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La máscara translúcida de «Transparent»

22/10/2014

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(AVISO: Este es un post de recomendación y no un análisis de temporada. Aún así creo necesario recurrir a pequeños detalles para hablar de la serie, así que si eres extremadamente sensible a los spoilers, no cruces la línea hasta haber disfrutado de los diez episodios de Transparent.)

Hace unos meses, Amazon puso a disposición del público una serie de episodios piloto con el fin de lanzar como webseries (ordenando una temporada completa) aquellos cuya recepción fuera lo suficientemente positiva, creando así su propia plataforma online de programas. Entre dicha colección de pilotos se encontraba el de Transparent, cuya acogida fue buena pero no masiva, pasando relativamente de puntillas entre sus compañeras pero cautivando a la crítica. Con su reciente lanzamiento parece haberse abierto camino entre una mayor variedad de espectadores, aunque su éxito sigue siendo comedido, ya que pocos consideran darle la oportunidad más allá de un episodio o dos. Diría que es una pena, pero no por la serie, que sigue contando con una acogida magnífica por parte de la crítica (de hecho, ya ha sido renovada), sino por aquello que muchos se están perdiendo. Transparent es, para mí, el mejor estreno del año, y nada va a hacerme cambiar de idea.

Creada por Jill Soloway, la serie nos narra las vidas de la familia Pfefferman después de que Mort (o Maura), el padre, decida por fin sacar a la luz el hecho de ser transgénero. Voy a utilizar este término porque en este caso no hablamos de transexualidad (aún) ni es aplicable sólo la costumbre de travestirse, resulta bastante más complejo. Con un cierto tonillo indie (lo cual no implica directamente que llegue a serlo), Transparent es difícil de definir aunque se la considere una dramedia, como a casi todo producto que no se mueve con un sólo propósito. En realidad es un noventa por ciento de drama y un diez por ciento de comedia que ni siquiera puede considerarse como tal, teniendo en cuenta que cualquier embrollo o situación dolorosamente surrealista puede percibirse como cómica desde el exterior sin serlo.

No he leído muchas opiniones sobre el show, salvando a un número reducido de espectadores que, como yo, lo consideran absolutamente maravilloso y desde un primer momento han pasado a formar parte del grupo de fieles seguidores. Lo que sí he leído a menudo a la hora de definirlo y etiquetarlo en la red es aquello de «familia disfuncional», y creo que sería interesante detenernos en esto. ¿Existen realmente lo funcional y disfuncional o hemos pasado tanto tiempo tratando de maquillar la realidad que nos estamos confundiendo? No hay que viajar muy atrás en el tiempo para encontrar la estructura de lo que siempre se ha considerado una familia tradicional. Sin embargo, esta normalidad a menudo quedaba retratada sólo de cara al exterior, ya que importaba demasiado el «qué dirán», aunque la realidad fuera un desastre.  Esto es algo que sin lugar a dudas ha cambiado. Siguen existiendo unos prejuicios atroces, sí, pero algunas parcelas de la sociedad van aceptando que hay tantos tipos de familias como familias, que cada uno hace con su vida y consigo mismo lo que puede y, sobre todo, como puede, y la televisión, el cine y la literatura se atreven a mostrarlo sin tapujos. En el ámbito de las series, no podemos pasar por alto a la familia Gallagher, en Shameless, o a los Fisher, en Six Feet Under (en la que, por cierto, Jill Soloway trabajaba como productora). Incluso podríamos hablar de Californication y esa familia compuesta por Hank, Karen y Becca cuya historia ha sido más que complicada a lo largo de siete temporadas.

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En este aspecto, Transparent va un paso más allá. No sólo nos muestra a una familia tremendamente compleja, sino a una serie de individuos muy particulares que, pese a sus edades, siguen dando tumbos en busca de su identidad y buceando por sus excentricidades. Se nos dibuja la confesión de Mort como el centro del caos familiar, pero la verdad es que todos ellos están llenos de secretos (la máscara parece evidente pero no es transparente, sólo translúcida)  y ninguno de ellos puede presumir de una estabilidad real.

Como decía, el eje central de la serie es Mort (Maura), magníficamente interpretado por Jeffrey Tambor, divorciado, ex profesor de universidad y trans. Ya cerca de los setenta años, porque no tiene sentido seguir escondiéndose en la vida, decide salir del armario para toda su familia, dejar de vestirse de mujer a escondidas y salir a la calle con sus vestidos, su espectacular maquillaje y con una elegancia asombrosa. Es absolutamente maravilloso, hace mucho que no sentía tanta empatía y cariño por un personaje. No es fácil, nada fácil. Sus seres queridos, las personas que siempre ha tenido alrededor, podrán aceptar su verdadera identidad o no, pero Mort es más que consciente del shock inmediato, del rechazo que consigue causar a algunas de las personas que siempre lo han conocido con su anterior “yo” fingido. Curiosamente, quien menos problema parece tener con la salida de Maura es su ex mujer. Probablemente porque lleva sabiendo la verdad veinte años, su actual marido se está muriendo y tiene problemas mayores. Pero el apoyo y el respeto mutuo que demuestran es un soplo de aire fresco en un mundo donde todo lo que acaba quedando es rencor.

