El poder sin límites, una ambición desmedida, la decisión sin escucha, imprudente, genera un desequilibrio de la condición natural y ordenada de la política. Podríamos decir que la decisión de Lear es una falta contra la policy (la gobernabilidad, diríamos hoy), pero también es una muestra del desastre que puede provocar una decisión arbitraria. Shakespeare ilustra en Rey Lear una especie de tratado de la prudencia política como virtud rectora, tal como la concibieron Aristóteles y Santo Tomás de  Aquino.

Cuando un Rey entiende la naturaleza de su desgracia, comienza a hacer intentos por adquirir eso que considera su carencia, la paciencia. Y es ahí, justo en ese momento cuando reconoce el sufrimiento propio y ajeno; abandona la idea de que es posible conseguir justicia para él, no reclama justicia y gratuidad ni a los hombres ni a los dioses; entiende el amor como sufrimiento, sin estar seguro de que habrá una salvación divina para él. ¿Qué ocasiona el dolor? ¿El bien o el mal? ¿O los malentendidos que los seres humanos tienen sobre el bien y el mal? ¿Es mala Cordelia diciendo la verdad y siendo franca y directa con Lear? ¿Son buenas sus hermanas diciendo palabras dulces que ilusionan el ego real de Lear?

La “maldad” de Lear se manifiesta en la humillación a que somete a Cordelia y la falta negligente que comete al abdicar. Esta “maldad” tiene el poder de generar en la obra una gran ruptura. El “equívoco” del rey, su mal, separa el mundo escénico (con su proyección en la política) en dos naturalezas: la superior y la inferior. Lear, con su opción de dividir el reino introduce un quiebre en la naturalidad del orden. Es su acción arbitraria la que genera el desorden. Y tal arbitrariedad produce como en cascada un conflicto civil. El cuerpo político se tensa por la ambición y la violencia. La arbitrariedad conduce a la guerra civil, destruye la unidad. Desnaturaliza la vocación política del rey que es unir.

Shakespeare propone una idea de reconciliación que tiene como agente a una mujer que ha sido expulsada, pero que al final de la obra queda como centro y fuente del sentido último de las cosas. Cordelia es la superación de la nada, su figura es el antinihilismo en la obra; representa la integridad del lenguaje, la permanencia de valores naturales, la naturaleza virtuosa. Ella es un mito pastoral, expresa la corriente ascendente de los humanos. Tiene algo de sanadora de la herida original de Lear. Paradójicamente es víctima y redentora. Su fragilidad contrasta con lo megalítico del rey; sin embargo, es esta levedad (gracia,gratuidad) la que le da una salida humanizadora a la obra. Cordelia es un principio de eterno femenino, que rescata la debilidad y la vergüenza de las garras del fatalismo y las sitúa, en clave ascética, en vía de la redención, lo que la aproxima a las señas del nomadismo filosófico: un elogio a la razón sensible (Meffesoli 1997).

Si entendemos a Cordelia como ese espíritu de la vocación que encarna un ADN de líder que con independencia de su carcasa femenina o masculina podría a reconquistar España, tan hambrienta de casi todo…

Rudolph Giuliani, el famoso ex – alcalde de New York dice en su libro ‘Liderazgo’ (2002) lo siguiente: «El Liderazgo no surge de la nada. Puede enseñarse, aprenderse, desarrollarse.

Si, el Liderazgo puede aprenderse. Pero eso requiere mucha determinación, esfuerzo y sacrificio. Porque liderar es servir. Sigo con las palabras de Giuliani: «Toda mi vida he reflexionado sobre cómo ser un líder; cuando observaba a Ronald Reagan, el juez Mac Mahon y otros. Sin saberlo, estaba aprendiendo a ser líder.

Todos los líderes se ven influidos por aquéllos a quienes admiran. Leer sobre ellos y estudiar su desarrollo permite que un aspirante a líder cultive sus propias características como tal. No obstante, por delicado que sea aprender de los demás, los planteamientos de un líder han de plasmarse en la propia vida. Y: la mayor parte del liderazgo es misteriosa.. Va mucho más allá de la sensatez, ese palabro que tanto gusta a los políticos españoles, que abarca tanto y a la vez tan poco y  que, para serles sincera, a Cordelia también le aburre estrepitosamente.

 

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