Leyes de Murphy en el trabajo y la oficina (primera parte)

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Este será un viaje no apto para optimistas y pensadores positivos. Las ineludibles Leyes de Murphy son una abundante fuente de complicaciones en el mundo laboral.  Voy a repasarlas y divertirme un poco con ellas.  Iniciaré una breve selección de algunas de las más descaradas y comunes recorriéndolas en cuatro entregas semanales. Seguro que te verás en cada una de ellas y descubrirás que a todos nos pasa.

La ley fundamental de Murphy: Si algo puede salir mal, saldrá mal. Nunca lo olvides: Los sucesos “fortuitos” tienden a suceder todos juntos. Tal vez este sea el eslogan del pesimista, la fe del mediocre o la derrota del perfeccionista. Esto es especialmente cierto si hay mucho dinero de por medio o está en juego la puesta en marcha de un sistema de información, el lanzamiento de un producto o la solución de un problema grave. Si sientes que todo va bien, mejor detente porque tal vez se te pasó algo por alto.

Nada es tan fácil como parece y todo lleva más tiempo del que piensas. ¿Esto te recuerda algún área de soporte o servicio al cliente? Busca el problema más simple y fácil de resolver y encontrarás un millar de razones por las que la solución no se puede ejecutar. Incluso si sabes la solución, te toparás con alguien [lo suficientemente negligente o tonto] que te convencerá de por qué no se puede hacer. Al final, cuando encuentres la solución ideal, inesperadamente el problema ya estará resuelto o no tendrá sentido resolverlo.

Si hay cuatro cosas que pueden salir mal y las evitas, aparecerá una quinta. Esto se llama “presupuesto” o “plan de actividades” ¿Alguna vez has notado que la palabra presupuesto es la composición de “pre” y “supuesto”? O sea que un presupuesto es producto de la imaginación porque más allá de suponer y “tener fe” en que las cosas saldrán de determinada manera, no podemos hacer nada más. En cuanto te pongas hacer algo, te darás cuenta de que había que hacer otra cosa antes.

Principio KISS. Sé que lo he explicado hasta el cansancio, pero recuerda que hacer las cosas a prueba de tontos es inútil porque los tontos son muy ingeniosos, muchas veces están en una mejor posición que la tuya y la naturaleza está a favor de la imperfección oculta. Dios cuida de los tontos.

Si explicas algo con tanta claridad esperando que nadie lo pueda malinterpretar, no te preocupes, siempre hay alguien con la capacidad de entender todo al revés. Igualmente, si haces algo que crees que está bien y estás seguro de que contarás con la aprobación de todo el mundo, a alguien le disgustará. Esto también funciona para las tablas de datos: las cifras que crees que son correctas, llevarán un error que sólo verá tu jefe o el jefe de tu jefe (o un auditor), y si le pides ayuda a alguien para que revise la tabla antes de enviarla nunca verá el error.

La urgencia es inversamente proporcional a la importancia. ¿Cuántas veces te han pedido algo “de urgencia” y te has dado cuenta de que lo que entregaste hoy se revisó dos semanas después? Hace poco discutía con alguien sobre confirmaciones de recibido de mensajes de correo urgentes que se leyeron un año después. El negligente cree que los demás lo son y por eso pide de urgencia porque cree que le quedarán mal, tal y como él o ella lo hacen. Por eso no sobra la pregunta de: ¿Qué harás con eso y para cuándo?

En la siguiente entrada discutiremos sobre: las reuniones, los equipos de trabajo y la relación tiempo / esfuerzo. Son bienvenidas todas tus experiencias y comentarios.

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