La mujer y las escrituras

Junio de 1979
La mujer y las escrituras
por Marianne C. Sharp

«Sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros… (D. y C. 88:118.)

“Debemos aprender todo lo que podamos acerca de la tierra y sus junciones, y sobre las leyes de la mortalidad, a fin de alcanzar el conocimiento suficiente sobre el cual basar las decisiones de la vida, apartando la ignorancia de nuestro camino.” Hermana Barbara B. Smith.

Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” (Juan 5:39.)

Es factible que alguien se pregunte: ‘‘¿Por qué debe una mujer conocer las Escrituras? ¿Qué significado pueden tener para ella en el presente?’ ’

Las respuestas parecen ser por demás obvias: una hija del Señores tan preciosa ante Su vista como lo es uno de Sus hijos; más aún, la función divina de la mujer en este mundo mortal, no es sólo ser responsable de su propia salvación, sino que también debe apoyar a su esposo y servir de ejemplo y guía para sus hijos, a toda hora, todos los días del año. Por esto es necesario que estudie las Escrituras.

Hay muchas mujeres que han formado el hábito de leer las Escrituras, aunque también hay muchas que no ven la necesidad de hacerlo. Si una persona no puede vivir mejor que lo que sus conocimientos le permitan, entonces, toda madre debe familiarizarse con el contenido de la sección 68 de Doctrinas y Convenios. Esa sección contiene el mandamiento que el Señor ha dado a los padres, en cuanto a aquellas cosas que tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos antes de que éstos cumplan los ocho años de edad. La madre necesita enseñar la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y el don del Espíritu Santo por la imposición de manos. Debe también enseñar a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor. (Véase D. y C. 68:25, 28.)

La madre del presidente George Albert Smith conocía la voluntad del Señor. Fue el mismo presidente Smith quien relató el siguiente incidente emotivo sobre la forma en que ella le enseñó a orar:

“Recibí enseñanzas arrodillado junto a mi madre, fiel miembro de la Iglesia. Una de las primeras cosas que recuerdo, es la ocasión en que me tomó de la mano y me llevó escaleras arriba al dormitorio. En el cuarto había dos camas; aquélla en la que dormían mis padres y otra más pequeña de una plaza, que era la mía. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer; cuando llegamos al cuarto se sentó al borde de mi cama e hizo que me arrodillara frente a ella. Juntó mis manos dentro de las suyas y me guio en mi primera oración; jamás lo olvidaré, y no quiero olvidarlo. Es uno de los recuerdos más queridos que tengo en mi vida, cuando mi angelical madre me enseñó a orar. Esa oración abrió ante mis ojos la ventana de los cielos y me enseñó a buscar la guía del Padre, pues ella me explicó la importancia de orar, tanto como mi mente de niño me permitía entender…” (Sharing the Gospel with Others, Deseret Book Co., págs. 147-48.)

El presidente Wilford Woodruff dijo:

“Considero que nadie podría ejercer mayor influencia que una madre sobre su posteridad. A menudo se formula la pregunta: ‘¿Cuándo comienza esta educación?’ La respuesta de nuestros profetas ha sido: ‘Cuando el espíritu que viene de Dios entra en el tabernáculo camal’. La condición de la madre en ese momento tendrá sus efectos sobre el fruto de su vientre; y desde el nacimiento mismo del niño, y a lo largo de toda su vida, las enseñanzas y el ejemplo de la madre gobiernan y controlan al niño en gran medida, y su influencia se siente a través del tiempo y la eternidad.” (The Discourses of Wilford Woodruff, 1a ed., Bookcraft, 1946, pág. 269.)

Esta cita del presidente Woodruff cobra mayor significado en la actualidad, ante la tragedia de muchas mujeres embarazadas que abusan de sus cuerpos. Se sabe a ciencia cierta que las criaturas nacidas de madres que han sido adictas a drogas de cualquier tipo, padecen los mismos efectos de la droga que se manifiestan en la madre. Si tiene tanta influencia sobre la criatura por nacer, ¡cuán vital será aquella que ejerza sobre el niño después de su nacimiento, cuando éste puede ver, oír, sentir e imitar las acciones de la madre! Una mujer que es consciente de las responsabilidades que le fueron dadas por Dios, y que se ha preparado para instruir a sus hijos, tiene una gran ventaja sobre aquella madre que ignora sus deberes espirituales. La madre que cuenta con cierto grado de conocimiento, habrá de pesar cuidadosamente toda sugerencia que reciba tendiente a separarla de su hijo durante los años en que éste está creciendo y formando su carácter.

Es conmovedor saber que para enfrentar y vencer las tentaciones diarias, no es suficiente leer sólo aquellas escrituras que se encuentran en la Biblia y en el libro de Mormón; la mujer también necesita tener la guía y dirección de las escrituras que el Señor ha dado a Sus profetas en esta dispensación. Tales escrituras no se han dado con frases desconocidas ni significado confuso; están a nuestra disposición en los idiomas y dialectos de la época actual.

Ante los esfuerzos frenéticos de Satanás por menoscabar lo justo, y debido a que la segunda venida del Salvador está cerca, la mujer Santo de los Últimos Días necesita fortalecerse con el entendimiento de la santidad del convenio matrimonial y el elemento básico y eterno que es la unidad familiar, y debe escuchar atentamente las palabras de los profetas modernos.

Si una mujer se sintiere desorientada frente a los distintos puntos de vista que están en pugna en la actualidad, tocantes al lugar de la mujer en la sociedad, tal inseguridad se disipará si busca consejo en las palabras de los profetas. Las instrucciones del plan del Evangelio con respecto a la función de la mujer, jamás sufrieron modificación desde los días de Adán hasta el presente. Como ser individual que es, la mujer cultivará y alimentará un testimonio que tenga como cimiento la verdad revelada. Mientras aumenta su fortaleza espiritual, se preparará para cumplir la obra para la que fue preordenada. Como ser individual debe guardar los mandamientos; como esposa y madre, debe prestar oído al consejo inspirado; y para poder vivir los mandamientos, debe conocerlos.

Las Escrituras enseñan sobre el glorioso destino de la mujer; los profetas la enaltecen.

El presidente Joseph F. Smith declaró:

“Hay personas que se complacen en decir que las mujeres son más débiles que el hombre. Yo no lo creo. Físicamente, podrán serlo; pero espiritual, moral y religiosamente, y en cuanto a fe, ¿qué hombre hay que pueda compararse a una mujer realmente convencida? Daniel tuvo la fe para ser protegido en el foso de los leones; pero las mujeres han visto a sus hijos descuartizados y han aguantado todo tormento que la crueldad satánica pudo inventar, porque creían. Siempre están dispuestas a hacer sacrificios, y sobrepujan a los hombres en estabilidad, piedad, moralidad y fe.” (Doctrina del Evangelio, pág. 345.)

A medida que la mujer lea, estudie e incorpore las verdades a su propia vida, será bendecida y guiada por medio de la inspiración del Espíritu Santo. El camino derecho y angosto que se extiende delante de ella la conducirá a la vida eterna.

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