario algo más para no volverse loco. De ahí aproveche para repetir todo el camino y memorizar unas palabras en pemón que me había enseñado Adán.

Hable pemón en 2 minutos
diccionario para el turista
  • Waküperö ¡Hola!
  • Waküperö medan? ¿Cómo está Usted?
  • Inna Bien, bueno, sí
  • Waküpeman! Gracias
  • Apetöy Amigo
  • Airö Adios

Los carteles de la vía nos permitían determinar el kilometraje del día, recién cumplíamos los 20 km cuando vemos la primera pick-up apuntando justo hacia donde íbamos. Armamos fila, nos peinamos con la mano, alineamos las mochilas para que lucieran ocupar poco espacio, y al alzar el pulgar vimos con alegría como se detuvo la aquella camioneta toyota blanca para llevarnos directo a nuestro destino. ¡Nuestras plegarias fueron escuchadas!

Un gran pez

Lo que a continuación sucedió me hizo sentir en la escena final de la película «El gran pez» (Big Fish) donde el protagonista Edward se encuentra con todos aquellos personajes que fueron parte de su historia. Todos le habían enseñado algo a Edward y el tenía una razón para agradecerles. Sintió felicidad de verlos, mágicamente se convierte en un pez, dice: «la historia de mi vida», y muere con satisfacción. No me convertí en pez ni morí pero en la parte de atrás de aquella camioneta vi como apareció entre la sabana la casa con aquella familia pemón, de nuevo reunida en torno a la mesa, alzaron sus brazos, nos saludaron con simpatía y reían como si se hubieran enterado del efecto que tuvo en mi su chachiri. Más adelante se paseaba por un sendero Santiago con un machete, se recordó claramente de nosotros y lanzó un gesto de feliz despedida.

Uno de los más grandes regalos. Ese mismo día nos dejan en la carretera troncal 10, el nuevo objetivo era llegar al salto Kamá por medio de colas. La primera de ellas nos deja junto a las aguas de los Rápidos de Kamoirán.

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Rápidos de Kamoirán.

La tercera cola del día iba muy bien, durante todo el viaje habíamos temido que una lluvia nos interceptara en pleno andar. No pudimos hacer nada para evitarlo, el cataclismo llegó solito. Vientos garrafales a los que se les sumaba velocidad del vehículo, aguas incesantes nos bañaron y le daban el peor de los agarres a los cauchos sobre el asfalto. El frío era apabullante.

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Ovejas después de la lluvia
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Escampando

Al terminar el día nos percatamos Miguel y yo que sí estábamos recibiendo el milagro completo al contemplar el río Kamá desbordado dándole un aspecto derrochador al salto. Pasamos otra noche en carpa, esta en el campamento a escasos metros de la catarata.

Día 4

La mañana daba aires confusos, no sabíamos si sentirnos desfalcados, si pensar que todo fue un descuido. La adorada bolsa que contenía mis galletas y dulces, MI TESORO, amaneció hecha pedacitos sin rastro de alimento, un tomate agujereado me hizo confirmar que se trataba de los canes que deambulaban en torno a la carpa toda la noche. Sin embargo no podíamos comprender o dar con el paradero de otra bolsa más importante. Una que guardaba 2kg de pasta por cocinar, un paquete de pan árabe, una lata de queso chedar untable.  La primera fue usurpada por los perros sin mayor dificultad, pues estuvo siempre afuera, la segunda atestiguamos que pernoctó dentro de la carpa. Fue un golpe bajo para la continuida del viaje pues de ella dependíamos para durar más días.

Las colas nos siguieron encaminando, y afortunadamente en momentos muy cortos llegaban a nosotros.

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Librertad.
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Quebrada Pacheco dando colores en sus rocas bañadas.
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La piscina, de ensueño.

Quizá el día 4 fue el de la pereza, tan solo recorrimos 7 km entre Quebrada Pacheco hasta la piscina e incluyendo el retorno a la troncal 10. Una vez volvimos a la vía principal nuestros dedos gordos nos dieron impulso hasta San Francisco de Yuruaní, una de las capitales indígenas de la sabana y conocida en pemón como Kumarakapay.

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Puente sobre el río Yuruaní con su estructura atractiva.

San Francisco me trasmite siempre un aire agradable con sus numerosas tiendas de venta de artesanías, son un pasatiempo predilecto observar una a una cada bonita pieza así no te alcance el dinero para llevar alguna como por lo general me pasa a mi. También uno se complace mucho al ver allí una dotada concentración de turistas extranjeros, algunos partiendo o recién terminando su viaje al Roraima.