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Pero no es sólo su vida la que se nos muestra en Transparent, ya que también sigue los caminos de su ex mujer y de sus tres desorientados hijos, tres hijos que, quizá por la manera en la que han sido educados (Shelly y Mort han cometido a lo largo de sus vidas más de un patinazo como padres), resultan egoístas e inconformistas a más no poder.

Hablemos de Ali, a la que interpreta Gaby Hoffmann. Ali es la menor de los tres hermanos, una chica confundidísima que se ve a sí misma como un espíritu libre y sin reglas que cumplir, que rechaza la feminidad más superficial y pasa más tiempo colocada y buscando situaciones surrealistas que tratando de conseguir un empleo. Hipocresía sin límites, claro está. Su espíritu libre se sostiene gracias a los cheques de papá. Poco tiene que reprochar a la revelación de éste, además, pues es completamente adicta a las relaciones peligrosas desde que contaba con trece años, tal y como podemos comprobar en ese maravilloso «Best New Girl» que nos lleva a 1994, totalmente transparente en las intenciones de todos los personajes.

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Josh Pfefferman  (Jay Duplass) es el personaje con el que, personalmemente, más me ha costado conectar. El hijo mediano es sin lugar a dudas quien peor lleva el «cambio» de su padre y su personaje está dotado de una hipocresía y una facilidad de juicio moral para el resto que hacen hervir la sangre del espectador. «Adicto al amor», más que al sexo, Josh salta de mujer en mujer sin ningún tipo de problema. La particularidad es que cada aventura no queda solamente en una historia de cama, sino en un drama telenovelesco donde los abortos, el engaño y las propuestas de matrimonio no quedan descartados, para saltar un par de días después hacia el siguiente episodio amoroso. Como toda su familia, por supuesto, esconde una verdad que termina por ser un secreto a voces, y es que durante su adolescencia temprana mantuvo un romance con Rita, su cuidadora, que, como mínimo, le doblaba la edad.

De sus tres hijos, quizá la que mejor llega a comprender a su padre es Sarah (Amy Landecker), ya que también ha guardado su verdadera identidad en una caja bajo la cama durante toda su vida. Sarah está casada, tiene dos hijos, una niñera a tiempo completo que se ocupa de ellos y vive con todo lujo gracias al sueldo de su marido. Parece una historia del montón si obviamos el hecho de que es lesbiana y de que el reencuentro con Tammy, su antiguo amor de la universidad, la lleva a disolver su modo de vida actual de un plumazo para mantener la relación que siempre quiso. Y pasar de ser mantenida por su marido a serlo por su novia, claro. La mayor es, sin embargo (y sorprendentemente), la menos detestable de los hijos Pfefferman, quizá porque al menos no trata de cubrir con un falso rollo alternativo su condición de eterna mimada. Además es la primera en conocer a Maura, ya que padre e hija tienen una salida del armario accidental, conjunta y absolutamente maravillosa.

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-Are … are you saying that you’re going to start dressing up like a lady all the time?

-No, honey, all my life … my whole life, I’ve been dressing up like a man. This is me.

Podría divagar sobre lo maravillosa y cautivadora que es Transparent durante horas, pero lo mejor es que juzguéis por vosotros mismos. La serie hace gala de una sencillez envidiable, trata temas que otras no se atreverían a tratar por considerarlos demasiado delicados, y además lo hace con una sensibilidad exquisita y con un respeto que pocas consiguen. Transparent cala los huesos, está diseñada para hacer sentir de verdad al espectador, para cargarlo de una empatía abrumadora y, a ratos, de una tristeza infinita. Pero, sobre todo, ha llegado para darnos una importante lección. Puede que ese señor con barba que se sienta a nuestro lado tuviera una vagina en otro tiempo, pero nosotros no estamos menos perdidos que él, ni menos confusos. Porque todos, absolutamente todos, tenemos que manejar a nuestros demonios. Puede que incluso seamos menos capaces.

3 comentarios leave one →
  1. 05/01/2015 20:37

    Esta es una historia sin precedentes, típico del director y ahora actor de esta serie Jay Duplass, quien está por estrenar su nueva serie para HBO Togetherness

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