Esta crisis tiene causas (II): La segunda guerra político-futbolera

ALBERTO D. PRIETO

liga22Nadie quiere monopolios, pero tampoco quiere nadie perder el supuesto ‘maná’ que es el deporte rey para cualquier operador de televisión. En la anterior entrega nos quedamos en la Liga de 22, un escándalo moral y, sobre todo legal, que terminó de abrir la espita. La Ley era definitivamente papel mojado.

Luego, pasaron los años, con diversas cuitas, pero siempre con el incómodo y complicado modelo de la venta separada de los derechos televisivos por cada club. El más fuerte cobra más y, aunque necesite al más débil para que haya competición, a éste le quedan sólo las migajas.

La segunda ‘gerra del fútbol’ sobrevino con el nacimiento de laSexta a finales de 2005. En otra nueva operación política, en este caso de un Gobierno del PSOE, se dio entrada a un nuevo operador en el parque de televisiones generalistas de una manera un tanto irregular, obviando la preferencia para emitir en abierto de otros operadores ya licenciados para la aún embiornaria TDT, entre ellos VeoTV, perteneciente al grupo Unidad Editorial, editora del diario EL MUNDO. Se respondía desde el Ejecutivo con este cambalache al cambio legal que convirtió la concesión de Canal+ como canal codificado de pago en canal en abierto (bajo el nombre de Cuatro) con el impulso a un grupo de comunicación con afinidades también cercanas al Gobierno Zapatero.

Esta nueva cadena, además de ganar el concurso para emitir el Mundial de Alemania 2006 antes incluso de haber emitido un solo minuto y con una implantación geográfica no superior al 60%, entró en la competencia por los derechos televisivos desde su nacimiento y pasó a emitir el partido de ‘interés general’ de los sábados desde la campaña 2007-08. Así comenzaba el germen de la segunda gran batalla, la que dio Mediapro, una productora de TV tenedora previamente de los derechos de varios equipos, y accionista de referencia de la cadena, ofertando al alza club por club hasta que logró romper de nuevo el ‘statu quo’ con el apoyo más o menos implícito de la Administración.

Así, en la temporada 2008-09, laSexta llegó a emitir hasta seis partidos en abierto por jornada, aquéllos en los que jugaban los equipos con los que tenía contrato, reventando el mercado y forzando, de nuevo, una posición de poder (apoyada en el populismo de ofrecer fútbol gratis para todos) que debilitara al oponente mediático.

Todo esta sucesión de peleas y políticas de ojos que no ven han creado una constante inflación en las ofertas que aprovecharon los grandes clubes para hacerse con cada vez mayores ingresos. Todo legítimo por su parte, pues firmaban contratos -con adelantos de millones de euros en efectivo- que les permitían hacerse con cada vez mejores fichajes a los que pagaba fichas fuera del alcance de los demás.

Hay elementos colaterales que han ayudado a convertir en desleal la competencia de los grandes no ya solo con pequeños y medianos en España sino con el resto de equipos europeos.

Un ejemplo fue la llamada ‘ley Beckham’ (35/2006 de 28 de noviembre), que nació con el interés de atraer capital humano a través de exenciones fiscales a las empresas que contrataran profesionales de prestigio procedentes de otros países. A las empresas y a los propios contratados. La norma tomó el nombre del glamouroso ‘galáctico’ madridista porque de ella se benefició el club para contratar estrellas como Cristiano RonaldoKakáBenzemá, etc. Su artículo 93 permitía que cualquier profesional en esas circunstancias tributara como no residente, es decir a un 24%, en lugar de al tipo máximo vigente en España, el 43%.

La norma fue derogada el 1 de enero de 2010, provocando una amenaza de huelga (o mejor dicho, cierre patronal) de los clubes, pues finalmente todos pudieron hacer uso (y abusao) de ella. No hay más que ver que desde entonces ni Madrid ni Barça han fichado al ritmo económico que lo hicieron durante la vigencia de la misma.

Esta ‘ley Beckham’ es paradigma de cómo las normas que rigen para cualquier otro sector económico, y que buscan impulsarlo, en el fútbol acaban muy frecuentemente por provocar un mismo efecto pernicioso: el aprovechamiento a la carrera de sus aspectos más inflacionarios.

Publicado en Periodista (Y) Colegiado el 1septiembre2011

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