En Kumarakapay llegamos buscando a nuestros amigos Ildemaro y Germary, quienes habían sido nuestros guías para subir al Roraima sirviendo aquella antigua ocación para tomarles gran aprecio. Fuimos noticiados de que ellos se ausentaban por unos días de su pueblo natal. Conocimos así a Mireya, la mamá de Germary quien parecía haberle heredado a su hija sus infinitas ganas de reirse. Pasamos una tarde de relajo con la buena conversa y compañía de Mireya y otra de sus hijas la que nos dio a probar una de los aperitivos con más patas de la sabana, por no describirlo de otra forma.

 

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La tarde fue de fútbol en Kumarakapay. Este es el deporte que se ha introducido para quedarse en la cultura pemón. En todas las comunidades hay una cancha y mientras no hayan clases o misa y se tenga luz suficiente para ver el balón todos los jóvenes juegan.
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Niño le hace monerías a la cámara.

Este día por fin nos comunicábamos efectivamente con nuestros parientes y amigos. Ellos nos solicitaban el retorno y nosotros nos percatamos de que las condiciones no estaban dadas para durar más días sabaneando. Traté de ignorar la fiebre persistente en mi, mientras que nuestra pérdida de alimentos era quien dictaría las reglas del juego. Fue entonces necesario escoger el día siguiente para emprender el regreso a casa.

Día 5 – Del paraíso a la indigencia

Nuestro Full Day fue en el terminal de pasajeros de Santa Elena de Uairén para esperar el bus que saldría en la noche con destino a Ciudad Guayana. Habíamos llegado aquí con las mejores vibras y sentimientos que nos había regalado la Gran Sabana: no dejaba de pensar en los torrenciales Chinak-Merú y Kama-Merú, lo cristalino de la piscina, etc. El único sentimiento negativo vino a instalarse en aquel momento en que vemos como el terminal se colmó de incontables bultos de comida, pilas de cauchos y quién sabe que otros productos más. Habían sido traídos todos desde la frontera con Brasil y por el motivo clásico: todos estos rubros escasean hasta la inexistencia dentro de nuestro país.

Lo desagradable del asunto era ver como tantos desperdiciaban valiosísimo tiempo que podrían usar para estudiar, leer alguna poesía de Andrés Eloy Blanco, pensar en la grandeza de los tepuyes y todo con el fin de subsistir en un país en crisis, pues la mayoría tenía el objetivo de revender los productos (o dicho con el término que me da grima, bachaquearlos). Otro tema era el colapso del terminal, era de tal magnitud que me avergonzaba pensar que algún turista que venga del extranjero deba pasar esa penuria. Este par de párrafos son una crítica directa en primer lugar a las malas obras del Gobierno Nacional que ha buscado hundirnos en la pobreza y segundo a la ciudadanía a la que le pido que no se deje empobrecer ni la mente ni el alma.

Te dejamos Gran Sabana. El descontento: ya no estar contigo

Camino a casa recordé como en San Francisco volvíamos a oír historias míticas sobre el temor pemón: los canaima. Charlábamos con una joven local al tiempo que ella mencionó sobre unas nuevas restricciones que debió cumplir, ya no podría trotar para ejercitarse como lo hacía de costumbre, se le había prohibido salir de la comunidad.
-¿Por qué? no entiendo- pregunté
-Por los problemas – dijo en voz murmurada
A mi mente vinieron rápidamente las conclusiones y dije -¿Por lo del niño?
-Sí, desde que él murió ahora debemos tener cuidado- respondió en tono apenado.
Así que aquellos rumores que se nos habían explicado era totalmente reales: sí hubo recientemente un ataque de los canaima y el pueblo pemón estaba dolido por ello. Ella por fin nos explicó el fin de los Canaima y era el de drenar resentimientos dándole fin a la vida de otros. Este caso fue por envidia hacia un excacique, o como le dicen ellos, excapitán. Los criollos y demás turistas estamos a salvo de estos ataques pero me percaté en este viaje que de lo que no estamos a salvo es a intrigarnos con estos misterios, enamorarnos de la inmensidad de la sabana, con la furia de sus ríos y saltos, al maravillarnos cuando se descubre de nubes un tepuy. Te dejo Gran Sabana y solo puedo sentir hoy más ganas de volver.

El viaje en números

Horas totales en autobús: 53h (punto de partida: Valencia; destino final de buses: Santa Elena de Uairén)

Mayor trayecto a pie:20,8km (puerto del poblado Iboribó hasta 1 km luego del cruce al Torón)
Promedio diario de distancias en caminatas: 15,12km/día
Distancia total recorrida caminando: 60,5 km

Noches en carpa: 4
Average Huevos bien cocidos vs. Huevos podridos:2 vs 4
Total colas (autostop/aventones) obtenidas: 8
Tiempo de espera promedio por cola:< 30min.

 

 

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